El actuar político siempre injusto e imprudente
La prudencia es una de las virtudes esenciales en la vida de un político. De la misma manera, la prudencia es un carácter de sabiduría práctica, que escoge sus decisiones basados en la idoneidad moral y razonable, apoyado en un discernimiento profundo de las circunstancias particulares de una situación. Es decir, es la sensatez práctica con el conocimiento requerido para tomar las mejores decisiones en la vida diaria.
Por lo contrario, la imprudencia es la falta de sensatez en la toma de decisiones, tomadas de manera apresurada, impulsiva, guiadas por emociones sin una consideración adecuada de las circunstancias o consecuencias. En un político, la imprudencia lo llevaría a tomar decisiones injustas, ineficaces o perjudiciales para la comunidad.
Dicho esto, así se siente el actuar político de estos últimos gobiernos, injustos e imprudentes. Para los gobiernos de Sebastián Piñera y de Gabriel Boric la imprudencia pasa a ser un arma constante. En particular, el de Piñera es más grave por ser una persona madura y con mucho más experiencia política que Gabriel Boric, quien se caracteriza por su improvisación y desubicación, propia de un joven impetuoso en aprendizaje.
Sin embargo, no hay que olvidar que en política se debe tener la madurez suficiente para llegar a la presidencia de la República, para administrar el poder con prudencia, con sentido de responsabilidad, en buscar unidad en vez de las diferencias. Si bien en ninguno de estos dos gobiernos se ha actuado con este proceder en mente, los resultados han sido justificados por sus aliados mientras contraatacan a aquellos que osan criticarlos. El temor radica en reconocer que esto será la conducta de ahora en adelante, sobre todo cuando se decidan presidentes jóvenes.
Asimismo, no tenemos nada contra los presidentes inmaduros, mientras tengan criterio, prudencia y moderen su soberbia. Aunque, si son inmemoriales y tienen experiencia con mayor razón debemos exigirles acomodar su comportamiento, porque desgraciadamente los exabruptos se han vuelto un actuar innecesario y permanente de la política chilena. Es un error no criticarlos, como con Piñera se justificaban sus salida de protocolo con un “ya saben cómo es” ; y a Boric, que es joven, impetuoso, y se le acepta.
En otras palabras, y al margen de compartir las ideas políticas, existen formas que se establecieron desde hace muchos años en la política chilena, códigos que deben ser respetados, sea cual sea la edad, sea cual sea la coalición, sean cuales sean los partidos políticos. Estos códigos deben respetarse y hacerse obedecer, son normas consuetudinarias que desgraciadamente en los últimos gobiernos se han arrastrado por el suelo.
La primera vez que se pierden estos códigos fue en los años 70, y sabemos lo que pasó en ese entonces. Ahora, se repite ese debilitamiento en el cumplimiento del protocolo. Es más, existen indicios en distintos sectores políticos de querer romper estos preceptos de convivencia, los que desgraciadamente son necesarios para poder mantener una estabilidad política, entendiendo que las principales autoridades tienen que tener una capacidad, una estructura, un raciocinio para gobernar. Por sobre todo, la autoridad debe tener una prudencia, una sapiencia con sentido común, una capacidad de reflexión que desgraciadamente no está siendo valorada ni por los electores, ni por los sectores políticos, ni por los partidos y por quienes toman las decisiones.
Por lo tanto, es importante y necesario hacer esta distinción y hacer entender
que hay muchos ciudadanos y analistas que velamos por cuidar esta institución,
que vigilamos para cuidar estas
instituciones, custodiamos para qué todo este sistema político que se construyó
con errores y defectos siga funcionando. Los defectos pueden mejorarse, pero en
general hay que mantenerlo y no por salidas de madres de líderes de turno de
querer romper reglas o querer hacerlas a su pinta se puede tirar 200 años de
historia a la basura.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
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