viernes, 29 de septiembre de 2023
jueves, 28 de septiembre de 2023
El negacionismo político
El negacionismo político
Se hace referencia al negacionismo como el rechazo de aceptar una realidad conocida y verificable. Es darle la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable y conveniente, negando toda posibilidad de un consenso de partes. Sin embargo, la realidad no se puede eliminar, ni menos ocultar.
Esa es la situación que ciertos grupos en Chile insisten en caer respecto a todo el proceso vivido en la Unidad Popular (UP) y dictadura militar. Se niegan a asumir la realidad de los eventos y por lo tanto, en discutir las causas que llevaron a la caída del gobierno de Salvador Allende, los orígenes de la fractura democrática y la génesis que provocó el golpe de Estado. Se olvidan de evaluar la usurpación como consecuencia directa de determinadas decisiones, independiente de la legitimidad o de la forma mediante la cual acabó.
De este modo los sectores pinochetistas o pro Unidad Popular no están dispuestos a una discusión prudente, real y autocrítica tras 50 años. Es cierto que duele escuchar ideas que no son agradables, de un sector u del otro, pero son argumentos válidos que deben realizarse para aprender a lidiar con el tema. Y que quede claro, por ningún motivo estos justificarán el abuso a los derechos humanos, ni el golpe militar ensimismo y sus formas.
Sin lugar a dudas, el problema es el paquete del 70 al 73 y lo que vino después. No habría un hecho sin el anterior. No habría dictadura sin el previo gobierno UP. De esta manera, esto se ha convertido en el sujeto de cuestionamiento de cada sector político ideológico, llevando el agua al molino de su conveniencia, justificando las responsabilidades a otros grupos sin ver la propia.
Gran parte de la derecha más antigua no ha dejado atrás su visión apatronada, pero tampoco aporta la izquierda no ortodoxa que sigue prendiéndole velas a sus mártires políticos, con un fanatismo a un proceso fracasado.
Si bien este comportamiento no deja ver la configuración de los hechos, acá hay que rescatar los puntos en común si queremos llegar a esta hipotética reconciliación, porque el uso político para beneficio propio en una actitud mezquina y poco transparente no ayuda mucho a conseguirla. Y tras las cinco décadas cargando este muerto, ya es hora de ir al encuentro de los acuerdos fundamentales para zanjarlos.
No obstante, seguimos marcando el paso sin poder cerrar algo que sigue muy presente. En este momento les estamos conferenciando las mismas disputas a generaciones cuyos padres ni siquiera nacieron en la época del problema. Consideremos además, Chile alberga hijos de migrantes que tampoco conocen el inconveniente y que tal vez lo descubrirán si se quedan, si es que desean ser chilenos, para conocer una historia tergiversada por los fanatismos de unos u otros, dogmatizadas.
No es que debamos olvidar, pero sí replantear la forma en que se va a enfrentar este tema de ahora en adelante. Con el paso del tiempo deberíamos ver el golpe de Estado como una situación preponderante para el devenir y la historia del país, con sus excesos reconocidos y debidamente condenados. Y del mismo modo, ver el gobierno de la Unidad Popular como un proyecto fracasado que no tenía la fuerza para imponer de manera democrática su modelo.
Seamos sinceros, para la nueva generación hay muy pocas vicisitudes que les interese del golpe y de la política en general. Tampoco tienen claro los conceptos detrás del evento, la disputa ideológica, social y global que se daba. Tal vez les interese el folclor o grupos de apoyo donde pasar un buen rato, pero adolecen del sentido crítico de saber que se conmemora.
Para acabar
con este negacionismo de nuestra política y nuestra historia, tanto de
izquierda como de la derecha, debemos conjugar el verbo reconciliación, que sea
colectiva y personal. Cada fracción debe poner todo de su parte para acortar
las distancias que nos separaran entregando la justicia necesaria a las
víctimas, trayendo al presente lo hechos tal y cual fueron para construir un
futuro mejor.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
viernes, 22 de septiembre de 2023
jueves, 21 de septiembre de 2023
El negacionismo político
El negacionismo político
Se hace referencia al negacionismo como el rechazo de aceptar una realidad conocida y verificable. Es darle la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable y conveniente, negando toda posibilidad de un consenso de partes. Sin embargo, la realidad no se puede eliminar, ni menos ocultar.
Esa es la situación que ciertos grupos en Chile insisten en caer respecto a todo el proceso vivido en la Unidad Popular (UP) y dictadura militar. Se niegan a asumir la realidad de los eventos y por lo tanto, en discutir las causas que llevaron a la caída del gobierno de Salvador Allende, los orígenes de la fractura democrática y la génesis que provocó el golpe de Estado. Se olvidan de evaluar la usurpación como consecuencia directa de determinadas decisiones, independiente de la legitimidad o de la forma mediante la cual acabó.
De este modo los sectores pinochetistas o pro Unidad Popular no están dispuestos a una discusión prudente, real y autocrítica tras 50 años. Es cierto que duele escuchar ideas que no son agradables, de un sector u del otro, pero son argumentos válidos que deben realizarse para aprender a lidiar con el tema. Y que quede claro, por ningún motivo estos justificarán el abuso a los derechos humanos, ni el golpe militar ensimismo y sus formas.
Sin lugar a dudas, el problema es el paquete del 70 al 73 y lo que vino después. No habría un hecho sin el anterior. No habría dictadura sin el previo gobierno UP. De esta manera, esto se ha convertido en el sujeto de cuestionamiento de cada sector político ideológico, llevando el agua al molino de su conveniencia, justificando las responsabilidades a otros grupos sin ver la propia.
Gran parte de la derecha más antigua no ha dejado atrás su visión apatronada, pero tampoco aporta la izquierda no ortodoxa que sigue prendiéndole velas a sus mártires políticos, con un fanatismo a un proceso fracasado.
Si bien este comportamiento no deja ver la configuración de los hechos, acá hay que rescatar los puntos en común si queremos llegar a esta hipotética reconciliación, porque el uso político para beneficio propio en una actitud mezquina y poco transparente no ayuda mucho a conseguirla. Y tras las cinco décadas cargando este muerto, ya es hora de ir al encuentro de los acuerdos fundamentales para zanjarlos.
No obstante, seguimos marcando el paso sin poder cerrar algo que sigue muy presente. En este momento les estamos conferenciando las mismas disputas a generaciones cuyos padres ni siquiera nacieron en la época del problema. Consideremos además, Chile alberga hijos de migrantes que tampoco conocen el inconveniente y que tal vez lo descubrirán si se quedan, si es que desean ser chilenos, para conocer una historia tergiversada por los fanatismos de unos u otros, dogmatizadas.
No es que debamos olvidar, pero sí replantear la forma en que se va a enfrentar este tema de ahora en adelante. Con el paso del tiempo deberíamos ver el golpe de Estado como una situación preponderante para el devenir y la historia del país, con sus excesos reconocidos y debidamente condenados. Y del mismo modo, ver el gobierno de la Unidad Popular como un proyecto fracasado que no tenía la fuerza para imponer de manera democrática su modelo.
Seamos sinceros, para la nueva generación hay muy pocas vicisitudes que les interese del golpe y de la política en general. Tampoco tienen claro los conceptos detrás del evento, la disputa ideológica, social y global que se daba. Tal vez les interese el folclor o grupos de apoyo donde pasar un buen rato, pero adolecen del sentido crítico de saber que se conmemora.
Para acabar
con este negacionismo de nuestra política y nuestra historia, tanto de
izquierda como de la derecha, debemos conjugar el verbo reconciliación, que sea
colectiva y personal. Cada fracción debe poner todo de su parte para acortar
las distancias que nos separaran entregando la justicia necesaria a las
víctimas, trayendo al presente lo hechos tal y cual fueron para construir un
futuro mejor.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
viernes, 15 de septiembre de 2023
jueves, 14 de septiembre de 2023
La peligrosidad de los ciclos viciosos en política
La peligrosidad de los ciclos viciosos en política
Mencionaba el pensador griego Polibio que la anaciclosis son los ciclos cuyos regímenes políticos tienden a empeorar, degeneran o entran en crisis. En particular Chile está en uno de esos ciclos. Se siente el evidente desgaste político tras vivir 16 años de alternancia, periodos liderados entre Michelle Bachelet junto a la concertación, y por Sebastián Piñera al lado de la derecha, que finalizan con la elección de un joven Gabriel Boric como el actual presidente de la república.
Y nuestro actual presidente de izquierda, Gabriel Boric, con el liderazgo que está ejerciendo en su gobierno estaría pavimentándole el camino a un futuro presidente Kast, de evidente matiz de extrema derecha. Estos rememoran la disputa política entre Arturo Alessandri y su antagonista, también el expresidente y creador de carabineros, el General Carlos Ibáñez del Campo. Formándose así un nuevo ciclo de alternancias de poder, o quizás el inicio de algo peor.
Estos ciclos viciosos también se viven en otros países de latino América y que pueden seguir profundizándose a lo largo de los años. El mejor ejemplo es nuestro país vecino Argentina, quien sufre lo mismo. Han vivido las alternancias de poder entre el Kirchnerismo, un movimiento político de centro izquierda variante del Peronismo que ha gobernado por 12 años, con el Macrismo, partido de centro derecha que recibe el nombre por su líder Mauricio Macri. Estos viven los ciclos de de alternacia Kirchnerismo a Macrismo, y así sucesivamente.
En cuanto a Brasil, tras ciclos de gobiernos de izquierda con Lula da Silva y Vilma Rousseff, una alternancia con Jair Bolsonaro fue decisiva frente a los fuertes casos de corrupción que mancharon el ambiente. Y sin embargo, la cura fue funesta, con un gobierno muy alzado a la extrema derecha, tomando pésimas decisiones sociales, acabó como todo ciclo nocivo, con la reelección de un retornado Lula da Silva.
A su vez Perú, es un caso muy particular. Tras el gobierno de Alberto Fujimori y su auto golpe, la nación tomó una dirección autoritaria que dio paso a gobiernos cada vez más desinflados en ideologías, donde el discurso se preparó para convencer electores, mientras la tecnocracia dirigía las grandes decisiones gubernamentales. Esto derivó a la gran crisis institucional donde cada cuantos meses se destituía al presidente en servicio. Finalmente, el Presidente Castillo presa de la dinámica vigente, decide auto golpearse para evitar su destitución, sin buenos resultados.
Lo que nos demuestra que la democracia está en un ciclo insano, donde saltamos de un sector a otro, con la condicionante que cada vez se decanta un poco de ideología a favor del populismo. Donde las ideologías de cada sector cada vez están más deshilachadas, deformadas. Es una crisis que arrastra consigo a las instituciones y la manera de dirigir la actividad pública.
Es válido confundirse y asumir que esta es la nueva política, la forma actual en la que se ejerce la práctica. No obstante, solo es mala oposición. Es lo que consideramos politiquería, aquella que no cumple con la gestión de la polis, trabajar por el bienestar del pueblo. Es la politiquería turbia, insana, que pone piedras en el camino a los buenos proyectos de gestión pública que pueda tener cualquier gobierno de turno. La del discurso fácil cuyo único fin es destruir la democracia y las instituciones, los equilibrios políticos, aumentar la incertidumbre. Sobre todo, es la que resta de credibilidad a la política.
Desgraciadamente es el camino tomado por quienes practican política respaldados por la decisión de sus electores, los cuales han decidido empezar a cruzar a estos escenarios para conseguir sus intereses.
Los que es una realidad, es que los partidos políticos no fueron creados para oponerse, sino para apoyar los proyectos que benefician a los conciudadanos. Los partidos son para acordar, dialogar, dejar de lado cada uno de sus dogmatismos pragmáticos para buscar los acuerdos nacionales necesarios. El rol de los partidos es pensar en el país.
Sin
embargo, de eso es lo que hemos carecidos este último tiempo. Entender que el
respeto a las diferencias y los acuerdos de bien común, es la manera de
progresar y cuidar las instituciones. De otro modo, la crisis puede crecer más
y decantar en situaciones más graves. Ya tenemos el recuerdo de la dictadura,
como para regresar a la misma.
Nelson
Leiva lerzundi
Cientista
Político
Conmemorando o rememorando el 11 de septiembre
Conmemorando o rememorando el 11 de septiembre
Estructurar. Crear el poder popular. Profundizar los derechos y las conquistas de los trabajadores. Transformar las instituciones y el aparato estatal para que los trabajadores y el pueblo puedan ejercer el poder real. Todo esto es lo que planteaba la Unidad Popular (UP) y el supuesto por la cual la junta militar pronunció el golpe militar para darles un final. Así, la historia ha dejado plasmado a sus actores, con sus ideales y las decisiones de por medio que concluyeron con los eventos por todos conocidos.
En unos días, se van a cumplir 50 años de esta herida. Con motivo del mismo, el Frente Amplio quiere rememorar la historia con una celebración. No obstante, al colocar el tema en el centro del debate público ¿conseguirán establecer un pensamiento real de futuro al respecto? O solo quedará en escarbar en la herida y sacarle provecho para sermonear o alabar a quienes fueron los protagonistas.
De ninguna manera pedimos que se alteren los planes, sino que sirvan para sacar lecciones al respecto. Si se va a conmemorar, que sea de una manera sobria, sin elevar a nadie en particular. Porque la remembranza de un hecho tan doloroso para viejas generaciones, se convierte en un gustito político en las manos de las actuales.
Es un hecho que el acontecimiento divide. Existen aquellos opositores de la UP y los que están a favor; así como opositores a la dictadura militar, como los que la apoyan aún con el paso de los años. Indiscutiblemente dependerá de su visión del tema, ya sea acorde a su nivel de impugnación, a su modo de ver como rebulló el proceso o si fue protagonista de la misma. Estas causas lo hacen difícil.
Desde la posición de quienes vivieron el periodo en cuestión, al final existe una visión objetiva general y otra verdad institucional, o sea una verdad que algunos quieren o pretenden prevalezca. Sin embargo, a pesar que cada individuo vive con su parte de la realidad que no permite ser 100% objetivos, se trata de hacer el esfuerzo de mirar la situación en perspectiva.
Entonces, se supone que generaciones nuevas como las del gobierno, encabezado por Gabriel Boric y otros, venían a proporcionarnos una mirada distinta. Ellos no fueron protagonistas, ni tampoco son hijos de semejantes que vivieron el proceso directa o indirectamente. No son hijos de las generaciones que estaban cerca del problema. Por lo tanto, podían tener un interés en un conocimiento político más objetivo. Una reflexión crítica fundada, sin el dolor de la experiencia propia.
No obstante, su visión se funda en el romanticismo casi sin ningún escrúpulo. Por el contrario, esta generación abusa del uso utilitario de este argumento, o de esta temática, para lograr dividendos y triunfos políticos. Subir en alguna encuesta o simplemente pretenden quedar bien con sectores políticos determinados.
Entendiendo que ya es difícil conseguir toda la verdad, ya que muchos involucrados se llevaron esta evidencia a la tumba, sabemos que se hizo justicia en la medida de lo posible. Desgraciadamente, el proceso vivido era la única manera viable de hacerlo bajo las circunstancias del momento. El juicio legal no llegó para todos; el moral sigue presente y no presenta un final.
Puede que esta ruptura generada por la génesis del evento, o por la falta de un juicio reparatorio, no nos lleve a una guerra civil o a otro conflicto, pero sí nos lleva a un eterno revanchismo. La reconciliación queda de alguna manera como una quimera. Lo que no quita, querámoslo o no, con verdad y justicia o con el paso del tiempo, alguna vez hay que seguir adelante.
En otras palabras, hay gente abusada en este país que pueda obtener su debido juicio e igualdad sin ser una fantasía, porque son momentos alineados, pero no existe igualdad y justicia permanente y uno tiene que aprender a vivir con ello. Aquí tristemente pasa exactamente lo mismo.
Por desgracia la conmemoración tiene aire a uso político. Puede que estas nuevas generaciones, el FA, nueva derecha y otros sectores, realmente tengan empatía, que sientan la romanización de la época, que vean esto como dirección de imagen o que quieren sacar un determinado provecho político. Tanto da igual, porque obviamente no hay nada que celebrar, sino cuestionar. Establecer las bases para que esto no ocurra nunca más. Sobre todo, poder de una vez por todas dar vuelta la página.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político.