sábado, 28 de abril de 2018

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viernes, 27 de abril de 2018

Nuestro siglo capitulo 3

Nuestro Siglo - 2do Capitulo

Nuestro Siglo - 1er Capitulo

RELACIÓN ENTRE LAS ETAPAS Y LA BRECHA GENERACIONAL ENTRE ELLAS


RELACIÓN ENTRE LAS ETAPAS Y LA BRECHA GENERACIONAL   ENTRE   ELLAS 

Como vimos durante el punto anterior y la visión general de cada etapa, los militantes tienen maneras y formas de actuar muy diferentes, las que han sido confirmadas por todos, o por no decirlo la mayoría de los consultados, pero aún así existen diferencias, las que a raíz de los perfiles ya hechos, son importantes en el comportamiento e influencia del partido en estos años, ya que los militantes no son los mismos, no pueden serlo por el paso de la historia, y es por ello que es interesante analizarlo y poner este tema a discusión. 


Estas dos etapas son las más cercanas y afines, lo que genera un alto grado de compatibilidad entre ellas, ya que la primera formó y guió a la otra entregándole herramientas importantes. 

Para continuar es bueno aclarar el termino brecha generacional como: El espacio de diferencia, dentro de un determinado contexto político, entre diferentes generaciones de militantes que genera una distinta manera de enfrentar, interpretar y actuar ante la toma de ciertas decisiones en un tiempo o espacio político determinado por la coyuntura social y política de un lugar en particular .
 
Como decíamos, este espacio de diferencia al actuar de una generación a otra pone a estas etapas en un grado de continua relación ya que los hombres y mujeres del sesenta  son los fundadores de la historia política y el emerger de este partido, lo que trae consigo entregar las pautas y maneras de conductas a seguir. 

Los miembros del 60, son reconocidos por su consecuencia política, su sacrificio, disciplina y organización, dentro de otras características mencionadas en su momento, las cuales en general son reconocidas por todos los consultados. 

Estas características son traspasadas a los miembros de los setenta, pero ellos además de romper el equilibrio existente y cuestionar lo entregado le pusieron su sello propio, agregándole  consecuencia, sacrificio, mentalidad, cohesión a la organización después del cisma producido a principios de la década, pero sobre todo el de lucha política, allí esta generación pone un quiebre, una brecha o sello con la generación formadora ya que deben formar oposición a la dictadura y a la U.P., lo que los obliga a mantener las enseñanzas políticas e ideológicas como primordiales. No obstante, el posicionamiento político producto de la coyuntura los obliga a operar con otros mecanismos para enfrentar la realidad de la lucha político-ideológica con la social, es por este motivo que se produce la diferencia. 

Sin embargo, a pesar de aquellas diferencias, la compatibilidad y entendimiento entre ambas generaciones es relativamente buena, ya que se complementan bien, se ayudan, se integran en la historia, las loas, alabanzas de uno y de otro son constantes, como lo hace Víctor Low, donde expresa que “producto de la madurez de la vida he logrado comprender los logros realizados por Eduardo Frei M.”. Y así podemos seguir poniendo ejemplos de alabanzas, ya que el nivel de aprendizaje y relación entre ellos fue muy profundo con la diferencia que las visiones y errores de la generación del 60 han sido tapados por el idealismo, o eran más controladas por sus protagonistas. En el caso de los del 70 se notan más, eso se vio, como ya lo tratamos acá, en el análisis de las otras corrientes que veían a la D.C. y a sus militantes del sesenta más comprometidos, con ansias de lograr cambios sociales, visión de todos sus adversarios, salvo la derecha. No obstante, existe un cambio cuando la generación del 70 pasa a ser oposición, es más dura contra la U.P., provocando que se mantenga el reconocimiento, pero se critique la postura dura de “alguna parte de la militancia” según los adversarios, lo cual sin duda cambia la imagen y la futura acción política. 

La relación y la brecha es corta, pero como vemos hay diferencias, la generación del setenta no sólo tiene que usar la ideología heredada por sus profesores y guías del 60, sino que también, en una o en otra forma debe usar la fuerza, para influir políticamente, y la violencia de ser necesario. Junta el realismo y el idealismo, lo que le permite ser protagonista contra los dos gobiernos que vienen, posicionarse como fuerza importante y necesaria para la región y el país. 

Por este motivo ambas generaciones han logrado mantener el control y el poder interno, ya que por un lado no han dejado su herencia, por otro no han encontrado a quien entregársela. 

No han dejado, ya que muchos siguen vigentes, tienen relevancia en las decisiones actuales, y no están dispuestos a perder ese poder, que les permite manejar y proyectar el futuro político de la máquina partidaria regional, lo que sin duda es muy importante para obtener influencia y tomar decisiones vinculantes hoy en día. 

Y no han encontrado ya que no están interesados en formar nuevos líderes, salvo que estén bajo su control y que cumplan sus intenciones y decisiones, lo que en si no trae una renovación adecuada y ello no significa que no exista sabia nueva, sino que deben cumplir con el perfil deseado e impuesto por la máquina de poder creada por la elite dominante. 


El espacio político o la distinta manera de actuar en política son fundamentales al comparar estas dos generaciones, que son muy distintas y su distancia es grande al comparar e interpretar la política. 

Como hemos visto a lo largo de todos estos puntos la generación del sesenta es la fundadora, la que solventó y emergió con este partido como opción política, y para la mayoría de los entrevistados, la que más pudo concretar los valores e ideas que este partido quiere trasmitir. 

A lo largo de este estudio, podemos ver que se podría indicar una tendencia hacia ese sentido, pero como hay un cierto grado de idealismo de los consultados podríamos decir y calificar las épocas no como la mejor o peor, sino la que presentó más facilidades para la influencia y esa sin duda es transversal, ya que abarca tanto el gobierno de Frei, de Allende, y parte del régimen militar. No obstante, el idealismo, el fuerte sentido anímico y sentimental de los entrevistados, se prefiere indicar este lapsus de tiempo ya que su percepción es muy ambigua. Esta generación, marcó pautas y controla el funcionamiento político en algún grado con la del setenta por ser muy cercana y a fin. 

Por esto la relación que existe entre ambas es de confianza, hay diálogo y guía, pero es lejana, ya que la generación del sesenta no es la formadora directa, sino que lo es indirectamente. Esta situación produjo que no se trasmitiera toda la formación política ideológica de manera adecuada, ya que como vimos anteriormente la generación formadora, la del 70, se dedicó a crear soldados de pelea anti dictadura ante la venia y aceptación de los lideres del sesenta, los cuales lo vieron como una decisión acertada ya que el tema ni siquiera les preocupó. Por conclusión, aquellos protagonistas formadores no manifiestan interés más que admirar y agradecer el sacrificio de esta generación. 

Sin embargo, aquellos que se forman por interés individual de alguna manera son guiados por los integrantes de esta generación del 80,  profundamente criticados por los “formadores” del 70, quienes al parecer no se dan cuenta de la necesidad no satisfecha por sus pupilos, los cuales no sólo buscan la formación que no tuvieron, sino la opción de poder que nunca han controlado y que de alguna manera los líderes del sesenta quieren ceder a goterones, pero los del setenta no lo quieren soltar por ningún motivo. 

Se aprecia una relación de admiración y de respeto, con un diálogo fluido, con peticiones de participación y mayor intervención política no satisfecha, los nietecitos lindos que creen saber de política Jugamos un rato con ellos, le enseñamos, pero no le damos nada” 

La brecha entre las generaciones es muy grande y difícil de acercar ya que para los de la generación menor los fundadores merecen un respeto sagrado y por ende las formas de interpretar y ver la política son diversas, no de tú a tú, sino del maestro al estudiante, ya que como vimos sus maestros enfatizaron en la lucha política, la admiración e idealización ideológica era inevitable. 

Finalmente, si esto lo llevamos a la opinión de los entrevistados la gran mayoría recalca la importancia de los militantes del ochenta como fuerza política y convicción de lucha, pero reconoce como líderes políticos a las generaciones anteriores, especialmente a la del sesenta. 

C. RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS  60-90 

La generación del sesenta tiene un alejamiento mucho más amplio con la generación del noventa. 

Como se ha podido apreciar, ésta última tiene a sus militantes mucho más interesados en el poder y en la administración de ventajas políticas, es decir, está a años luz de la posición altruista, ideológica e idealista de la generación del sesenta, lo que hace de una manera o de otra una posición compleja y difícil en todo aspecto, tanto en la convivencia como en la relación política. 

La convivencia se ve plasmada por distintos estilos y formas de aplicar  lo conocido, ya que la generación más antigua tiene el conocimiento y la preparación, sea esta buena o mala, pero poseen esa ventaja la cual la generación del noventa, por su afán de obtener el control político, sin el contenido de antes, ve a la generación del sesenta como una molestia que no entrega el poder, y a su vez, la generación más antigua critica muy duramente a esta nueva generación mucho más egoísta y poco comprometida por su baja capacidad política e incapacidad absoluta. 

El problema está en que las generaciones más antiguas controlan el poder de la institución y tampoco hacen nada para gestar el cambio que requieren o que exigen a las nuevas generaciones. 

Por este motivo, en base a los testimonios recolectados, se puede afirmar que la relación es bastante lejana, de exigencia y de continua recriminación por parte de la generación más antigua a la nueva, y por parte de ésta última existe admiración y respeto. No obstante, producto de la investigación se puede inferir que también existe una molestia por la forma despectiva en que son tratados. Un ejemplo de ello es la frase de Roque Tomas S., quien dice: “La D.C. pasó de ser un partido nacional y popular, a ser populista y populachero”, aunque no es una crítica directa, es el pensamiento fiscalizador del actuar de las nuevas generaciones. 

Como vemos, la relación de estas generaciones no es fácil ya que no es mirada de igual a igual. La generación del noventa es más criticada y constantemente sancionada, pero sin que la generación del sesenta comparta la responsabilidad de su nula cooperación, ya que los militantes no se forman ni deforman solos. ¿Por qué no asumen la responsabilidad que les compete como generación emergente? 

Difícil de responder, pero la posible respuesta que daremos es que no les interesa, es más fácil mantener el rol de militante sacrosanto y criticar, que formar, reinventar, pues hay mucho prestigio que al parecer no están dispuesto a arriesgar. 

En pocas palabras, en la generación del noventa existe admiración por la del sesenta, pero también permanecen en un estado de constantes o eventuales conflictos producto de sus diferencias ideológicas, las cuales se agravan aún más por sus actitudes. Por un lado se tiene la suficiencia de la generación del sesenta y de su intención de imponerse siempre por provecho de mantener el control del poder, mientras que por el otro lado está la arrogancia de la generación del noventa, que busca el poder por el poder, creyendo que están en lo correcto. Esta última generación choca y recibe las críticas de la generación más ideológica, pero ante el tono de suficiencia y altanería “todo lo hicimos bien”, “Uds. lo hacen mal” se generan conflictos o podrían generarse. 

Por este motivo la brecha existente es demasiado grande e irreconciliable. Aunque no se odian, el enfoque materialista del poder se ha impuesto y ha variado en lo real el accionar político, dejando la soberbia de la generación del sesenta como personas que están hablando de un pasado anacrónico, así como ellos miran despectivamente a estas generaciones nuevas por su poca preparación y mar de falencias, las generaciones nuevas cada vez les obedecen menos, al ir obteniendo mayor poder. De este modo los del sesenta van quedando o sintiéndose muchos como reliquias abandonadas y que sólo se utilizan para la conveniencia propia del que la usa.  

Por lo tanto, el espacio entre ambas generaciones es enorme e irreconciliable, donde ni siquiera últimamente se respeta la experiencia de los fundadores.  

Para finalizar este perfil, apoyándose por la visión de los otros partidos que observan al militante de este periodo más egoísta e interesado en sí mismo, lo que sin duda nos complementa y comprueba nuestro análisis y determina que son sin duda generaciones muy lejanas. 

D.RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS  60-2000 a la actualidad 

La generación del sesenta tiene una relación más lejana y mucho más crítica con la generación actual. Les reclaman por un mayor compromiso, su poca formación, etc., pues la mirada de la generación del sesenta es mucho más dura y despectiva. Si se pudiera graficar la situación se parecería a la de un profesor universitario con su alumno de primer año, un tanto paternalista, corrigiéndolo constantemente y mirándolo desde arriba, ya que en cada entrevista dictaban cátedra al referirse a ellos, sin mirarlos como un militante par, sino que inferior. Queda la sensación de que se sienten superiores a ellos. 

Producto de la soberbia, la suficiencia de la dirigencia política, la mala formación basada en el poder, junto al poco compromiso, el escepticismo e impavidez, además de las otras características mencionadas al describir la generación del 2000 y su antecesora, generan una arrogancia que produce que los militantes sientan que lo hacen lo mejor posible, mientras que la generación del 60 los critica por lo mismo. De este modo se genera la pugna política sin solución debido a que sus diferencias son muchas, pero aún así concuerdan en los puntos básicos más importantes que los mantienen unidos, en donde los líderes antiguos llaman a usarlos, y las generaciones nuevas las usan si es que les conviene, un cambio radical del idealismo a la conveniencia que provoca un desentendido. 

En este escenario nos encontramos con una brecha abismante, difícil de zanjar y de resolver, ya que esta generación quiere poder, pelea por los espacios que no posee y que quisiera, debido a que tiene cuatro generaciones más arriba. Además para los miembros de la generación del sesenta el poder era para conseguir cambios, en cambio para la generación de ahora, según los entrevistados, es para atesorarlo. Una notable e importante diferencia. 

La visión de los representantes de otras corrientes es muy parecida ya que ven a este militante, y al partido en general, muy lejos de la gente. Lejos de aquella representatividad que le daba la esencia al milititante, y en reemplazo busca el poder, confirmando una vez más lo analizado. 

E. RELACIONES CON LA GENERACIÓN DEL 70. 

Ya se vio la relación de esta generación con la del 60, pues ahora esta generación como la más cercana a la del sesenta tuvo que interactuar con las demás.  

Los integrantes de esta generación, además de la buena formación que heredaron, aprendieron a luchar políticamente producto de la coyuntura del país, lo cual los obliga a crear sus futuros militantes, en aquella lógica, siguiendo esta mentalidad, este militante privilegia sin ninguna duda a la lucha política, creando de algún modo una relación dependiente, casi de cliente con la del ochenta, puesto que ellos son los cerebros, los del ochenta sus soldados, su mano de obra si queremos ser despectivos.  

Como consecuencia de esta relación, existe mucha cercanía y cordialidad, pero con la labor de pelea casi definida y predeterminada, sin indicios de una profunda amistad. Es una relación que no es de tú a tú ya que en cada entrevista se considera importante esta referencia, pero con los protagonistas del ochenta no hay motivos de ensalzamiento, hasta se les baja el perfil, de algún modo se consideraban a estos poseedores de un rol inferior. Por ejemplo, con la frase que dice: “Ruiz De Giorgio, fue el secretario ejecutivo del comando de campaña, Roque Tomás Scarpa, Joaquín Courtze, Cosme Crema, Juan Morano, dirigentes vecinales, etc., las mujeres del partido un gran trabajo, la juventud muy comprometidos. El partido se revitalizó, todos los días 40 ó 50 personas entraban y salían, había un trabajo político muy fuerte” 

Esto permite interpretar que el “gran trabajo” de la juventud no fue el que ellos esperaban y tampoco fue compensado con la formación adecuada, lo que origina que los miembros de la generación del ochenta se sientan postergados e utilizados. Aunque en las entrevistas el discurso oficial lo entiendan como su rol en ese momento, es cierto y no menor que también buscan una identidad que no han podido completar, además desean obtener poder y participación como lo esperaban, lo cual no se ha completado hasta hoy. 

En este escenario la brecha y el espacio entre ambos es de un respeto, pero con una rivalidad y rencor muy ocultos. Ambas generaciones comparten espacio, y aunque no se reconozca la importancia y diferencia de una con otra, mantienen una disputa ya que unos son la base de la lucha política y reclaman su importancia, mientras los otros la ven despectivamente y no le dan espacio para desarrollarse. 

Por lo tanto, en esta arena de lucha soterrada entre ambas, su espacio de diferencias que era de una generación formadora a generación formada, se diferencia aún más por las disputas de poder, las cuales buscan no sólo derrotar al contrincante, sino que ganar espacios generacionales. A pesar de la afinidad, el deseo de poder de los militantes del ochenta, como modo de reivindicación justa a sus sacrificios, los ha ido alejando. 

F. RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS  70-90 

La relación entre estas dos generaciones es lejana, con continuas críticas acerca de la posición de interés político individual por sobre las bases ideológicas, y la poca lucha y compromiso político-social de estas generaciones que buscan su interés personal por sobre cualquier otra cosa. 

Su interacción es muy especial ya que la generación del 70 busca entregar recetas y constantemente intenta entregar lecciones de cómo se deben hacer las cosas para encausar la nueva actividad política de “otra forma” ya que consideran que esta generación apática no está interesada. Por esta razón, la mirada que tienen los miembros de la generación del noventa es de tristeza y resignación, ya que son vistos como militantes incapaces, y como consecuencia no se les entregan grandes espacios de acción política, generando indiferencia e ineficacia de las actuales generaciones ya que su sub valoración que desde cierto punto como hemos visto es real ya que carecen y adolecen de muchas cosas, también no existe ninguna voluntad de roles guía y formadores lo que genera desaliento e indolencia de las nuevas generaciones. 

Por ello podemos ver que la indolencia y la poca preparación le han dado a la generación de los noventa pocas oportunidades, por otro lado la generación del 70 no confía en ellos, lo que hace difícil una relación fluida que se transforme en buenos resultados. 

Se  puede sacar por conclusión de la generación del noventa que es muy critica, pide espacios, pero no aporta ni desarrolla nada, sólo la acumulación de poder y intereses personales, se comprometen con quienes se los den, sólo cumplen un rol logístico a diferencia de la de los ochenta  que lucharon, esta ultima generación  no fue creada para ello, ni para otra cosa que no sea la disputa de poder interno, formando parte de uno y otro sector, buscando sus propios intereses, es por ello que se sienten sub valorados, quieren su espacio, pero no saben como lograrlo, reciben las cantantes criticas de los del setenta, pero ellos tampoco guían ni se acercan, sólo toman una actitud de molestia y desapruebo hacia ellos, les dan pocos espacios de acción política para operar, sólo labores logísticas por nombrar algunas. 

La brecha que hay entre las dos es grande, sus estilos son muy distintos, las vivencias del pasado también, para muchos militantes actuales son indiferentes, además no manejan los mismos códigos, ya que su interés por el poder es más fundamental que los de la década del setenta que aún están vigentes. 

Los entrevistados nos dan una visión pesimista de esta etapa, de la falta de compromiso, etc., mientras que el militante de este periodo la ve como algo normal, de lo que se vive en estos tiempos, donde el poder y sus intereses están primando, ya que este militante actual ve eso como lo mas importante, no es orientado hacia otros caminos, así se generara un espacio abismante, esta generación no esta orientada, sólo criticada, los de la década del setenta no asumen su responsabilidad, disfrutan del poder, que igual los afecto, por ello no tienen credibilidad, tampoco han sido capaces de compartir sus conocimientos, ambos no logran entendimiento. 

G. RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS  1970-2000   a   la   actualidad 

En este caso la relación es compleja, por la sensación de los entrevistados, sería la etapa más mala ya que no es solamente el problema del interés por el poder, sino que también la poca iniciativa y desorientación, sobre todo criticas al rol de las generaciones anteriores. 

El militante del 70 cree de alguna forma que heredo  la manera  de hacer política y de alguna forma podemos concluir en sus testimonios que la generación actual no sólo no es como ellos, sino que da la impresión  que a dilapidado, mas bien destruido lo anterior, les traspasan la responsabilidad a ellos, cuando es bueno decir aquí con toda responsabilidad que todos son responsables de las actuaciones políticas, sobre todo los lideres que pertenecen a las etapas anteriores, ellos son los que se han lavado un poco  las manos con sus opiniones ya que la pregunta atingente es ¿Qué hacen para cambiar la situación?, por lo visto no mucho. 

La generación actual por lo dicho en las entrevistas al parecer no le preocuparía lo que piensen de ella, esta mas interesada en como sacar a sus antecesores que estarían enquistados, o simplemente se conformarían con lo que les toca, pero en si esta diferencia sólo hace que la militancia se confunda, sobre todo en esta etapa del 2000, donde no hay identidad definida, por lógica agrava mucho mas las diferencias, a esta altura el militante de esta generación tiene ideas años luz de los anteriores, que hace que esta brecha sea abismal, que el poder y sus dividendos son lo único importante para ellos, generando muy pocos puntos de acuerdo,  que para que esta generación los tenga debe eliminar a las anteriores y eso es casi imposible. 


Estas generaciones son muy cercanas y están ligadas estrechamente, la primera debía formar a la segunda, pero dentro de su lógica no pudo entregar una formación ideológica, si de trabajo, que de alguna manera creo no sólo una generación sin contenido, sino dos, ya que de formación política no se hizo mucho, es mas el interés por el poder que de la generación alumna, pero aun así la generación del ochenta trata de entregar su contenido social y de masas, pero sin mucha ideología. 

Lo que a la generación del noventa toma, pero no aceptando sus continuas soberbias y desagravios, opta por tomar su formación política “a su pinta” se lo denominamos coloquialmente, lo cual se ve en la frase “existe poco compromiso” dicho hasta la saciedad por las otras generaciones. 

Esta es la parte mas grave ya que quizás la brecha con las otras generaciones puede ser entendible, pero entre estas dos generaciones es muy amplia  para la cercanía que tienen, y en un lapsus  de diez años la gente cambia, pero las  mentalidades no evolucionan tan bruscamente, por ello que estas dos generaciones están o deberían estar por lo expuesto en las entrevistas en continuos roces, básicamente por intereses de poder y espacios, donde unos no son capaces de darle la oportunidad a otros y no querer demostrarse capaces de hacer cambios por el contrario se aprovechan y denigran el sistema aún más. 

I. RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS  Relación 80-2000 a la actualidad 

La posición de estas dos generaciones es muy confrontacional , por un lado la generación que ganó la democracia tiene espacios de poder, pero no ha llegado al poder completamente, en los puntos anteriores explicamos el porque, lo cual los hace mirar no sólo como inferiores, sino como competencia a esta generación,  la que a su vez busca plantearse, desarrollarse para alcanzar importancia y poder, pero no puede, ya que no tiene tampoco las herramientas adecuadas ni la preparación para  hacerlo como ya se  digo anteriormente al describirla. 

Pero a pesar de ello esta generación tiene la intención de enfrentar la autoridad de sus antecesores, en especial a la del ochenta, criticándola, no obedeciéndola e incluso desafiándola, lo que en sí molesta sobre manera a esta generación. 

Sin duda a pesar de que los entrevistados no lo dicen abiertamente y al ser muchos de las generaciones más antiguas, podemos interpretar que este desafió de autoridad es el que tensa la relación, ya que no se hacen las cosas como ellos esperan, además las nuevas generaciones cuidan intereses personales, que hace muy difícil la relación, ya que estos militantes nuevos no los escuchan, toman sus propias decisiones, por lo tanto su dialogo no es tan fluido como en periodos anteriores. 

También sería muy arriesgado decir que los nuevos usan como espejo a estas generaciones, pues son tan autosuficientes que solos se bastan así mismos, es la impresión que tienen muchos de los entrevistados. 

La brecha entre estas generaciones es alta por lo manifestado por los consultados, las  opiniones de las generaciones posteriores es muy negativa, unos quieren que estos actúen más políticamente, que estén mejor preparados, pero los ven de manera inferior y despectiva, por esta razón los del dos mil buscan sus intereses particulares, construir su propio camino en la política basado en los intereses personales, los cálculos etc., alegándose, dejando de lado consejos, desiciones de generaciones anteriores simplemente no los toman en cuenta, o según lo expresado por los encuestados no se sienten tomados en cuenta,  lo que genera una ruptura difícil de solucionar. 

J. RELACIÓN GENERACIONAL ENTRE DÉCADAS 90 - 2000 a la actualidad 

Estas generaciones son una línea muy conectada a la otra, no tienen gran formación política, comparten características que describimos anteriormente, buscan ambas el poder, pero la primera esta mejor posicionada que la segunda, que requiere de una orientación que la generación del noventa no puede darle, como es cuestionada, pero no guiada por las anteriores generaciones, opta por seguir su camino hacia el poder, lo mismo que su generación predecesora, como ellos entra en una competencia por los espacios, por la administración del poder político del partido, por los pocos espacios que tienen a disposición, estando muy lejos del poder controlado por las generaciones del 60-70  y los ochentenos, que a golpes se han posicionado en la disputa interna, lo que  los deja con muy poco margen de acción política. 

Por lo tanto, la brecha que existe entre ellos es muy corta, lo que los hace a fines, los más cercanos en teoría y esa cercanía se quiebra cuando ambos disputan los mismos espacios y se transforman en rivales, lo cual tensiona el accionar político interno. 

Para finalizar esta parte es bueno entender la relación entre las generaciones ocupando la descripción de la visión de los demás partidos políticos, que de alguna forma entregaron indirectamente la visión de los militantes y sus generaciones, donde claramente se podía reconocer una estructura piramidal por la relación y brechas entre ellos. 

Los militantes del 60 y 70 son los más preparados, con vocación política, especialmente estos últimos que lograron combinar su formación política con el movimiento de masas y la lucha política, que es reconocida, criticada por su rol en contra de la U.P., pero que son la base de las estructura política de este partido, estas generaciones son muy distintas, lejanas a la generación de lucha de los ochenta y los intereses de poder de los 90 y 2000, unida a su desorientación, escasa formación, lo que provoca que la base fuerte no concuerde con los demás baches y desconexiones de la construcción, lo que genera una pirámide endeble, frágil en la parte superior, si fuera edificio, sus  cimientos serian buenos, pero los pisos de arriba habría que modificarlos.  

Esto se concreta al exigir mas a los  D.C. actuales, que retomen su rol para que arreglen estas falencias, que en el futuro sean más homogéneos los militantes, que como lo dijeron los entrevistados, concordando con nuestra opinión el militante no es homogéneo, ni tendría que serlo, sólo pedimos seguir ciertos principios básicos de funcionamiento, determinados por los inicios de este partido, que en palabras de  todos  los entrevistados no se están cumpliendo, por esto esta desigualdad interna que es obvia, en vez de solucionarse, empeora. Por falta del dialogo, flexibilidad, vocación política, en la cual todos concuerdan, que en los ultimas generaciones prácticamente no existen.

 

Nelson Leiva Lerzundi
Cientista  Político
Celular: 982839785

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viernes, 20 de abril de 2018

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CONCEPTUALIZACIÓN DE LAS ETAPAS


CONCEPTUALIZACIÓN DE LAS ETAPAS.


Después de este análisis y descripción de las etapas de la influencia del P.D.C. desde sus comienzos hasta la etapa donde interviene con nebulosas, sin ser el protagonista principal, pero sí importante, cabe destacar que cada una de ellas tiene un concepto madre que describe las formas de actuar y ánimos del P.D.C. que de algún modo son el motor de su actuar político.
En el periodo de origen y auge, donde este partido se preparó para llegar al gobierno,  periodo de cuatro años, la palabra clave antes de llegar al poder, antes de crear e institucionalizar mecanismos de influencia, fue  organización.

Al ser un partido aparentemente joven e inexperto, se acercó a los cargos de poder y necesitó tener una disciplina, a pesar de las diferencias internas, consiguió los objetivos  trazados, esto le permitió llegar a las elecciones del año 1964 y se plasmó con la victoria presidencial de Eduardo Frei M.

Anteriormente, en el gobierno de Frei esta disciplina sigue existiendo, siendo la palabra clave de este periodo, consolidación. Aquí, el partido da a conocer su proyecto, lo lleva a cabo, genera, crea, instala e interviene en toda la sociedad incluyendo la región de Magallanes los mecanismos ya vistos, generando así el concepto  de institucionalización, causando con ello cambios profundos, reformas sociales, lográndose así la mayor utilización y grado de  influencia.

 Luego, en la época de la U.P. se disputa la influencia y el poder, manteniendo una competencia ideológica y política a extremos, aquí los conceptos claves son defender y preservar  conceptos que representaban el rol ejercido en esa época para defender sus intereses y preservar su obra .,
Con el paso del tiempo se siguió manteniendo las características anteriores, unas más desarrolladas que otras,  pero siguen operando la disciplina y  la organización, tal vez menos rígida que antes, pero efectiva, hasta las rupturas M.A.P.U. e Izquierda Cristiana.

Aquí actuaron duramente, sin duda, jugaron junto a la derecha política un rol fundamental en el quiebre de la democracia y del gobierno de la Unidad Popular
Durante el Gobierno Militar  puede entenderse como una experiencia beneficiosa, manteniendo un cierto orden , la consolidación y la institucionalización de su proyecto lo que le permite cambiar y enfrentar un nuevo sistema político, ser un partido necesario para la toma de decisiones en la región y en el país y más adelante  defender, preservar, cuidar su obra y sus intereses políticos los que  se mantienen a grandes rasgos, pero  sometidos a cambios de la dictadura, sin embargo, logran mantener viva estas características pero deforman su esencia, lo que hace muy difícil la posición del P.D.C. tanto en la región como en el resto del país. Este periodo hasta el año del plebiscito podríamos caracterizarlo teniendo como característica los conceptos de organización y combate.
Durante el gobierno de la U.P., el P.D.C. vivió una batalla ideológica  que terminó en violencia. En la época de dictadura vivió una batalla  por la democracia, por la libertad, donde en la región de Magallanes al igual que en el resto del país se usó como  principal arma político ideológico los caminos de politización, de protestas, dando  énfasis a la organización política, denunciando, ganando espacios junto a sus aliados ante la dictadura, lo que trae consigo un descuido en la formación ideológica y en la formación  política ,llegando así al plebiscito con una gran victoria, que  genera que se desentierren pos conceptos o ideas de fuerza anteriores, preparándose así para aplicar y administrar su creación de antaño. Aquí el  gobierno se encontró con cambios en la estructura, esta no era idéntica, eran los cambios de la dictadura .En este periodo  los conceptos más  importantes son inexperiencia política y adaptación.
 
En el último periodo donde la influencia es compartida, pero con predominio de los aliados,  entendiendo que muchos conceptos esenciales de etapas anteriores se dejaron de utilizar por la coyuntura, como es el caso del combate, los otros siguen interactuando, otros se perdieron  definitivamente como la organización y disciplina, lo que a mermado su posición actual de partido, y  gráfica esta última etapa con la idea de reorientación, basada en la idea de volver a  la esencia y a los orígenes, lo que todos los entrevistados  en su gran mayoría lo dicen, junto con la reorganización y disciplina que en si servirían para reinyectar de ganas y energía a la visión de los militantes de un partido en crisis, de los adversarios que lleven mucho futuro e importancia, estos conceptos serían según lo expresado aquí la base para retomar la fuerza y el primer plano de antes, para pasar de ser importante a fundamental para la región como antes, reorientación, para que sepan a donde van, que es lo que buscan y quieren, reorganización, volver a organizarse en busca del objetivo propuesto,  tener un respeto y estabilidad institucional. Siendo los conceptos más importantes gobernabilidad y representatividad.

Gobernabilidad 

En la  región el P.D.C. ha sido un actor importante,  ya sea como  oposición  o como gobierno, sólo o acompañado, en el parlamento, en municipios, en las estructuras públicas e incluso en  dictadura manteniendo funcionarios activos, estando  en cargos políticos y en la administración del Estado entregando relativa estabilidad, con relativo éxito, reconocido incluso por opositores, lo que es el principal capital político  de esta agrupación, que es lo que le ha permitido proyectarse  enfrentando  distintas realidades en diferentes tiempos.

Finalmente el concepto de representatividad se limita simplemente a buscar volver a sentirse la voz ciudadana que es lo que más ha perdido, generar la sensación, la capacidad de hacer participe a los ciudadanos de sus decisiones y que este partido sea su voz.  

Estas dos ideas son las que grafican todos los años de la influencia del P.D.C. tanto en la región como en el país, un partido que dio estabilidad  y gobernabilidad, que representó a la ciudadanía y que debe  reorientarse  para lograr nuevamente los éxitos de antaño.


Características por décadas de los miembros del P.D.C.

 
A.    Descripción y caracterización de la generación del 60.

B.    Descripción y caracterización de la generación del 70.

C.   Descripción y caracterización de la generación del 80.

D.   Descripción y caracterización de la generación del 90.

E.    Descripción y caracterización generación  2000 - 2010

 
En base a los criterios de:

·       El momento de ingreso al partido.

·       La visión general que se tiene del periodo.

 

 

A. GENERACIÓN DE LA DÉCADA DEL SESENTA.


Entendiendo que esta década es una de las más trascendentes de la historia política del siglo XX, Magallanes no estuvo ajeno a ello, ni el P.D.C. tampoco. En estos diez años que abarcan las etapas de origen, auge, influencia creciente, es importante tener en cuenta los dos puntos ya nombrados, su ingreso, la visión que tienen de ello y la visión general de todos los demás.

El militante demócrata cristiano de esta década  entra por tradición familiar, acercamientos de amigos y relación con sectores religiosos, un leve grupo de formación autodidacta, estos últimos llegan por interés propio, si le sumamos la importante imagen del líder Eduardo Frei que genera un  grupo de militantes que nace en Magallanes de una manera sutil, muy callada y que poco a poco se empieza a consolidar como una organización política propiamente tal, logran una estructura, formando con el paso del tiempo una institucionalidad.

Además con un alto sentido del compañerismo y lealtad que un partido chico sabe tener, el que se forma complejo con el tiempo, sobre todo a finales del 60 y a comienzos del 70,donde las disputa por el poder primó más que cualquier otro principio. 

Sin duda el ingreso a este partido en los sesenta, podemos ver que se presenta altamente idealista, más bien ingenuo, se sigue a un líder o lideres como Eduardo Frei, idealizando sus conductas, determinando la de los seguidores a las necesidades de la institución, que el militante o simpatizante buscaba, los cambios radicales, la libertad etc., lo que los ideales de la época promulgaban, por ende las características se relacionan con la actualidad presentada en la sociedad y en la región donde era necesario al parecer una renovación dirigencial que no se había producido hasta la fecha.

Visión del periodo.


Una forma de analizar la década del 60 es viendo las características de los militantes las que generaron la forma de actuar del partido:

 ·           Alto nivel de compromiso

·           Un gran idealismo

·           Conciencia social

 

a. Nivel de compromiso
 
En esencia los militantes en este periodo se sentían parte de su agrupación, tenían una visión optimista del futuro y de los objetivos a conseguir, seguían ideas y postulados claros, buscaban de algún modo cumplir y entregar valores tanto interna, como externamente. La mayoría de los entrevistados opinó que en esa época los militantes del P.D.C. en Magallanes tenían la sensación y convicción de responsabilidad, de decencia política, y a pesar de las disputas y ambiciones que podían tener está  se representaba como una idea fuerza de comportamiento, ya que primaba el actuar bien, el compañerismo, la auto fiscalización,   donde la intención de “Cumplir” era muy relevante e importante, según Lautaro Poblete,  que remarcaba muchas veces la búsqueda y la fiscalización permanente de cumplir lo prometido, él lo explico de la siguiente forma, Durante el gobierno del presidente  Eduardo Frei nosotros exigíamos a los camaradas que cumplieran el programa, ahora quien se preocupa de eso, nosotros estábamos encima del camarada para que este cumpliera su obligación y si no lo hacía lo sancionábamos”.

Sin duda, esto muestra que en este periodo los militantes de alguna manera se hacían y eran responsables de sus actos políticos con auto fiscalización, además se establece un alto grado de participación política, donde el militante tiene espacios donde expresarse y lugar para desarrollar sus intereses políticos.

Su estructura social es heterogenia,  traspasa de alguna manera las clases sociales, esto se va confirmando y ampliando a lo largo de la época, con las reformas sociales que se efectuaron en su gobierno lo cual los acercó más a las clases populares y se afianzó  en la clase media, generando que sus militantes se identificaran con los problemas de la sociedad y pudieran intervenir activamente en sus soluciones e influyeran en convertir en alternativa política a su agrupación.
 
Los militantes de este periodo se sentían cercanos entre ellos, unidos, con objetivos comunes, se planteaban una alternativa nueva, lo que para hacerse realidad debían trabajar mancomunadamente, de palabra y acción. 

El hecho de que sea una agrupación que en su mayoría ingresa por lazos familiares, permite que el militante tenga valores políticos y religiosos, ya que la cristiandad y la militancia de los padres, genera que los hijos se vean influenciados, cercanos a la doctrina política.

Los militantes tenían una amplia formación doctrinal, citando las encíclicas como Renun Nobarun, cuadragésimo año, a teóricos del social cristianismo, donde la preparación y formación política era profunda, con la intención de tener a un militante listo para la coyuntura, para la competencia política y esto en particular ayudado para generar distintas ideas y formas para que este partido y sus militantes se posicionen cada vez más. El militante de esta época se sentía con la necesidad de comprometerse con una causa que estaba cercana, en su gran mayoría a valores familiares, entendiendo los deseos de libertad y cambio del mundo existente,  su familias eran cercanos a la iglesia católica, como personas individuales buscaban cumplir sus expectativas de cambio de mundo, cambio de  conciencia social sin caer en las formas muy poco doctas que en esos tiempos  perseguía y difundía la izquierda tradicional. 

Esto los lleva a sentirse parte, a hacer suyas estas ideas, especialmente a toda una generación de estudiantes, profesionales, jóvenes de población, adultos, quizás por primera vez sienten un gobierno cercano, por eso lo sienten suyo, ayudan a su formación y llegada al poder asumiendo muy comprometido con muchas expectativas e ideales .

b. Un gran idealismo
 
Entendiendo que los  militantes de este periodo sentían como suyo lo que ocurría  en  el interior del partido y en el quehacer político en general, con un alto grado de vocación de servicio, con  visión de búsqueda del bien común, trayendo consigo o como consecuencia, que vivían un periodo de altas expectativas políticas, donde se buscaba de alguna manera concretar ideas o ideales muy claros o lejanos en algunos casos, que trae consigo  la disciplina, entrega total y un sin numero de conductas donde los militantes de este periodo se entregan para lograrlo.
 
Si uno analiza cuidadosamente las declaraciones de la mayoría de los entrevistados, existe una evidente exaltación del periodo, de sus ídolos políticos, si les puede llamar así de alguna manera, donde los errores, autocríticas, sólo pueden ser vistas y justificadas con el paso del tiempo, después de una reflexión de varios años. 

En general en esta época los miembros del partido buscaban cambios radicales, es por ello que “la marcha de la patria joven” como se llamo la consolidación y la llegada al poder de FREI y el P.D.C. ,en este tiempo sólo reflejó y concretó las expectativas de estos militantes jóvenes que buscaban la formación de una sociedad más justa.

 Esto demuestra que existían convicciones que podían coexistir con ambiciones personales, no obstante entender y dejar en claro que estas siempre existen, pero en este periodo se controlaban, eran capaces  de buscar el bien común. Jaime Lorca protagonista de épocas posteriores,  los ve  “Firme en sus postulados” y por eso explica su ingreso “primero porque formo parte de sus postulados, pero me sentía cerca del humanismo y el cristianismo”.

Aquí se reconoce que existía un comportamiento ligado a los principios cristianos y a las reformas a los problemas sociales que tenían la gran mayoría de sus militantes además de la coherencia en el discurso en muchos de ellos pero, estos militantes querían hacer cambios muy rápidos, pero se les hizo muy corto el tiempo y trataron de abarcar mucho y no dieron a vasto en muchos temas, pero a pesar de ello en la región de Magallanes lograron jugársela por tratar de llevar a cabo su proyecto. 

c. Conciencia social

El militante de este periodo tiene una visión donde el ser humano y sus problemas son relevantes, en si todos los mecanismos tienden a obtener una cercanía, un grado de identificación que permita una participación de la ciudadanía que en este período es el pilar y el motor de funcionamiento de todos sus militantes al crear formas e incentivar las organizaciones sociales.

Sin duda que la militancia al tener su convicción muy clara , pudo acercarse a crear lazos que permitieron que  formara parte de la sociedad, que entendiera los problemas y creara las posibles soluciones, además de entender los conceptos de solidaridad, compañerismo, que de alguna manera traspasaban estos militantes como imagen al resto de la sociedad, lo que de alguna manera transfería, generaba confianza y así lograba crear una identificación, dar soluciones reales a sectores tradicionalmente humildes, como el campesinado y otros, donde de alguna manera tocaron seriamente por primera vez sus problemas. 

El perfil del militante de este periodo se puede analizar como un conjunto de personas con una gran vocación, voluntad política, de servicio, ideas y valores políticos claros, tanto doctrinal como éticamente, donde al margen de las disputas mezquinas que siempre existen se privilegiaba el deseo o el bien general del partido y de la región. Además de tener ideales claros como igualdad, fraternidad, buscaban cambiar la sociedad en que la vivían, formar una escuela, trasmitir a los militantes y a la sociedad en general este estilo hasta consolidarlo e institucionalizarlo.

Este perfil se ve identificado por muchos hombres que fueron los pilares, en este periodo se destacan:  

Mateo Martinic M., uno de los fundadores, guía de los que pusieron las primeras piedras, posteriormente,  Lautaro Poblete uno de los líderes que consolidó este partido, el mejor ejemplo de su trabajo como formador es expresado a través de sus propias palabras: “Posteriormente comencé a constatarme en terreno con un grupo pequeño de militantes demócrata cristianos dentro del petróleo”, ambos representaron esta visión de empuje, sacrificio, y compromiso del demócrata cristiano de esos años.

 B.  GENERACIÓN  DE  LA  DÉCADA DEL SETENTA 

Este período que abarca los años de oposición a la Unidad Popular, de oposición a la dictadura hasta el año ochenta, en la etapa de posición inicial indecisa, luego opositora que genera lazos y una organización que se concreta el año ochenta, en este lapsus de tiempo podemos decir que el militante del P.D.C. sufre transformaciones que van complementando, que sin duda se caracterizan:
 
1.-    Un militante con conciencia del poder, disciplinado y organizado.

2.-    Un  militante dispuesto a la lucha de ideas, también al combate.

3.-    Empiezan a verse los primeros baches disciplinarios.

4.-    Características virulentas que generaron impotencia después del golpe,

5.-    Militante desorientado y deteriorándose en su formación.

6.-    Sigue ciegamente a caudillos.

Estas características que abarcan los setenta nos demuestran que este militante buscaba una identidad y posicionarse como un ente propio sin ser la sombra de sus formadores de la etapa anterior. 

1)  Militante con conciencia de poder disciplinado y organizado  


El militante de este periodo, a pesar del quiebre de inicio de los setenta y finales del sesenta, no fue tan relevante para los entrevistados en su globalidad, pero sin duda son hechos que han dejado cuentas pendientes, que no se han dejado clarificar, pero de alguna forma podemos pensar que es la merma y la imposibilidad de poder tener un segundo gobierno. Al margen de esta situación, el militante de este periodo tenía claro que su partido y su rol era mantener y cuidar de la obra ante los peligros de que otra planificación global desmantelara, todo lo bueno que lo llevó a actuar en el aparato público,  privado y  social, de la forma que más le convenía, para poder conseguir el posicionamiento de su partido, el de él en particular, teniendo claro que manteniendo una organización rígida y estable podría lograr sus objetivos, siempre comprometido con la defensa de los intereses, valores y postulados de su partido.

 Resultando, en el ejercicio del poder y en el uso de mecanismos para la mantención  (mantener y mantenerse a ellos y al partido) en los primeros planos, consiguiendo así manejar los resultados y las instituciones a su favor con el fin de generar identidad y ser obstáculo político.

Mediante su organización, en general disciplinada, con conciencia, manejo de los tiempos políticos, enquistados en muchas partes del Estado y en la sociedad, generaba que el militante de esta época abusara y usara su poder para posicionarse y generar trabas que eran necesarios para el gobierno y el país. 

En resumen, este militante usaba el poder del partido para crear efectos políticos, mantenía un orden y una estabilidad armónica para fortalecer el papel en la oposición, mantenía una organización muy estructurada que le permitía estabilidad y seguridad en sus decisiones, de algún modo debía luchar y mantener lo construido por el bien del país, lo que lo hace comprometerse más y respetar la estructura que estaba muy firme y vigente. 

Como Víctor Low y los dirigentes secundarios, más toda la organización social que se produjo posteriormente son el ejemplo mediante el cual este partido y su militancia en la época tomaron su actuar político.

2) Dispuesto a la lucha de ideas y también al combate. 


El militante de este periodo, que abarca dijimos la influencia disputada y la compartida, en parte se vio obligado a tener un comportamiento no sólo político partidario, de lucha ideológica, electoral, social y política, sino que por resultado de la polarización política del periodo y la deslegitimación del sistema político por todo los actores protagonistas de la época, el militante de este partido no sólo entró a la política contingente con los mecanismos comunes, sino que producto del espiral de violencia política ,los militantes consideraron legítimo el ataque a sus enemigos, en un intervalo social donde se resaltaba el afán por la destrucción de los oponentes más que por su sencilla derrota.  

Al convertirse todo los temas políticos como relevantes y la disputa política llegar a todo los planos, los militantes además de mantener el diálogo, dentro de lo que se puede el ritmo democrático, también se estaba preparando para una lucha no ideológica si esta ocurriese, porque el militante además de su formación ideológica política debía estar preparado para escaramuzas, motines, e incluso para ser agresivos. Por ende grupos de choque y de defensa personal, como karate y otros métodos, empezaron a determinar y a validar el hecho de que no sólo bastaba con la formación ideológica y política, sino que el militante del periodo también debía manejar las herramientas bélicas para imponer su posición. 

En general, el militante de este periodo no está de acuerdo con la filosofía de la nueva planificación global en el poder, siente que no es la solución para su región, y aunque se provocaron divisiones internas, la simpatía global del militante no era clara, más bien eran sus rivales trasformados en enemigos políticos los que en todo los planos debían derrotarse. 

El militante del periodo debía evitar el ejercicio del poder con comodidad y crear inestabilidad e inmovilismo, lo que desde todas las áreas donde se encontrara tenía el poder y era capaz de usarlo, tenía conciencia de su importancia y la hacía notar,  cosa que lo dejaba en buena posición para tomar desiciones, dispuesto a hacer cambios y dejar en jaque al rival.

Por este motivo el militante de este periodo aprende a combatir en política, no conoce el sistema político sano, lo cual de a poco pasa a tener una buena formación ideológica con raíz combativa y agresiva, la que no posee la anterior generación. El objetivo del partido es importante, los principios también, pero este militante pone la competencia política en términos maquiavélicos, el fin de derrotar a la U.P. era esencial sin importar los costos, lo cual pasó a ser esencial desde aquel momento en adelante, hasta que tal tendencia se modera un poco en el régimen militar, pero derivando en un deterioro de formación.


El militante de este periodo sin duda vive periodos complejos, ya que su aceptación por algunas alternativas de U.P. que derivan en el M.A.P.U. y en la Izquierda Cristiana. generó duda en sus convicciones, que se trasformó en mayor agresividad y búsqueda de desarrollar una oposición más dura, graficado un poco por el estudiantado que después del golpe militar trata de que todos los militantes vuelvan a recuperar las antiguas posturas con las que habían derrotado a la U.P., pero esto no se logró, generando nuevos debates y disputas internas de reposicionamiento. 

De alguna manera se puede decir que el militante de los setenta pierde la homogeneidad, por los hechos posteriores al golpe se refugia en grupos afines para protegerse y actuar, rompiendo el espíritu homogéneo que existía hasta el momento y el cisma de principios de la década no sólo institucionaliza esta característica, sino que marca la pauta de las acciones futuras, ya que ésta es una característica del militante que se mantiene hasta hoy. 

4) Características virulentas que generan impotencia después del golpe. 


A pesar de que la dirigencia fue opositora a la U.P., también negoció y entró en diálogo, pero en el caso de las bases no había esa intención en todo el aspecto social y ciudadano. Lo que se buscaba era enfrentar, derrotar o destruir al enemigo, especialmente los estudiantes y en los sectores ciudadanos vecinales.

Donde aún se recuerdan y se narran los hechos con odio, lo que sin duda a los militantes de este periodo los hacía reaccionar, “violencia generaba mas violencia por ejemplo: hasta el presidente de curso se elegía por razones políticas”. Esta frase de Miguel Sierpe sobre los militantes base, listos para la lucha, es sumamente representativa desde el punto de vista, que el militante de este periodo, con el afán de mantener el poder y la influencia del partido, actuaba defensiva y agresivamente, pues el sólo hecho de prepararse en artes marciales da a entender que la cultura agresiva era aceptada y ilegitimizada. 

Esto genera que el actor político de esta época, militante del P.D.C.,  pase a ser agresivo para imponer sus términos, por ende, genera inmovilismo, frustración al no imponerse ante el adversario político convertido en enemigo. Se genera impotencia al ver la incapacidad política y como consecuencia la frustración del militante de este periodo, sumándole el quiebre democrático que terminó institucionalizando esa incapacidad de imponerse como oposición y no madurar como una generación exitosa de militantes como la anterior.


En este periodo el militante empieza a ver que las cosas no estaban funcionando como las autoridades militares habían prometido , por ende la operación clandestina que de alguna manera mantuvo al partido intacto institucionalmente dio algo de autonomía a las bases que no sabían como enfrentar esta nueva realidad, quitándoles la armonía de funcionamiento, los empieza a atomizar  a desorientar en los caminos a seguir, deteriora el perfil del militante ya que su formación es de acuerdo  con el grupo de mayor afinidad o en el que puede actuar o participar. Además se suma el sentimiento de culpabilidad  por su papel en  la U.P., que unido a este actuar atomizado lo hace acercarse a las bases de la  ex U.P. e iniciar contactos, generando que el militante de este período defienda los derechos humanos afectados por la dictadura y la democracia, pues de algún  modo se interpreta que asumen responsabilidad por lo ocurrido, lo cual en la región los lleva a tomar con el paso del tiempo un papel importante en la lucha por la democracia ya que al perderla la valoraron más y entendieron su importancia al margen de intereses políticos. 

Como resultado del funcionamiento clandestino la formación política ideológica existía a pesar de de la prohibición política, pero poco a poco este militante debió pasar a aplicar su conocimiento anterior de lucha política como principal arma, porque  se debía luchar contra la dictadura, lo cual convirtió las ganas de luchar y protestar como  las intenciones más relevantes, mientras que la preparación ideológica sólo era importante, pero no tan necesaria, al menos hasta recuperar la democracia que el militante de esta época busca por convicción ideológica y un gran sentimiento de culpa.

Miguel Sierpe expresaba: después de la polarización política pasaron a la prohibición absoluta” no actúan juntos, pero con el paso del tiempo se van acoplando.

Nos demuestra que los militantes del periodo cuestionaban su real participación, no por derrotar al socialismo o al marxismo, sino porque en ese afán ayudaron a un quiebre democrático. 

6) Siguen ciegamente a caudillos. 


A lo largo de este periodo los militantes del P.D.C. en la región siguen a varios líderes en la clandestinidad y en la posterior reorganización, pero con el paso del tiempo se van acoplando y trabajando con mayor coordinación. Nombres como Lautaro Poblete, Roque Tomás Scarpa y otros, actúan, dan a los militantes que los seguían con disciplina, formas de actuar y operar, Esto trae además un escenario en el cual muchos fueron víctimas de los abusos políticos de la época, pero aún así los militantes entendían el contexto y  seguían con  disciplina  el trabajo iniciado.  

Sin embargo, aún con este trabajo caudillesco, la formación no mejoró,  el militante  empieza a privilegiar la lucha por la ideología y doctrina ya que: la coyuntura lo empieza a exigir y  la preparación política que estaba prohibida, era clandestina, así que por ello podemos pensar que no es tan buena o efectiva como debería ser. 

El perfil del demócrata cristiano de los setenta,  se entiende como un militante disciplinado, pero más cuestionador y crítico que en la etapa anterior. Fiel a la doctrina, con un enemigo claro a quien derrotar políticamente, con jóvenes muy comprometidos en el quehacer como partido de oposición, pero con muchos impulsos que en esencia terminaron con cuestionar y no validar el sistema democrático. El militante de este periodo tomaba,  decisiones de base y también dirigenciales muy en caliente, ya que la rivalidad política era más importante que cualquier otra cosa. No obstante, el demócrata cristiano que entra en los setenta lo hace a través de los lazos familiares y la admiración a un líder como en la etapa anterior. 

Se debe destacar que muchos, de igual modo, lo hacen por las ideas personalistas de los dirigentes, los cuales como Martinic, Beros  o Poblete, sirven como espejos, lo que en la gran parte de la década se ve con la organización clandestina, donde estos caudillos forman de emergencia este nuevo militante de trinchera, hábil políticamente, sin ser brillante, pero con una voluntad para luchar que le permitirá reorganizarse para ser una oposición fuerte y eficaz, con una militancia comprometida y eficiente para los tiempos que se venían a futuro, tiempos que fueron muy difíciles. 

Es difícil conseguir una figura ya que el golpe genera un quiebre difícil de resolver, pero es claro, por todos reconocido, la importancia de la juventud y los dirigentes secundarios representados por Víctor Low, no solamente por ser los que protestaron contra las políticas de la U.P., sino que con los dirigentes más antiguos del partido marcaron un ritmo político e intervinieron en decisiones. 

Colaboraron al igual que todo el mundo político en este carácter belicoso y después del golpe militar jugaron un papel claro en la reorganización, en protestas y mediaciones con los antiguos rivales, además que marcan el aparecimiento del nuevo militante combativo y cuestionador, lo que antes no tenía este partido, por ende Low representa con creces este perfil.

 

 

C. GENERACIÓN  DE  LA  DÉCADA   DEL OCHENTA. 


Este periodo abarca desde la segunda etapa de la influencia compartida y los primeros años de la influencia compartida con predominio del P.D.C. 

El militante de esta etapa debía estar preparado para la lucha política, para soportar situaciones difíciles, para hacer sacrificios y con esto consolidar la reorganización, para captar nuevos adeptos, para lograr el objetivo que era, derrotar a la dictadura. 

Características del militante de la  época: 

1.    Una mixtura entre los expertos de los sesenta, setenta y los inexpertos que llegaron en esos años.

2.    Militantes jóvenes, no todos con ideales y con vocación política, pero con ganas de derrotar a la dictadura.

3.    Muy participativos y comprometidos, pero con una formación desigual.

4.    El idealismo se cambió por un objetivo idealista.

5.    Con un alto nivel de sacrificio no recompensado en los tiempos actuales.

6.    Con una buena estructura organizativa y de trabajo.
 

1) Una mixtura entre los expertos de los setenta, sesenta y los jóvenes inexpertos de esos años 


En esta etapa los militantes de los setenta, después de su reorganización se dedicaron a formar nuevos militantes para actuar en este periodo, los que de apoco empiezan a asumir responsabilidades, en especial siendo de alguna manera las fuerzas políticas disciplinadas para combatir la dictadura, lo cual crea una mezcla ideal entre el cerebro político de los más expertos y los jóvenes, que en formación política están dispuestos a la lucha y al sacrificio. 

En ese panorama y como consecuencia de la coyuntura, la realidad del país y del partido, nos da la sensación que estos líderes no enfatizaron tanto en la formación, ya que el proceso no era igual que antes, o más bien, este pasó a ser una inquietud individual o grupal más que institucional, generando que estos militantes tuvieran más objetivos de fuerza de lucha contra la dictadura y dependiendo de ellos su propia formación política, la que no era igual para todos.

Se genera y se provoca un grado de compromiso ideológico, pero en su gran mayoría con la causa de lucha anti dictatorial, lo que igual afectó a los dirigentes del sesenta y setenta, teniendo como base sólo la formación de militantes para la lucha política, donde no se comprueba su vocación política mucho más allá de las circunstancias, trayendo consigo y como causa la poca preocupación dirigencial de esto.  

Por esa razón el militante busca su formación en pequeños grupos y ve a su partido como un organismo político donde la lucha por la democracia es lo más importante, llevando a un segundo plano lo demás. La dirigencia lo utiliza como mecanismo para lograr más compromiso, prometiendo como recompensa, la democracia. Por lo tanto, estas anteriores generaciones moldean y generan a este militante nuevo, que es el que necesitan con una base ideológica, más operativo, con capacidad de gestión, con la intención de ganar terreno, tener hombres y mujeres bien preparados para la lucha política en la mayoría de los campos, lo que era necesario e imprescindible, por eso su formación se fue completando con el paso del tiempo, muchos entraron con vocación, pero otros están en ese proceso aún.  

Clemente Gálvez refleja la posición utilitaria que la figura del militante tiene, ya que es menos protagonista que antes y depende de su dirigencia. Eran tiempos de mucho compromiso, nuestro grandes dirigentes sindicales y lideres políticos  asumieron cargos de suma  responsabilidad, Ruiz de Giorgio fue el secretario ejecutivo del comando de campaña, lo apoyaron, Esteban Scarpa, Joaquín Courze, Cosme Crema, Juan Morano también se sumaron en esos años, dirigentes vecinales etc., las mujeres del partido hicieron un gran trabajo, la juventud muy comprometidos, el partido se revitalizó, todos los días 40 o 50 personas entraban, salían, había todo un trabajo político muy fuerte, el partido vivió una etapa de mucho compromiso y efervescencia, de mucha actividad, habían muchas cosas que hacer y mucha  gente que quería hacer cosas”. 

Quizás esto no tiene ninguna novedad para el funcionamiento normal de los partidos, pero a raíz de la mixtura entre los experimentados de las décadas anteriores y el nuevo perfil del militante como fuerza que ayuda a conseguir el objetivo, que a todas luces por la clandestinidad lo difícil que es organizarse en ella y las complejidades de la institución, el militante pasa a desarrollar su parte operativa, ser la fuerza que empuja esos ideales en los que cree, de los que quiere saber más, pero eso pasa a ser un desarrollo individual y personal.

Así que el militante de esta etapa se concentra en aprender de sus líderes y cumplir su rol, teniendo ideas e intervención política, pero no con el desarrollo que esperaban a su sacrificio de lucha política. Era capaz de pensar, tener ideas políticas, pero no era su rol relevante, sino que sacrificarse e ir a la batalla, como número, como infantería o ponerse el “Overol o mameluco”. Con el paso del tiempo logran desarrollarse, pero no tan bien como lo esperaban, y como lo esperaban sus formadores que los prepararon más para luchar que para otra cosa. El mérito de ellos es individual, del interés de cada protagonista. 

Esta fue la manera más clara para que convivieran estas dos o tres generaciones, pero el militante de esta etapa tiene claro que su rol y sacrificio político fue fundamental, manteniendo una buena disciplina, no en exceso, pero si lo suficiente para funcionar eficazmente.

Su participación no fue como en las etapas anteriores, ya que su preparación  fue distinta, con convicción, dedicación, preparación en lucha política, participó en marchas, protestas, etc., que van comprometiendo a este militante. Por ende este militante debe formarse ideológicamente en paralelo con la lucha política , sus formadores no le pusieron mucho interés, por tanto, no hay un perfil claro de cómo son, teniendo además en cuenta las distintas tendencias internas que tampoco ayudaron a clarificar el actuar de estos, por lo que  los hace distintos, más dependientes, más guiados que otras generaciones. 

De esta mixtura se explica porque el militante de las épocas del 60 y 70 controla a este nuevo militante, le da los espacios que él se gana o que quiere darle, generando distintas visiones: la antigua y la moderna, que no cuajan, pero se toman en cuenta en ciertos aspectos, no obstante, si es una excelente mano de obra comprometida con un idealismo controlado y con objetivos claros, sobre todo el más importante, derrotar al gobierno que se transformó en dictadura. 

2) Militantes jóvenes, no todos con ideales y con vocación política, pero con ganas de derrotar la dictadura. 


Los militantes de este periodo no tenían la misma vocación política de las etapas anteriores, pero sí la había al igual que antes por influencias familiares, laborales, de la iglesia, etc., pero lo que más movía su participación al margen de los principios partidarios, era lograr recuperar la democracia, que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en el único tema político del país y del militante en sí.  

La pobreza, siempre importante, mejor salud y otros eran relevantes, pero el más significativo y casi demencial, al hablar con un militante de este periodo, es derrotar a la dictadura. Por lo tanto pasa a ser el ideal primordial y sustancial, toda su vocación política la compromete en esta causa interviniendo sólo en los campos que le permiten actuar con libertad reconociendo sus limitantes. Por esa razón el interés político en sí, era buscar mecanismos que le permitieran lograr la salida del régimen militar, orientando toda su organización y estructuras disciplinarias a conseguirlo. 

Quizás su gran mérito es su compromiso a conseguir el valor de la democracia, quizás para muchos de ellos desconocido, pero inculcado en sus familias, escuelas y universidades que por lo general influían en gran medida en los jóvenes. 

El militante de este partido en este periodo era arrojado hasta ciertos límites, según lo que permitieran sus militantes superiores y autoridades, con cierta convicción y una vocación de servicio dirigida al objetivo principal, lo cual genera que sean capaces de crear un funcionamiento bastante eficiente. 

La vocación política se refleja sólo en los aspectos que son permitidos dentro de la protección de intereses que el partido busca, se entienden que el tema más importante es la lucha por la democracia y el militante de este periodo lo toma como la tarea más primordial, girando el actuar político alrededor de esto. Por lo tanto, idealismo y vocación eran encausados a esto y no existía una preparación dirigencial, ya que esto paso a segundo plano, pero aún así el militante sigue la ideología orientándola a las necesidades de la coyuntura, pero sabiendo bien que esa forma de actuar debía ser lo más consecuente posible para lograr resultados. 

La forma en que el militante actual actúa, lo narra Jaime Lorca, ya que el militante joven sigue como espejo al de los periodos anteriores, toma un rol más de concilio, así por lo menos se expresa creo que la D.C. toma un rol más de ordenador o de conciliador”. En el sentido de que este nuevo militante que luchará contra la dictadura necesita de nuevas alianzas, por ende mantiene los equilibrios con futuros aliados que le permitan luchar con tranquilidad y seguridad. 

3) Muy participativos y comprometido, pero con una formación desigual. 


El militante de este periodo, a lo largo del tiempo y como resultado de su labor activa en labores de resistencia política, toma mayor protagonismo en protestas y manifestaciones. Además se ve obligado a actuar más desde sus organizaciones sociales poniendo todo lo de su parte para actuar, tanto recursos humanos como otro tipo de recursos, con su familia o amistades, formando si se puede llamar así un fuerte ejército donde se interviene política y socialmente, pero asumiendo altos riesgos ya que no debemos olvidar la situación de clandestinidad que se estaba viviendo, donde el militante de este periodo puso en demostración tanto la generación de las etapas anteriores como los dispuestos al combate de la etapa actual, un compromiso e involucramiento que les permitió a cada uno, en su rol, ser el motor de la oposición, además generar espacios para expresar, reactivar a su militancia que deseaba participar, dar a conocer sus ideas, actuar y usar las herramientas que se les habían entregado, por lo tanto, este militante entiende que debe participar para figurar y proyectar mejoras individuales futuras en la escala partidaria, para conseguir sus objetivos futuros que por ahora están pospuestos. 

El grado de compromiso y participación es cada vez mayor en el interés del antiguo y el nuevo militante, pero está también al margen de la fuerza y relevancia política que se tiene, mostrando la realidad de la formación desigual de las generaciones, en el cual esta última depende del interés individual y no de una formación institucional, en donde los grupos tienen la mayor influencia, los líderes y caudillos pueden encausar a estos militantes a buscar respuestas, a ser más que una fuerza política utilitaria, a la que no se le permitirá tomar  decisiones políticas. De más está clarificar que también hay ciertas personas que producto del trabajo con los grupos se formaron y que intervinieron políticamente, pero hasta el día de hoy no tienen el espacio ni la oportunidad para desempeñarse como ellos quieren. 

Por lo tanto, la generación del militante del ochenta se muestra y se reconoce como una generación de sacrificio. Esto les genera algo de frustración ya que esa formación política no es igualitaria a los demás, sólo entrega vivencias, luchas, con decisiones, manejos grupales, pero carece de una ideología clara y ordenada.  

Dentro de los entrevistados miembros de este grupo fue difícil obtener, al contrario, sí miembros de finales del setenta, de adultos mayores que pudieron graficar la forma de actuar del militante del ochenta, donde poco a poco jóvenes y gente de más experiencia privilegiaron el objetivo de lograr la democracia por sobre otros. No obstante, si uno tiene la posibilidad de hablar con ellos, lo que más destaca son las marchas, protestas y la lucha política más que ideología u otra cosa. Así lo grafican los entrevistados, en especial, uno de los protagonistas del Punta Arenazo. “Nosotros estuvimos en todas las protestas. Nosotros estuvimos presos con toda la familia, los cinco estuvimos en la catedral siempre cuando había manifestaciones. Nosotros íbamos inclusive a los desafíos.” “El plebiscito fue muy duro, nos quitaban el carnet para que no votáramos, al no tener carnet no podíamos votar, entonces yo tenía dos, yo entregaba uno y me quedaba con el otro” palabras de Mateo Martinic M, también el testimonio de Víctor Low donde destaca “El trabajo de la juventud muy comprometido”. 

El testimonio de Low y Martinic en estos fragmentos específicos nos muestran la mentalidad de los militantes luchadores y de un servicio utilitario a una obra, tanto de los miembros de la década que eran jóvenes, como de los antiguos que no alcanzaron protagonismo. En sí, este militante no administrará poder alguno y sólo luchará por el fin mayor sin una recompensa clara, solo su ideal y satisfacción personal. 

4) El idealismo se cambia por un objetivo idealista  


Con el paso del tiempo, la relación que el militante va teniendo en esta década donde tiene que enfrentar la realidad de la dictadura, la falta de libertad, sus atrocidades en derechos humanos, poco a poco generan que otros valores pasen a segundo plano. Por ende la libertad, la democracia y un sin número de ideas mucho más aterrizadas a la situación que se vivía empiezan a primar al militante de esta etapa, como defender los derechos de la sociedad civil, los problemas sociales y políticos, crisis económicas, la censura, etc. Sin embargo, el objetivo pasa a ser el ideal, lo que provoca que el militante comience a idealizar a la democracia y la caída del régimen, eso genera confusión y desorientación política, ya que como actor utilitario su accionar lo compromete poniendo en riesgo su actuar, funcionamiento y a veces hasta su propia vida. El “hacer o actuar” era más importante que cualquier otra acción política, lo que los ponía en un constante riesgo.
 
Por lo tanto, el militante de este periodo basa su ideología para justificar sus hechos concretos y no al revés. La ideología no justifica los hechos, porque ésta existe, pero relativiza y determinada a la coyuntura. 

El militante quiere construir el ideal democrático antes de pensarlo, ya que el objetivo de volver a la democracia es claro, sólo se buscan mecanismos para su concertación, que es en si lo que el militante de este periodo no encuentra. Llega a la democracia sin pensarlo, así que debe adaptarse, construirla mientras la administra y como no la conoce y su formación política no es tan buena como en las décadas anteriores, sobre el final de estos años y comienzos del noventa, debe replantearse y afianzar su construcción con muchos problemas e inexperiencias. 

Se olvidó el modo de gobernar o sólo se preparó para luchar y los militantes antiguos, más preparados que sufrieron estos cambios, pero aún conservan la experiencia de antaño. Tomaron el control y funcionamiento político en este periodo, lo cual los hace guías, pero siempre manteniendo este objetivo como el centro del actuar político de este periodo.  

El mejor ejemplo de ello se esboza en lo declarado por Víctor Low, donde poco a poco se demuestra que en los ochenta se privilegia como conseguir la derrota a la dictadura más que el idealismo de antaño “Había mucha preocupación en el partido porque las cosas estaban ocurriendo de manera distinta a lo que el partido y la gente pensó, a mi memoria el nombre de nuestro alcalde Juan Morano, Raúl Soto, Víctor Vargas, y yo fuimos los que asumimos la conducción del partido” 

Como podemos ver en este periodo la organización fue para enfrentar un gobierno en funcionamiento y los ideales no tuvieron un primer plano, salvo el objetivo de algún día recuperar la democracia. Pero eso se lograba con acciones concretas, reales, de esta manera podemos ver como sutilmente, primero y luego como principal recurso, se busca obtener un posicionamiento por actos en la sociedad que permitan alcanzar resultados. 

El militante no era idealista por sí mismo, sino que tenía un objetivo concreto que transformó en ideal, lo cual lo hace mucho más realista y aterrizado que generaciones anteriores, pero con una vocación más limitada. 

 5) Con un alto nivel de sacrificio no reconocido en tiempos posteriores y actuales 


El militante del ochenta  hizo sin duda un esfuerzo y sacrificio  poniéndose el partido al hombro y sacrificando intereses personales, o de otra índole, por ser la fuerza que se preparó para enfrentar la dictadura, con ello dejaron de lado aspiraciones que esperaban concretar a futuro. Con el paso del tiempo, en la etapa actual, su participación no ha sido tan reconocida como esperaban, pero el trabajo generado por los militantes de este tiempo permitió los éxitos y posicionamientos de este periodo, entendiendo que estos militantes tenían plena conciencia de que su actuación era profundamente necesaria y fundamental para obtener resultados que favorezcan a sus principios y objetivos. 

El militante del ochenta sin duda, como hemos visto hasta aquí en los puntos anteriores, fue al sacrificio, lo que es en esencia por los líderes del periodo algo normal en un partido. No obstante, es evidente que el militante del P.D.C. sabía y necesitaba un reconocimiento que no siempre se ve y que recién ahora, después de varios años se va cumpliendo, ya que en el periodo de los años ochenta el militante sólo debía acatar sin ni siquiera discutir, al menos esa es la impresión que esto da dentro del estudio. 

Claros ejemplos de los esfuerzos de la militancia son planteados por Mateo Martinic M. cuando dice: “En el plebiscito nos quitaban el carnet para ir a votar, yo tenía otro”, “Yo estuve en el Punta Arenazo”, donde nos narra lo difícil que fue la situación”. 

Estos dos hechos nos permiten determinar este sacrificio y esfuerzo en que los militantes de este partido se la juegan para conseguir este objetivo. Sin embargo, con el paso del tiempo, los entrevistados miembros de esta generación denotan un grado de insatisfacción, porque no han podido concretar, salvo ahora, de a poco en este tiempo, me refiero a la actualidad del 2000, algunos beneficios que querían antes lograr. 

6) Con una buena estructura organizativa y de trabajo 


El militante de los ochenta, a raíz de las anteriores características, fue capaz de llevar a cabo esta lucha. Además logra organizarse de buena manera en protestas y en actividad política, ya que pudo tener una disciplina apoyada por su compromiso y su convicción. Estas le permitieron, poco a poco, relacionarse y formar lazos con el resto de la oposición y con sus mismos camaradas.  

Se puede afirmar esta conducta gracias a las conversaciones, las cuales permiten entender que las bases estaban preparadas para cumplir en todo lo logístico y dispuesta a todo tipo de trabajo con el fin de lograr el objetivo. Aunque no hay ninguna cita que la demuestre directamente, en el Punta Arenazo existe una estructura de organización con líderes que guían en específico a los militantes, los cuales obedecen y llevan a cabo la fuerza en contra de la dictadura. 

Líderes como José Ruiz, Lautaro Poblete, sobre todo Roque Tomás, fueron generando una estructura que permitió que el partido se fuera posicionando y que el militante fuera importante en sectores sociales y ciudadanos, ya que estos militantes tenían la energía suficiente para llevar las ideas a concretarse. Por lo tanto, aprendieron a organizarse y a trabajar para un fin, que les permite posicionarse como un militante de trabajo, el cual sirve para objetivos específicos, pero con un mal desarrollo político. 

Finalmente, se puede decir que el militante de los ochenta es un militante aguerrido, sacrificado, con muchas ganas de participar, más realista que los anteriores militantes, que son sus líderes, los cuales no los forman como fueron formado ellos, porque derrotar la dictadura era lo más importante para todos. A si que pasan a ser la tropa necesaria para generar una fuerza de oposición, se convierten en militantes dispuestos al sacrificio y luchadores contra una dictadura. No son instrumentos que desconozcan su posición, más bien se dejan utilizar porque es “lo que debían hacer en el momento”.

Sin embargo, siempre existen líderes que sobre salen en esta época, toman mandos u oportunidades de sobresalir. En este periodo la figura que los representa es sin ninguna duda Roque Tomas Scarpa, que junto con otros fue capaz de ponerse el mameluco y guiar la posición de este partido ocupando todas los mecanismos posibles, generando e institucionalizando, para bien o para mal, esta generación de pelea y lucha en la militancia.

D. GENERACIÓN   DE  LA  DÉCADA DEL NOVENTA. 

En este periodo abarcamos la influencia compartida con predominio del P.D.C. y terminada en la influencia compartida con el predominio de los aliados en los tiempos actuales. 

Estas dos etapas finales del estudio son las que nos permiten trabajar y analizar, tanto en esta década como en la que viene, a los grupos más contemporáneos de demócrata cristianos y la visión actual de los militantes en general, que como vimos en los análisis de los periodos es crítica y bastante pesimista del rol que estarían teniendo, o más bien, del rol que no estarían cumpliendo, pero el militante tubo cambios que son importantes y que explican las distintas actitudes políticas.

Características: 

1.-      Militante más preocupado de ejercer el poder que de hacerlo bien.

2.-      Militante que cae en conformismo, displicencia y mediocridad.

3.-      Una vocación cuestionada y no tan comprometida de la militancia.

4.-      Militancia sin contenido.

5.-      Militancia que cae en el facilismo y demagogia.

6.-      Falta de ideales. 

Como se puede ver, tanto el diagnóstico de los consultados de este partido como de los otros en etapas anteriores en donde se analizó cada etapa en general, han sido en rigor pesimistas de la realidad que se está viviendo en este partido. No obstante, estas categorías lo reflejan y dan el paso de estudio al militante del último periodo que comparte muchas de estas características. 

1) Militante más preocupado de ejercer el poder que de hacerlo bien


Cabe destacar que la principal característica del militante de este periodo es el lema de “El poder por el poder”, ya que muchos están más preocupados de repartirse los cargos, en especial aquellos que no pudieron ejercerlos en épocas anteriores. Estos militantes entraban o dificultan a la generación que hizo un sacrificio en la etapa anterior por obtener un puesto, y a su vez impide la aparición de nuevas generaciones. Además de que tratan de enquistarse y mantenerse allí por mucho tiempo. 

Esto, además de atentar contra la formación y vocación política atenta contra su desempeño. Por ende, este militante vela por sus intereses y de su grupo de protección. 

Este fenómeno es reconocido y se ve como el defecto más común en el militante del periodo, el cual tanto consciente como inconscientemente, lo tiene como una conducta internalizada. 

El demócrata cristiano actual entiende que asegurándose así mismo puede ayudar a su partido, ocultando su real ansia de poder, de ejercerlo y mantenerse con él. Claro está que no todos aplican ese criterio y que son regulados por otras autoridades. 
 
Están también aquellos militantes que operan de otra manera, pero pareciera ser que a la mayoría de los militantes de este periodo les interesa más seguir acomodándose, y como consecuencia los jóvenes que se forman siguen sus mismos ejemplos, generándose un militante del periodo que actúa en un círculo vicioso. 

Este punto se justifica con los dichos de Miguel Sierpe, donde expresa el deseo y amor por el poder que se ve en los militantes nuevos y de generaciones anteriores a este periodo, “Principalmente vemos de hoy en adelante una cantidad importante de militantes que aprueba la actividad gubernamental porque tiene sus intereses creados para tratar de mantener su cuota de poder, por estar en la concertación. Por lo tanto, se transforman en verdaderos títeres”. 

Esta frase sin ninguna duda gráfica a este militante que busca el interés particular y genera espacios para actuar en política para tener poder y administrarlo con diversos fines, pero menos el altruista de épocas pasadas.

El militante de este periodo busca y se desarrolla en base al poder, no teniendo ningún control de las anteriores generaciones quienes permanecen impávidos ante su conducta, ya que su formación no les permite actuar claramente, pues este militante fue formado para luchar en los ochenta.


El militante de este periodo actúa con muy poca autocrítica, además su formación ideológica pasa a un segundo plano, además pasa por un periodo de auto complacencia y suficiencia que se ha generado por los resultados históricos de este partido. 

Lo que se ha creado es generaciones de militantes con mentalidad ganadora, pero con el paso del tiempo el militante, sobretodo en este periodo, ha caído en desidia y auto conformismo, generando tolerancia y aceptación de comportamientos que no representan el espíritu del partido, sobre todo del actuar político consecuente que pregonaban generaciones anteriores. 

El militante de este periodo cae en la displicencia de mirar sobre el hombro a otros militantes, otros partidos, es negligente, poco comprometido en su actuar. Cree que este partido vive de su historia, pero no ayuda a fortificarla.  

Además las nuevas generaciones de estos años se encuentran con pocas oportunidades de actuar, pues el militante del ochenta aún busca poder desarrollarse y recibir pago por el sacrificio hecho en su etapa. De esta forma tapa e impide el desarrollo de otras generaciones, las cuales también caen en la suficiencia de no prepararse y no tener identidad propia, prefiriendo administrar la historia y los logros pasados.

 

Si vemos la formación del militante de este periodo esta es individual, no existe una institucionalidad, salvo intentos aislados. Por lo tanto, la vocación política no es primordial, dejando que otros factores que no se expresaron en la información obtenida sean de real motivación del militante actual. Se puede especular que es el interés por el poder, tanto individual como de determinados grupos, pero en realidad el militante en la actualidad no tiene un sentido claro que no sea el de aprovechar y utilizar posiciones de poder, para bien o para mal. 

Sin duda el militante actual está muy lejos de tener y utilizar como centro de su actuar los valores de antaño. Si se compara con la formación de antes, el militante en lo general era más inquieto y disciplinado. En la actualidad la formación de este militante pareciera no importarle tanto, además no tiene una presión, ni obligación, ni conoce tampoco de grados altos de compromiso.
 
Podríamos decir que es insuficiente, por decirlo menos paupérrimamente, si los entramos a comparar con periodos anteriores. 

Pero todo esto es causa de un conformismo, la falta de vocación y guía de las generaciones anteriores, que también tienen su cuota de responsabilidad, ya que no han asumido el rol formador que debieran tener. 

Un ejemplo de este punto referente a la conformidad es lo que plantea Jaime Lorca, “Creo que para ser justos, todos los partidos han perdido no solamente la D.C.” Esta frase nos da a entender que a este partido y el militante del noventa, ve la situación actual como normal, da la impresión de que se siente cómodo en ella. No obstante, aunque es cierto que la política actual se encuentra así se espera una mayor crítica, y a pesar de que los militantes entrevistados han sido bastante críticos, hay ciertas declaraciones que permiten graficar la inmovilidad y suficiencia del actuar del militante en este periodo. Administrar poder sin sacrificios es su lema al parecer. 

3) Una vocación cuestionada y no tan comprometida de la militancia 


La militancia de los noventa al no tener una sólida formación, al no tener el interés dirigencial y estar en pugna con los rezagados de los ochenta, sumándole que los antiguos militantes también no son los de antaño, se les presenta una contradicción vital con la vocación de acción en su actuar político ya que podemos especular con la información obtenida que les interesa el poder, administrarlo, sacarle provecho a este, pero sin duda no lo ha tenido, ya que las generaciones anteriores controlan el funcionamiento político, y aún así, de algún modo aspiran a ello. 

Por ende la vocación del servicio público, de responsabilidad política y probidad, como fue en épocas y décadas pasadas, no tiene la misma relevancia. La vocación política de este militante se pone en duda, o por lo menos se cuestiona, y no porque nunca hayan existido intereses particulares, sino porque al parecer en otras épocas estos eran más compatibles con el idealismo, lo cual especialmente en esta generación no tienen nada que ver y van en caminos muy diferentes. 

Por esa razón la vocación esta muy limitada, hay a intereses de todo tipo que el militante de este tiempo sabe calcular y manejar a la perfección para obtener buenos resultados. El militante de hoy piensa primero en sí mismo, luego ve si eso puede ayudar a los demás y a su partido, lo que en esencia igual afecta al partido como institución ya que el militante de este periodo piensa como unidad, luego en lo grupal de serle conveniente. 

Es esta la razón por la que la gran mayoría de los entrevistados cuestionó el actuar del militante actual, por este egoísmo y excesivo cálculo trae consigo también el fenómeno dé que el militante actual no es comprometido, no se la juega por nada, ni por nadie, lo cual lo hace intervenir sólo en los asuntos donde individualmente puede sacar algún provecho, tomando o comprometiéndose con algunas causas a cambio de estímulos o intereses que deseen, lo que genera un clientelismo interno poco provechoso para la institución, pero muy favorable para el individuo. 

Este militante sabe muy bien del aparataje, de la intriga y el uso del poder, pero no maneja ideología y visión política en comparación con otros, sólo quiere ventajas o algún provecho. 

Cuando Mario Maturana expresa que el P.D.C. se está trasformando en una agencia de empleo, grafica la situación y determina que el militante en los noventa a creado otra escala de valores, a tomado otros intereses, con ello hace pagar, según los consultados, un alto costo a la institución política. 

4) Militancia sin contenido 


A raíz de los ejemplos y características ya nombradas es posible atreverse a decir que el militante de este periodo le falta contenido, no sólo de tipo ideológico y formativo, sino que también de reales objetivos, ya que da la impresión que el militante del noventa tiene una actitud pasiva en la participación y en las decisiones, ya que no opina en las distintos espacios que son pocos, pero que al parecer no aprovechan. 

Según los consultados el militante se preocupa de otros temas los cuales han ido desplazando a un segundo plano no sólo la base ideológica, sino que la social, que antes era su característica. Cuando se dice “el militante de este periodo se ha alejado de su esencia” de alguna manera se trata de recalcar que el sello anterior del militante en épocas pasadas se ha ido perdiendo y por ende un valor o algún sello identificatorio que cuesta encontrar. 

Estos militantes divididos entre los de periodos anteriores, se preocupan de las  intrigas del poder, los nuevos aprenden una manera de hacer política vinculada  a  ellos mismos como  centro, dejando cada vez de lado los valores, las ideas fuerza de antaño, planteándole al nuevo militante el desafío de generar nuevos contenidos, de prepararse, pero como no están capacitados para ello caen en el mismo vicio, lo toman  como propio, estableciendo una generación sin rumbo político, sin metas, que no sean las del poder y los cálculos para aumentarlo. 

Por ello la relación con el punto anterior es directa, ya que sólo los intereses mezquinos del poder y la idea de sólo buscar empleos e intereses particulares representan a un gran porcentaje de la militancia y ésta se va auto traspasándose hasta las generaciones más jóvenes que lo están viendo como un comportamiento normal. Por lo tanto, no hay un gran contenido, principio o valor que los mueva, generando la llegada de intereses y personas que entran en los partidos políticos por otros intereses e ideales, por los cuales este militante los toma como su contenido personal y crea un espacio para lograr objetivos políticos que le permitan obtener dividendos personales a él y a su entorno, pero muy lejos de valores y principios ideológicos que parecieran no importarles por ahora.
 

5) Militancia que cae en el facilismo y demagogia 


El militante de este periodo cae mucho más que en las décadas anteriores en la promesa fácil y en el acercamiento populista, así lo manifestaron varios entrevistados, lo cual al comparar con las otras etapas o periodos pareciera ser que el militante de los noventa recurre más a estas acciones, además sabe utilizarlas de mejor manera. Esta arma marca una gran brecha con las anteriores etapas, pues al utilizarla planea acercarlo más a La Ciudadanía, pero como resultado ha obtenido lo contrario, la ha alejado más. 

Aparentemente a se ha ido institucionalizando en el militante actual la demagogia como un mecanismo válido, ya que no se preocupa de los problemas ciudadanos, sino que de los suyos, así que el mecanismo para solucionar los problemas es la respuesta fácil y la promesa incumplible.  

Al parecer, por lo expresado por los entrevistados, el militante de este periodo es más insensible, lo que ha provocado que la ciudadanía se haya ido alejando, por ello han recaído en estos vicios políticos, que por lo general son producto del poco interés y vocación política de esta generación por consecuencia directa de su interés por el poder.

El militante de esta década tiene claro estos objetivos, los cuales son reconocidos por los militantes más antiguos como vicio. Roque Tomas S. dice al respecto: “El partido Demócrata Cristiano debería ser un partido popular y nacional, no populista y populachero” 

Esto grafica al militante de este periodo donde priman sus intereses individuales. Debe utilizar la necesidad de la gente para conseguir sus propósitos, para imponerse en esa hambre de poder que posee, que hemos visto como su interés primordial, ya que tiene profundas carencias valóricas y de vocación, que también son reconocidas por sus dirigentes, que son producto de su desgaste e incapacidad al no estar bien preparado e interesado realmente en contenidos políticos, lo cual los deja muy mal parado para el futuro.


Los  militantes, a raíz de lo ocurrido y comentado en los puntos anteriores, no tienen la capacidad y habilidad de generar y crear nuevas ideas que permitan que en los noventa este partido encabece institucionalmente, a través de la militancia, un desarrollo político acorde con  las necesidades actuales , ya que ahora el militante depende y actúa muchas veces  por sí mismo, desordenando no sólo el actuar del partido, sino el actuar político de sus militantes, donde su convicción y creación de respuesta a los problemas se empieza a enquistar trayendo consigo una lejanía y ambigüedad del militante, que no sólo pierde el rumbo, sino que pareciera no importarle la solución de los problemas actuales en la sociedad,  permaneciendo impávido, no reaccionando como se espera, dejando el protagonismo de los hechos que acontecen. 

Las ideas políticas y su accionar para llevarlas a cabo requieren de un compromiso, de una visión política, de nuevos enfoques e ideales claros que el militante y los dirigentes de este periodo han olvidado o simplemente no privilegian como en etapas pasadas. Tampoco crean formas de que otros las tomen, simplemente administran conceptos e ideas ya conocidas, lo que a este militante le va restando de alguna forma el capital de credibilidad, parcial o total que antes poseía. 

Este militante se demuestra sin convicción ni renovación, se empieza a instalar alrededor de esta sensación de demagogia y populismo, confirmada con la visión de Tomas Scarpa, lo cual sin duda afecta no sólo a la imagen de la institución, sino también al militante que deja caer sobre sí mismo un manto de inmovilidad, ineficacia e incapacidad de representación grave.

Sin duda el militante de este periodo centra sus ideas en los intereses políticos menos altruistas acabándose como centro de acción los ideales grandes de antaño y todas aquellas ideas políticas relevantes para el bien común, ya que al militante de este periodo no parece ser de su prioridad e incumbencia, o simplemente no le es importante. Hay una cita que grafica este hecho, que expresa Clemente Gálvez, “Creo que es un tema que da para mucho, creo que el partido a través de los dirigentes, las negociaciones de los compromisos, compadrazgos, de los parlamentarios, autoridades de gobierno regional y nacional, hay gente como  dice el dicho, que no da para el ancho y hemos pagado un alto precio, y eso me preocupa.” 

Como se cita, las ideas pasan a segundo plano y los militantes se abocan a la administración del poder, y cuando eso ocurre dejándose de renovar ideas en la elite y en las masas, el militante también deja de hacerlo, sólo administra distintas formas de poder, siendo estéril para realizar cambios y transformaciones ya que su privilegio es otro, piensa en su poder y conveniencia. 

Para finalizar, si tenemos que dar un perfil del militante del 90 este sería el siguiente:

Un individuo con una alta vocación de poder, una actitud displicente y soberbia en su accionar político.  

No tiene una formación política como los de antaño, pero es más calculador y oportunista. Tampoco tiene el mismo interés social y vocación de servicio, por el contrario, busca su interés individual, del grupo que le permita desarrollarse o interactuar con sus objetivos. No tiene una militancia activa y no se compromete, salvo en épocas donde cuida ciertos intereses. En el discurso defiende ideas, pero en la práctica sus intereses particulares y grupales. Esta alejado de los grupos asociativos como en el pasado, o si bien lo hace, pero no con la misma fuerza de antes. Y finalmente, este militante busca defender y mantener sus espacios ganados con sus grupos de referencia o de apoyo lo que genera la fricción interna constante por el poder. 

E. GENERACIÓN   DE LA DÈCADA  2000 - 2010 


Esta es la última generación de militantes del análisis y que en si toma muchos aspectos en el comportamiento de la generación anterior, lo cual la hace muy cercana y quizás el grupo generacional más cercano entre ellos.
 
Características: 

1.- Generación impávida y escéptica.

2.- Sin líderes tangibles o que no asuman su rol.

3.- Se instala el determinismo absoluto.

4.- No hay intenciones de cambios aparente. 

1) Generación impávida y escéptica. 


Esta generación actual presenta un militante sin iniciativa, poco creativo que a su vez si lo sumamos a las características del periodo anterior donde se muestran todos las faltas y carencias ya existentes a lo largo de varios años, producimos una actitud de pasividad absoluta en las nuevas generaciones, las cuales no tienen un espejo donde mirarse, a quien seguir, ni herramientas que les permitan cambiar los hechos, demostrar un desarrollo político distinto, ya que no actúan, no solucionan los problemas, no son capaces de  intervenir,  ni les interesa. 

Lo que produce que toda esta generación política sea mucho más espectadora que las anteriores, actúa mirando su realidad y no como protagonista de la misma, olvidando la toma de decisiones y el derecho de aspirar a lograrlas. Con el paso del tiempo se ha ido tomando conciencia de aquello, pero no con la habilidad y fuerza esperada.  

En general, es una generación que permanece inerte, quieta ante su realidad, que para un militante político es fundamental en su desarrollo. No se da un desarrollo a grandes rasgos ya que la inercia e impavidez genera un militante pasivo, sin iniciativa, con pocas posibilidades de demostrar si las posee, ya que las generaciones anteriores usufructúan del poder como quieren, no dan oportunidades, originando la sensación de “me da lo mismo”, “no me importa” que al militante lo lleva a no actuar, ni a intervenir y buscar su interés personal sobre cualquier otro. 

Esto trae consigo además el problema del escepticismo, que existe una poca fe en la ideología, en los principios partidarios, en las convicciones políticas, provocando inseguridad, poca representatividad proveniente de la continua comparación con generaciones anteriores por parte de sus antecesores, la falta de líderes generacionales con experiencia, carisma, formación política, porque los que hay lo ven como una escala para lograr poder, producto de la escasa y casi nula vocación política. 

Por esta razón el militante escéptico decide actuar tomando este camino, o más bien se abstiene de participar con el objeto de poder tener mayor espacio para sus acciones personales, alejándose de la política activa y no actuando en los campos y tareas que se le solicitan, provocando una menor intervención social que tanto al corto como al largo plazo tiene sus costos.

Por ende, esta generación de militantes de este partido además de no tener vocación ni disciplina, no cree en lo que representan, lo que produce un vacío muy grande que es imposible de llenar. La cita que representa esta situación es entregada por Clemente Gálvez, quien refiriéndose al congreso ideológico habla de recuperar la mística, que en parte es recuperar la fe, la convicción, la creencia en lo que se pertenece, la cual lo expresa de la manera siguiente: “el congreso del partido el cual yo voy a tratar de postular mi nombre, porque a mi me interesaría participar en ese congreso y que en ese congreso podamos revisarnos y recuperar la mística”. 

2) Sin líderes tangibles o que no asuman su rol. 


En este periodo al parecer no existe un líder que pueda aglutinar y dirigir a las nuevas generaciones, ya que las generaciones antiguas son respetadas, sus líderes también, a los que siguen, pero de sus pares no existe o no existen quienes los representen a cabalidad o marquen un pensamiento generacional representativo. Por lo tanto, no podemos palpar un dirigente claro que sea el perfil de esta nueva generación, por esa razón existe una atomización, una dispersión, una falta de identidad generalizada, lo que genera una orientación más individualista y sectaria, a diferencia de las etapas anteriores, tanto adentro como fuera del partido. Por este motivo los distintos individuos, sea del lote que sean, se perfilan en un liderazgo circunstancial que no cuaja. 

Ahora hay casos excepcionales donde emergen personas con la fuerza, la habilidad y el poder para lograrlo, poder para conseguir liderazgos, pero privilegian intereses particulares en su que hacer político, o bien no se le es permitido por la maquinaria partidaria interna, o simplemente no demuestran interés y no asumen su rol ya que es una responsabilidad muy difícil, riesgosa de asumir, no están dispuestos a perder el poder ganado por asumir ese riesgo. Por lo tanto, el rol formador de dirección, de orientación, etc., no se asume a cabalidad, dejando una generación política a la deriva y a su suerte, atentando contra la vida y el funcionamiento vital de la institución. 

3) Se instala el determinismo absoluto. 


El militante de este periodo da la impresión de actuar obligado por los comportamientos aprendidos a generaciones anteriores, las que influyeron en su comportamiento, lo que de alguna forma determina su actuar, su parecer, su pensamiento, genera  la idea de que las  cosas deben hacerse de determinada manera no dejando espacio a la creatividad e innovación y al desarrollo político. 

La  generación del 2000 no tiene y no puede  tener la oportunidad ni la capacidad de mandarse por sí misma, lo que genera  una dependencia brutal, y guiada por su corta y poco clara capacidad de innovación y creación de nuevas ideas, se instala en el militante de este periodo la sensación real de no poder hacer nada por evitarlo, tener que aferrarse a este destino sin ninguna posibilidad de un cambio aparente, el cual sin duda no sólo se produce  por los efectos del sistema político, sino también por el actuar de sus protagonistas, los que en esencia se han rendido a la realidad que les tocó vivir, más que cambiar, buscan adaptarse con el fin de obtener de este escenario el mayor provecho posible, porque indirectamente le dicen que hacer, como actuar y no pueden ejercer una propia identidad, atrofiando su desarrollo político como el esperado por todos por el bien de su institución. 

Al ver el militante de este periodo que no puede cambiar el futuro, ni las desiciones políticas como quisiera, cae en el círculo vicioso de la demagogia y el populismo, así se grafica en la siguiente frase de Miguel Sierpe “Los D.C. al igual que muchos otros políticos del país se acostumbraron a ofrecer cosas que no se pueden cumplir”. El hecho de la impotencia, la incapacidad, el estar obligado por superiores y la coyuntura política, genera que el militante, al no poder y no querer muchas veces hacer nada, caiga en el populismo u otros mecanismos políticos poco adecuados, los cuales se instalan cada día más en el A.D.N. del militante de este periodo que los entiende como una conducta normal y válida para hacer política. 

Esta generación no tiene intenciones de cambiar  y al parecer se siente muy cómoda con el estilo de hacer política, la han  internalizado, al igual que las generaciones anteriores, que al parecer no tienen ningún atisbo de molestia, que se han acomodado a este  tanto los de los años 60, 70, 80, 90, de alguna manera han validado estos comportamientos, los han utilizado a la hora de actuar, ya que no han corregido, ni criticado con  hechos reales la situación actual, ya que de alguna forma la generación actual les sigue cediendo el poder, la iniciativa y no pretende cambiar las reglas profundas, sino mantener el status quo y poder tener acceso a algo de poder. 

4) No hay intenciones de cambios aparente. 


Las razones porque no genera cambios son pocas no esta capacitada ya que no tiene ni le interesa generar la formación política adecuada que le permita conseguir esa meta.

El poder es mucho más atractivo para su desarrollo, sus metas personales y su ego interno. 

El desarrollo político propiamente tal requiere de trabajo y sacrificio, los cuales no están dispuestos a realizar porque requieren de capacidades que estos militantes no poseen y no quieren desarrollar. 

Por esa razón, un cambio político partidista sólo se produciría en un largo plazo, con una nueva generación de militantes ya que esta última generación, la del 2000, es la más carente, porque además de compartir las características con los militantes del 90 poseen estas otras características mencionadas, que sin duda hacen complejo su accionar y actuar político ahora en el presente y en un futuro próximo. 

 
 
Esta es la generación más apática del partido, buscan ser observadores de la realidad y de la toma de decisiones, le sacan el quite a la responsabilidad, a las decisiones políticas, son dispersos en su actuar y en sus convicciones. Buscan el desarrollo individual por sobre otros, sus objetivos no son claros salvo intereses particulares, su vocación es cuestionable, pero si tienen un interés grato y no disimulado por el poder, carecen de lealtad, son muy calculadores no teniendo una organización central como antaño.
Por ello es difícil ejemplarizarlos en una persona específica, así que cualquier militante de este periodo en general representa estas ideas comportamientos y conductas.
 Nelson Leiva LerzundiCientista Político
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