lunes, 29 de julio de 2024

La inclusión

 

La inclusión 

La inclusión la podemos conceptualizar como la posibilidad que tiene todo semejante a poder ser admitido y tomar parte en colectividades, para así poder contribuir con sus propias pericias y al mismo tiempo ser favorecidos por los otros. En su defecto, cuando no somos incluidos o se es discriminado se genera un sentimiento de aislamiento y soledad, recibiendo daños severos a nuestro bienestar y salud mental, más aún, impidiéndonos conseguir trabajo, tener una buena educación o recibir atención médica. 

De ahí que, por nuestras características específicas o condiciones particulares no estamos en una posición dominante, siempre estamos expuestos a la marginalización o a la discriminación, fortaleciéndonos como grupo solo en la exigencia permanente del respeto por nuestros derechos. 

Sin duda alguna, para ganar algunos derechos de inclusión se ha recibido el fuerte apoyo de algunos sectores políticos, los cuales han ofrecido portar la bandera de lucha y brindar protección tanto positivista como material. No obstante, queda siempre entredicho cuánto de ello es política real o cuánto es populismo. Frente a esto, se distinguen quienes objetivamente sienten estos principios como propios y salvaguardan efectivamente todo lo que se conoce como inclusión, de quienes lo utilizan simplemente para obtener el mezquino, pero tan codiciado voto electoral. 

Ahora bien, en algunos sectores políticos se ambiciona minimizar las barreras para que todos seamos incluidos, sin importar nuestras características físicas, mentales, sociales, contenidos culturales, entre otras. No obstante, la competencia por la inclusión y el manoseo político es continuo, sobre todo en los grupos privilegiados quienes influyen de manera directa sobre los otros grupos, pese a ser minoritarios. 

Ciertamente la inclusión está ocupando o igualando el lugar del arte, de la cultura y otras temáticas, en su uso maquiavélico de ganar votos simples y fáciles. Realmente cuántos políticos, partidos o dirigentes le tienden la mano a una persona que tiene discapacidad, o cuántos ven con buenos ojos a las personas que tienen una opción sexual distinta. Tienen un discurso para la cámara y otro totalmente distinto cuando están fuera de ella, pero no lo sabemos directamente. De ahí la relevancia e importancia de las reales intenciones y no de lo que vemos en la puesta en escena. 

Para quienes hemos sido discriminados por todo tipo de personas inteligentes, por las no tan perspicaces, por acaudalados y pobres, por los familiares, extraños, gente de gobierno, etc., sabemos que no existe reflexión. 

Estos sujetos que discriminan lo hacen a través de muchas posturas, las cuales pueden ser de manera directa o indirecta, incluso de maneras descaradas, ocasionando malestar o desilusión hacia aquellas personas que teníamos como ejemplo. Esa es la real cara de la discriminación diaria. Una cosa es lo que decimos y otra cosa distinta es lo que realmente hacemos. 

En otras palabras, estas propuestas políticas que apelan al beneficio de las minorías sociales se caracterizan por ser de difícil aplicación, irreales para la mayoría. Buscan persuadir como un canto de sirena, sobre todo apelar a los sentimientos y necesidades del elector específico para conseguir su voto, para después decir “usted vote por mí, que yo lo defiendo como un león”. 

Por el contrario, hay que saber a sazonar esta sopa, darle veracidad, consistencia al debate que va más allá que conseguir el voto por el voto. Para ganarlo se requiere evidentemente de un trabajo político, ideológico, de un análisis de discurso, de estudiar el lenguaje más allá de las palabras, sobre todo de propuestas realizables que se mantengan a largo plazo. 

Entonces, si lo que mueven estas causas es el populismo, cuál es el límite permisible de este y de las ideas sociales progresistas. Sin lugar a duda que este problema es para sacar dividendos políticos, ventajas sociales. Nos mienten, nos engañan, solo quieren conseguir los electores en las minorías, gente que los apoye prometiéndole dádivas o soluciones que después nunca llegan. 

Entonces, se le pide al país que el Estado asuma la responsabilidad de responder a la necesidad de inclusión y no hacer competir a los distintos grupos por ella, porque todos se la merecen. No obstante, lo que no se merece es perder la dignidad, ser manoseado y ser utilizado como lo hace el sistema político en la actualidad.  

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político.    

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