viernes, 27 de diciembre de 2024

La conmemoración del quinto año del estallido social

 

La conmemoración del quinto año del estallido social 

Ese proceso social que conmocionó a toda la ciudadanía  con revueltas, saqueos e incendios. Ese proceso que demandaba cambios profundos en el sistema, sin lugar a dudas sigue presente, esperando soluciones que parecen resistirse a concretarse. 

Ahora el proceso se recuerda con intensidad, con la energía de una revolución que no llegó a suceder. Sin embargo, falta objetividad para analizarlo, porque en ese estallido social hay una complexión inadecuada donde cada uno ve lo que quiere ver. 

Para algunos, lo vivido tras el 11 de octubre del 2018 fue simplemente una insurrección; para otros, como reivindicaciones sociales no satisfechas por 30 o más años que se despresurizan,  provocando el descontento ciudadano. Y para los más suspicaces, son intervenciones de ciertos sectores políticos que aprovecharon el momento y lo ocuparon para su propio beneficio. 

La realidad nos indica que es una combinación de estos factores, partiendo con los extremistas que se quieren aprovechar de todo descontento social para hacer una insurrección armada o social contra el sistema. Aquellos son los anarquistas que quieren ver arder el mundo, están en contra del orden establecido. 

Por otro lado, hay quienes no estaban de acuerdo ideológicamente con el  gobierno de Sebastián Piñera, pretendieron usar de alguna forma este suceso para hacerle un gallito y de por medio hacer un golpe blando. Igualmente, esos sectores políticos opositores se aprovecharon, instrumentalizando las marchas, reclamos y demás fenómenos para sacar un buen provecho político. Al presente, vemos que les dieron buenos frutos, aunque no son mayoría. 

Eso sí, principalmente el estallido fue un descontento generalizado que ocurre en toda sociedad cuando existe un estancamiento y problemas sociales durante muchísimo tiempo, cuando no surgen los acuerdos de la clase política para dar soluciones, y las que se realizan se hacen a medias o son muchas promesas incumplidas de por medio, que van sumando más presión hasta que explota. 

Por lo tanto, el estallido es una combinación de esos factores, los cuales conjugaron en su misma medida en la que todo el aspecto social, toda la sociedad y todos los actores políticos que intervinieron de una u otra manera. No obstante, ya han pasado 5 años desde entonces y no vemos que las promesas hechas se hayan cumplido. Seguimos siendo un país dividido. 

Esa es la herencia final del 18 y 19 de octubre, una primogenitura irreparable a las cuales hay que imputar a los sectores políticos que la provocaron. A la derecha que no supo interpretar las tensiones sociales y la desconexión con la realidad existente del país; a la izquierda por dilucidar que el estallido era un rechazo al neoliberalismo resucitando viejos fantasma de proyectos antiguos, y justificando de cierta manera los acontecimientos violentos; y al centro, por no luchar por intentar unificar y saber moderar en tiempos de extremos. 

Los acuerdos de la clase política para apaciguar las aguas agitadas concuerdan en el proyecto constitucional, una oportunidad que fue perdida porque todas las partes quisieron imponer sus visiones parciales sin considerar la perspectiva país, transformándose en un profundo rechazo a la propuesta constitucional. Aun así, tuvimos una segunda oportunidad para reemplazar la constitución actual, por medio de mecanismos democráticos, que de igual manera naufragaron en el océano del egoísmo. Una nueva propuesta es una quimera que tendrá que seguir esperando una nueva oportunidad. 

Es un hecho que no tenemos nada que celebrar y menos conmemorar. El estallido y sus consecuencias son un fracaso de nuestra vida institucional. Tras de sí quedaron muertos y heridos, incendios, saqueos. Herencia que el sistema político nos legó con sus consecuencias. Y por muy alto que haya sido el fracaso, no vemos una autocrítica en la derecha, en el centro, en el Frente Amplio, en la izquierda tradicional, en ningún sector político. 

Para terminar, los líderes políticos deben pensar en el bien país, deben reflexionar no solamente cuando están en el gobierno, sino que se debe pensar cuando se está en la oposición, se debe pensar en el bien común, en la estabilidad. Preocuparse no sólo cuando conviene. Ese es el gran pecado de esta generación política. Aun así, debemos tener fe en que aprenderán, o de otro modo, seguiremos metidos en el desastre.   

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político 

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