miércoles, 7 de septiembre de 2011

El sismo que nos azotó el 2010

El sismo que ocurrió en febrero trajo muchos efectos para el país en diversas materias, esencialmente en las tres catástrofes siguientes:

Terremoto físico

En lo físico, el país enfrenta una etapa compleja por la destrucción de muchas ciudades, pueblos y   servicios básicos, entre los que se evalúan la necesidad de nuevos hospitales y nuevas viviendas,   no sólo de emergencia, sino que definitivas, más las respectivas fuentes laborales que deben estructurarse. En este sentido, el proceso ha sido demasiado lento, torpe e ineficiente, tanto en los días finales del gobierno anterior como en el comienzo de este.

Como hemos sido testigo, las personas se ven en el dilema de enfrentar esta emergencia material sin tener nada para hacerlo, sea por sus escasos recursos o por la costumbre de pedir soluciones por medio de la política asistenciales de los gobiernos de turno, que terminan generando dependencia absoluta. Producto de esto, no se está preparado para sobrevivir a tragedias, ni el estado para dar soluciones reales, objetivas, y concretas.

Mientras tanto, la ayuda que requieren la gran mayoría de los chilenos no llega porque no tienen los medios para ir a buscarla, o bien, sí pueden, aunque cómodamente esperan que se la traigan. Es cierto que el estado debe dar las soluciones básicas, pero además los ciudadanos deben cooperar para llegar a la solución de sus propios problemas. Por ende, la falta de este trabajo en conjunto, sumado a la falta de comunicación, han acentuado el problema.


¿Quién tiene la culpa? En realidad, más que culpa hablaría de responsabilidades y estas recaen en los políticos, entre otros factores, que de a poco instalaron el populismo y el camino fácil para la solución de problemas, dando soluciones parche e inútiles, "dando los peces y no enseñando a pescar", no proporcionando los implementos. Esta política facilista es fatal, y se ve permanentemente en la política nacional.

Terremoto político

El 27 de Febrero no solo se destruyeron casas y ciudades, surgieron necesidades materiales tanto de urgencia inmediata, como futuras, que han estado lejos de ser resueltas. Se ha demostrado que la clase política chilena no ha estado a la altura de las circunstancias, ya que al ser errática y calculadora esta cada vez más lejos de solucionar las dificultades, evidencia clara del manejo de la emergencia. El gobierno saliente no reaccionó rápidamente, ni de manera adecuada, fueron lentos, torpes, generaron intranquilidad e inquietud; cuando en cambio, debió calmar, dar caminos más concretos de solución. En concreto, sólo demostró descoordinaciones, algunas dosis de histeria, pero a pesar de ello trataron de enfrentar la situación y hacer algo, en un tiempo breve a causa de su finalización de período gobernante.


La tarea más dura la tiene el gobierno entrante, que debe reconstruir bien y mejor –  como ellos han dicho insistentemente que harán –  en un intervalo de tiempo breve, condición que no ha ocurrido como se esperaba. El gobierno no ha actuado eficazmente.


Las mediaguas se envían, pero no se reparten; los edificios se caen y las casas siguen derribadas; los dueños buscan soluciones a sus dificultades a través de la politización, consiguiendo subsidios especiales que seguramente no se ejecutarán con la rapidez indicada gracias a la burocracia o papeleo estatal, mientras la gente pasa frío. Los políticos se demoran meses en tomar medidas concretas y el duro invierno ya tiene a muchos chilenos sin casa. Al paso, pasarán meses, incluso años habitando en mediaguas y carpas.


Los primeros en reaccionar con presta organización fueron las ONG, los estudiantes, las campañas televisivas, las iglesias. Y son estos grupos los que hasta el día de hoy cumplen distintas funciones, con recursos y ayuda limitada, pero que desde la emergencia aún su mayoría sigue funcionando.


En cambio, las instituciones del estado no han dado el ancho, que desde el SHOA hasta los distintos ministerios no han podido solucionar los problemas. Su accionar ha sido insuficiente, dejándonos como un país indefenso y vulnerable, incomunicado, partidos en dos, sin ser capaces de responder a las emergencias con prontitud, con autoridades políticas incapaces de tomar decisiones, de priorizar necesidades. Todo esto reflejado en el populismo del gobierno actual, que utiliza la situación, pero que mantiene en status quo más que evidente.

Terremoto social

El terremoto destapó una realidad que se ignoraba hasta la actualidad: la desigualdad social, que es mucho mayor a la encuestada. Es en estas ocasiones que sale a la luz y se refleja su imagen, gente que apenas vive con el mínimo, que pierde todo y que queda impávida de reacción por el existencialismo reinante institucionalizado, sumado a esa desigualdad educacional y su segmentación evidente, genera descontento que puede derivar en delincuencia y violencia, la que es combatida con más violencia y represión, generando un descontento social evidente con el sistema que no es fácil de ocultar – como siempre debajo de la alfombra –, teniendo que buscar soluciones a la fuerza que no siempre son de fondo.


Sumado a las dificultades de la clase media que se ven afectados al perder sus casas, posiblemente sus trabajos, la estabilización parece más lenta de lo que se espera. Y como siempre, los políticos la adormecen más; de este modo, se ven obligados a afrontar sólo sus dificultades y ser la columna vertebral del país, pero acumulando un descontento evidente.


El presidente de la república prometió preocuparse de la clase media, pero ante esta nueva realidad es difícil cumplir su promesa. El país se empobreció aún más, hay que empezar desde cero nuevamente.



En palabras simples, la crisis geográfica nos muestra que las diferencias en Chile todavía son abismantes, y a los políticos pareciera no importarles, aumentando diferencias en vez de achicarlas, creando castas superiores e inferiores mientras los del medio sobreviven solos, sin ayuda  y regularmente utilizados.



Pareciera que este es un panorama muy negro, o que hoy ando muy optimista. Sólo busco describir la realidad tal como es, e indicar que el sismo no solo fue físico, sino que nos remeció como país y sociedad, para que nos preguntemos que queremos a futuro para solucionar esta crisis entre todos, enfrentar estas realidades y no engañarnos a nosotros mismos, ver esta oportunidad para crecer y salir de este sismo social y político bien parados, cambiar nuestra manera de actuar, enfrentar los problemas y de esa manera llegaremos a solucionar no sólo los problemas estructurales de la sociedad chilena, sino que también los físicos; de paso generar un país y sociedad más sana, de lo contrario este aviso será un terremoto social que va a reventar fuerte que puede destruir la paz social aparente que se suponemos construido.



Nelson Leiva Lerzundi
Cientista politico