A los 50
años del golpe
La conmemoración de los cincuenta años del Golpe de Estado es una oportunidad para todos de llegar a un acuerdo sobre lo que fue, sus causas y los hechos. Hablamos de discutir la verdad histórica de lo que aconteció y lo que motivó a que sucediera, ya que algunas facciones persisten en reestructurar la realidad de acuerdo a su propio beneficio. Tenemos una realidad histórica del bando A y la otra situación histórica del bando B; con la descripción de lo que hizo la Unidad Popular (UP) en contraste con la de la dictadura cívico militar. Las resistencias internas, los errores y aciertos, los mea culpas de ambos.
Es reconocible que por un lado, están los viudos (as) del régimen militar que aún prenden velitas a Pinochet. Este grupo no lo reconoce como un dictador, sino por el contrario, que fue un salvador de la patria. La realidad es muy ajena a ello, simplemente fue un normalizador de una situación de crisis y tras regularizar la casa pudo irse y entregar el país al sistema democrático. Sin embargo, se emborrachó con el poder y se convirtió en dictador. Objetivamente, su dirección contó con censuras a la libertad de expresión, carencia de democracia, violación a los derechos humanos, detenidos desaparecidos y organización militar de persecución a civiles, nacional e internacionalmente. En pocas palabras, llegó por una situación país que exigía acciones y acabó como un ladrón desviando dinero del Estado a cuentas personales.
Al mismo tiempo, al evaluar el proyecto comunitario de Salvador Allende, sabemos que aquel fracasó. Tuvo una intervención extranjera muy fuerte y decisiva para su desastre, además de divisiones internas producto de grupos radicales que no quisieron seguir el tono moderado de su líder, como también dirigentes políticos que se emborracharon con el ideal y que los llevo a transponer los límites y a estrellarse con el muro de la revolución. Con su tercio de apoyo popular, generar las reformas que impulsaban significaba que una minoría impusiera su realidad a la fuerza.
Dicho esto, el tema aquí es que cada uno quiere llevar el agua para su propio molino. Cada parte quiere imponer su verosimilitud histórica, cuando la verdad inequívoca de alguna forma, todos deberíamos reconocerla. Es que ambos se equivocaron.
En ninguno de estos sectores hemos advertido un arrepentimiento sincero. En ningún de los fragmentos hemos visto un mea culpa, sólo hemos visto concebir el fracaso o puntos generales técnicos de la victoria, de salvar a Chile del ocaso comunista. ¿Qué hubiera significado seguir con el gobierno de Salvador Allende? Quizás sí sobrevivía hasta 1976, con intervenciones que moderarán sus intervenciones, podría darse un final democrático y constitucional. Aunque de haber ocurrido, lo más probable es que no hubiera reelección.
Por otro lado, de la mala situación que quedaba de país, tampoco podemos decir que Pinochet consiguiera un país bien suministrado. El milagro económico demostró que la influencia externa tuvo un lugar clave. Entonces, empecemos a ver esto con perspectiva, dejémonos de apasionamiento y reconozcamos que Pinochet fracasó en gran parte de su dictadura. Asimismo, Allende también naufragó en su proyecto junto a sus partidos políticos y sectores de apoyo.
Ya es hora que dejemos de ennoblecer a este par de patricios a la calidad de santos canónicos, a héroes nacionales, a instalarlos en el lugar de próceres. Porque en el fondo, lo que han hecho es mantener una división política y social en Chile que persiste hasta estos días. Defender los agregados culturales y estructurales de esa época, luchando por reconocer el legado de fracaso e ineficacia, es una acción de moda de gente que no vivió la situación, que romantiza una época. Todo ello auspiciado por el fanatismo y ánimo de un presidente que de alguna manera también ha aportado a este fetichismo, quien ha creado el debate de resucitar zombies, muertos que debieran quedarse enterrados.
A pesar de todo, muchos deseamos que Chile se unifique, que
nuestras diferencias, dolores, penas y pérdidas nos acerquen. Que trabajemos juntos
para superar nuestras divisiones, cerrar una vez por todo este ciclo que tanto
daño nos hace. Chile lo necesita.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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