viernes, 17 de octubre de 2025

La insensibilidad social, el reflejo de una sociedad desconectada

 La insensibilidad social, el reflejo de una sociedad desconectada

Una de las características de la convivencia social que ya se vive de manera permanente, es la insensibilidad. Esta representa una total inconsciencia del otro, no colocarnos en su lugar, no conectar con sus emociones, ni de sus perspectivas y/o empatizar con ellas, aunque no se esté de acuerdo.

La insensibilidad social parece haberse transformado en una suerte de inconsciencia colectiva, una forma de protegernos o de rehuir de la complejidad emocional que implica convivir con otros. Al coexistir en una época donde la hiperconectividad e individualización es mandatorio, nos vemos obligados a mirar hacia adentro, a priorizar lo propio muchas veces en menoscabo de lo común.

Como animales sociales inevitablemente es necesario interactuar, por eso para construir una sociedad mejor debemos crear los mecanismos en los que todos tengamos cabida, entendiendo las dificultades que cada uno vive.

Sin embargo, ignoramos el sufrimiento ajeno como si fuera parte del paisaje, evadimos las responsabilidades sociales como si el bienestar colectivo no nos importara, nos desconectamos emocionalmente de los demás incluso cuando existe cercanía. Todo se transforma en léxicos, falsas promesas, en estructuras ideológicas complejas o en ideas forzadas que hablan de bienestar común, cuando al final es conveniencia personal detrás.

Qué duda nos queda, es el reflejo de una sociedad y de una estructura social que tiende a la auto sobrevivencia, a una toma de decisiones individualista que sabotea todo cooperativismo, solidaridad o comunitarismo. Obstáculo que dificulta entender y empatizar acerca de los problemas y dificultades que la sociedad actual enfrenta en sus distintos matices.

La pregunta del millón, cómo podemos diagnosticar un país y resolver sus problemas si no somos capaces de reconocer y enfrentar la realidad, la cual va más allá de una pobreza estructural. La misma viene de una tremenda diferencia económica y de la mala distribución de los ingresos que sufren tanto los ciudadanos como las ciudades. Luego se esconden las diferencias en un “apartheid político”, que desconoce motivos, que es carente de empatía.

Es un hecho que desde los años 50 y 60 en el país se arrastran estas desigualdades. La falta de visión y el egoísmo generan este sesgo ideológico social o discriminativo. Obviamente es necesario entender las causas para superar todos esos prejuicios, y obtener resultados para generar un país más armónico.

El mejor ejemplo recae en la inmigración descontrolada que se ha transformado en un problema social, no por el hecho que ingresen al país, sino porque se requiere de infraestructura y medios que les ofrezcan la posibilidad de surgir y desarrollarse. Y no solamente se queda allí, lleva mucho tiempo ya con los otros sectores sociales más desposeídos.

Los que no aportan en la producción se los deja fuera del área social y político. Esto es un problema de profundidad que se debe hacer frente y se debe discutir en todos los aspectos: sociales, políticos, económicos y culturales. Además, se requiere entender que para enfrentar estos problemas la población y los ciudadanos deben estar informados y preparados con las herramientas necesarias para afrontarlas.

Así es que en un mundo posmoderno como el que vivimos, se requiere de un nuevo tejido de redes sociales y comunitarias, necesarias para llevar un cable a tierra a la realidad y de buscar de alguna manera una visión que pueda aportar a mejorar las condiciones de nuestra sociedad en general.

Resumiendo, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, la evasión de responsabilidades comunitarias y la normalización de la desigualdad revelan una estructura social que prioriza la sobrevivencia individual por sobre el bienestar común. Esta lógica excluyente no solo afecta a los sectores más vulnerables, como migrantes o personas marginadas del sistema productivo, sino que también fragmenta a los propios ciudadanos, debilitando el tejido social.

Superar esta crisis requiere más que diagnósticos: exige voluntad política, conciencia ciudadana y una profunda transformación cultural. Es imperativo reconstruir redes de solidaridad, fomentar una visión colectiva y dotar a la población de herramientas que les permitan comprender, enfrentar y transformar su realidad. Solo así podremos aspirar a una sociedad más justa, empática y cohesionada, donde todos tengan un lugar y una voz.

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político

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