Después de
este análisis y descripción de las etapas de la influencia del P.D.C. desde sus
comienzos hasta la etapa donde interviene con nebulosas, sin ser el
protagonista principal, pero sí importante, cabe destacar que cada una de ellas
tiene un concepto madre que describe las formas de actuar y ánimos del P.D.C.
que de algún modo son el motor de su actuar político.
En el periodo
de origen y auge, donde este partido se preparó para llegar al gobierno, periodo de cuatro años, la palabra clave
antes de llegar al poder, antes de crear e institucionalizar mecanismos de
influencia, fue organización.
Al ser un
partido aparentemente joven e inexperto, se acercó a los cargos de poder y necesitó
tener una disciplina, a pesar de las diferencias internas, consiguió los
objetivos trazados, esto le permitió
llegar a las elecciones del año 1964 y se plasmó con la victoria presidencial
de Eduardo Frei M.
Anteriormente,
en el gobierno de Frei esta disciplina sigue existiendo, siendo la palabra clave
de este periodo, consolidación.
Aquí, el partido da a conocer su proyecto, lo lleva a cabo, genera, crea,
instala e interviene en toda la sociedad incluyendo la región de Magallanes los
mecanismos ya vistos, generando así el concepto
de institucionalización,
causando con ello cambios profundos, reformas sociales, lográndose así la mayor
utilización y grado de influencia.
Con el paso
del tiempo se siguió manteniendo las características anteriores, unas más
desarrolladas que otras, pero siguen
operando la disciplina y la organización,
tal vez menos rígida que antes, pero efectiva, hasta las rupturas M.A.P.U. e Izquierda
Cristiana.
Aquí actuaron
duramente, sin duda, jugaron junto a la derecha política un rol fundamental en
el quiebre de la democracia y del gobierno de la Unidad Popular
Durante el
Gobierno Militar puede entenderse como
una experiencia beneficiosa, manteniendo un cierto orden , la consolidación y
la institucionalización de su proyecto lo que le permite cambiar y enfrentar un
nuevo sistema político, ser un partido necesario para la toma de decisiones en
la región y en el país y más adelante
defender, preservar, cuidar su obra y sus intereses políticos los que se mantienen a grandes rasgos, pero sometidos a cambios de la dictadura, sin
embargo, logran mantener viva estas características pero deforman su esencia,
lo que hace muy difícil la posición del P.D.C. tanto en la región como en el
resto del país. Este periodo hasta el año del plebiscito podríamos
caracterizarlo teniendo como característica los conceptos de organización y combate.
Durante el gobierno
de la U.P ., el
P.D.C. vivió una batalla ideológica que
terminó en violencia. En la época de dictadura vivió una batalla por la democracia, por la
libertad, donde en la región de Magallanes al igual que en el resto del país se
usó como principal arma político ideológico
los caminos de politización, de protestas, dando énfasis a la organización política, denunciando,
ganando espacios junto a sus aliados ante la dictadura, lo que trae consigo un
descuido en la formación ideológica y en la formación política ,llegando así al plebiscito con una
gran victoria, que genera que se
desentierren pos conceptos o ideas de fuerza anteriores, preparándose así para
aplicar y administrar su creación de antaño. Aquí el gobierno se encontró con cambios en la estructura,
esta no era idéntica, eran los cambios de la dictadura .En este periodo los conceptos más importantes son inexperiencia política y adaptación.
En el último
periodo donde la influencia es compartida, pero con predominio de los
aliados, entendiendo que muchos conceptos
esenciales de etapas anteriores se dejaron de utilizar por la coyuntura, como
es el caso del combate, los otros siguen interactuando, otros se perdieron definitivamente como la organización y
disciplina, lo que a mermado su posición actual de partido, y gráfica esta última etapa con la idea de
reorientación, basada en la idea de volver a
la esencia y a los orígenes, lo que todos los entrevistados en su gran mayoría lo dicen, junto con la
reorganización y disciplina que en si servirían para reinyectar de ganas y
energía a la visión de los militantes de un partido en crisis, de los
adversarios que lleven mucho futuro e importancia, estos conceptos serían según
lo expresado aquí la base para retomar la fuerza y el primer plano de antes,
para pasar de ser importante a fundamental para la región como antes,
reorientación, para que sepan a donde van, que es lo que buscan y quieren,
reorganización, volver a organizarse en busca del objetivo propuesto, tener un respeto y estabilidad institucional.
Siendo los conceptos más importantes gobernabilidad
y representatividad.
Gobernabilidad
En la región el P.D.C. ha sido un actor importante,
ya sea como oposición
o como gobierno, sólo o acompañado, en el parlamento, en municipios, en
las estructuras públicas e incluso en dictadura manteniendo funcionarios activos,
estando en cargos políticos y en la
administración del Estado entregando relativa estabilidad, con relativo éxito,
reconocido incluso por opositores, lo que es el principal capital político de esta agrupación, que es lo que le ha
permitido proyectarse enfrentando distintas realidades en diferentes tiempos.
Finalmente el concepto de representatividad se limita simplemente a buscar volver a sentirse la voz ciudadana que es lo que más ha perdido, generar la sensación, la capacidad de hacer participe a los ciudadanos de sus decisiones y que este partido sea su voz.
Estas dos
ideas son las que grafican todos los años de la influencia del P.D.C. tanto en
la región como en el país, un partido que dio estabilidad y gobernabilidad, que representó a la
ciudadanía y que debe reorientarse para lograr nuevamente los éxitos de antaño.
Características por décadas de los miembros del P.D.C.
B.
Descripción y caracterización
de la generación del 70.
C.
Descripción y caracterización
de la generación del 80.
D.
Descripción y caracterización
de la generación del 90.
E.
Descripción y caracterización
generación 2000 - 2010
En
base a los criterios de:
·
El momento de ingreso al
partido.
·
La visión general que se
tiene del periodo.
A. GENERACIÓN DE LA DÉCADA DEL SESENTA.
Entendiendo
que esta década es una de las más trascendentes de la historia política del
siglo XX, Magallanes no estuvo ajeno a ello, ni el P.D.C. tampoco. En estos
diez años que abarcan las etapas de origen, auge, influencia creciente, es
importante tener en cuenta los dos puntos ya nombrados, su ingreso, la visión
que tienen de ello y la visión general de todos los demás.
El militante
demócrata cristiano de esta década entra
por tradición familiar, acercamientos de amigos y relación con sectores
religiosos, un leve grupo de formación autodidacta, estos últimos llegan por
interés propio, si le sumamos la importante imagen del líder Eduardo Frei que
genera un grupo de militantes que nace
en Magallanes de una manera sutil, muy callada y que poco a poco se empieza a
consolidar como una organización política propiamente tal, logran una
estructura, formando con el paso del tiempo una institucionalidad.
Además con un
alto sentido del compañerismo y lealtad que un partido chico sabe tener, el que
se forma complejo con el tiempo, sobre todo a finales del 60 y a comienzos del
70,donde las disputa por el poder primó más que cualquier otro principio.
Sin duda el
ingreso a este partido en los sesenta, podemos ver que se presenta altamente
idealista, más bien ingenuo, se sigue a un líder o lideres como Eduardo Frei,
idealizando sus conductas, determinando la de los seguidores a las necesidades
de la institución, que el militante o simpatizante buscaba, los cambios
radicales, la libertad etc., lo que los ideales de la época promulgaban, por
ende las características se relacionan con la actualidad presentada en la
sociedad y en la región donde era necesario al parecer una renovación
dirigencial que no se había producido hasta la fecha.
Visión del periodo.
Una forma de
analizar la década del 60 es viendo las características de los militantes las que
generaron la forma de actuar del partido:
·
Un gran idealismo
·
Conciencia social
a. Nivel de compromiso
En esencia los
militantes en este periodo se sentían parte de su agrupación, tenían una visión
optimista del futuro y de los objetivos a conseguir, seguían ideas y postulados
claros, buscaban de algún modo cumplir y entregar valores tanto interna, como
externamente. La mayoría de los entrevistados opinó que en esa época los
militantes del P.D.C. en Magallanes tenían la sensación y convicción de
responsabilidad, de decencia política, y a pesar de las disputas y ambiciones que
podían tener está se representaba como
una idea fuerza de comportamiento, ya que primaba el actuar bien, el
compañerismo, la auto fiscalización,
donde la intención de “Cumplir” era muy relevante e importante, según
Lautaro Poblete, que remarcaba muchas
veces la búsqueda y la fiscalización permanente de cumplir lo prometido, él lo
explico de la siguiente forma, “Durante el gobierno del presidente Eduardo Frei nosotros exigíamos a los
camaradas que cumplieran el programa, ahora quien se preocupa de eso, nosotros
estábamos encima del camarada para que este cumpliera su obligación y si no lo
hacía lo sancionábamos”.
Sin duda, esto
muestra que en este periodo los militantes de alguna manera se hacían y eran
responsables de sus actos políticos con auto fiscalización, además se establece
un alto grado de participación política, donde el militante tiene espacios
donde expresarse y lugar para desarrollar sus intereses políticos.
Su estructura
social es heterogenia, traspasa de
alguna manera las clases sociales, esto se va confirmando y ampliando a lo
largo de la época, con las reformas sociales que se efectuaron en su gobierno
lo cual los acercó más a las clases populares y se afianzó en la clase media, generando que sus
militantes se identificaran con los problemas de la sociedad y pudieran
intervenir activamente en sus soluciones e influyeran en convertir en
alternativa política a su agrupación.
Los militantes
de este periodo se sentían cercanos entre ellos, unidos, con objetivos comunes,
se planteaban una alternativa nueva, lo que para hacerse realidad debían
trabajar mancomunadamente, de palabra y acción.
El hecho de
que sea una agrupación que en su mayoría ingresa por lazos familiares, permite
que el militante tenga valores políticos y religiosos, ya que la cristiandad y la
militancia de los padres, genera que los hijos se vean influenciados, cercanos
a la doctrina política.
Los militantes
tenían una amplia formación doctrinal, citando las encíclicas como Renun Nobarun, cuadragésimo año, a
teóricos del social cristianismo, donde la preparación y formación política era
profunda, con la intención de tener a un militante listo para la coyuntura,
para la competencia política y esto en particular ayudado para generar
distintas ideas y formas para que este partido y sus militantes se posicionen
cada vez más. El militante de esta época se sentía con la necesidad de
comprometerse con una causa que estaba cercana, en su gran mayoría a valores
familiares, entendiendo los deseos de libertad y cambio del mundo
existente, su familias eran cercanos a
la iglesia católica, como personas individuales buscaban cumplir sus expectativas
de cambio de mundo, cambio de conciencia
social sin caer en las formas muy poco doctas que en esos tiempos perseguía y difundía la izquierda
tradicional.
Esto los lleva
a sentirse parte, a hacer suyas estas ideas, especialmente a toda una
generación de estudiantes, profesionales, jóvenes de población, adultos, quizás
por primera vez sienten un gobierno cercano, por eso lo sienten suyo, ayudan a
su formación y llegada al poder asumiendo muy comprometido con muchas
expectativas e ideales .
b. Un gran idealismo
Entendiendo
que los militantes de este periodo
sentían como suyo lo que ocurría en el interior del partido y en el quehacer
político en general, con un alto grado de vocación de servicio, con visión de búsqueda del bien común, trayendo
consigo o como consecuencia, que vivían un periodo de altas expectativas
políticas, donde se buscaba de alguna manera concretar ideas o ideales muy
claros o lejanos en algunos casos, que trae consigo la disciplina, entrega total y un sin numero
de conductas donde los militantes de este periodo se entregan para lograrlo.
Si uno analiza
cuidadosamente las declaraciones de la mayoría de los entrevistados, existe una
evidente exaltación del periodo, de sus ídolos políticos, si les puede llamar
así de alguna manera, donde los errores, autocríticas, sólo pueden ser vistas y
justificadas con el paso del tiempo, después de una reflexión de varios años.
En general en
esta época los miembros del partido buscaban cambios radicales, es por ello que
“la marcha de la patria joven” como
se llamo la consolidación y la llegada al poder de FREI y el P.D.C. ,en este
tiempo sólo reflejó y concretó las expectativas de estos militantes jóvenes que
buscaban la formación de una sociedad más justa.
Aquí se
reconoce que existía un comportamiento ligado a los principios cristianos y a
las reformas a los problemas sociales que tenían la gran mayoría de sus
militantes además de la coherencia en el discurso en muchos de ellos pero,
estos militantes querían hacer cambios muy rápidos, pero se les hizo muy corto
el tiempo y trataron de abarcar mucho y no dieron a vasto en muchos temas, pero
a pesar de ello en la región de Magallanes lograron jugársela por tratar de
llevar a cabo su proyecto.
c. Conciencia social
El militante
de este periodo tiene una visión donde el ser humano y sus problemas son
relevantes, en si todos los mecanismos tienden a obtener una cercanía, un grado
de identificación que permita una participación de la ciudadanía que en este
período es el pilar y el motor de funcionamiento de todos sus militantes al
crear formas e incentivar las organizaciones sociales.
Sin duda que la militancia al tener su
convicción muy clara , pudo acercarse a crear lazos que permitieron que formara parte de la sociedad, que entendiera
los problemas y creara las posibles soluciones, además de entender los
conceptos de solidaridad, compañerismo, que de alguna manera traspasaban estos
militantes como imagen al resto de la sociedad, lo que de alguna manera
transfería, generaba confianza y así lograba crear una identificación, dar
soluciones reales a sectores tradicionalmente humildes, como el campesinado y
otros, donde de alguna manera tocaron seriamente por primera vez sus problemas.
El perfil del
militante de este periodo se puede analizar como un conjunto de personas con
una gran vocación, voluntad política, de servicio, ideas y valores políticos
claros, tanto doctrinal como éticamente, donde al margen de las disputas
mezquinas que siempre existen se privilegiaba el deseo o el bien general del
partido y de la región. Además de tener ideales claros como igualdad,
fraternidad, buscaban cambiar la sociedad en que la vivían, formar una escuela,
trasmitir a los militantes y a la sociedad en general este estilo hasta
consolidarlo e institucionalizarlo.
Este perfil se
ve identificado por muchos hombres que fueron los pilares, en este periodo se
destacan:
Mateo Martinic
M., uno de los fundadores, guía de los que pusieron las primeras piedras, posteriormente, Lautaro Poblete uno de los líderes que
consolidó este partido, el mejor ejemplo de su trabajo como formador es
expresado a través de sus propias palabras: “Posteriormente comencé a
constatarme en terreno con un grupo pequeño de militantes demócrata cristianos
dentro del petróleo”, ambos representaron esta visión de empuje,
sacrificio, y compromiso del demócrata cristiano de esos años.
Este período
que abarca los años de oposición a la Unidad
Popular , de oposición a la dictadura hasta el año ochenta, en
la etapa de posición inicial indecisa, luego opositora que genera lazos y una
organización que se concreta el año ochenta, en este lapsus de tiempo podemos
decir que el militante del P.D.C. sufre transformaciones que van complementando,
que sin duda se caracterizan:
1.- Un militante con
conciencia del poder, disciplinado y organizado.
2.- Un militante dispuesto a la lucha de ideas,
también al combate.
3.- Empiezan a verse los
primeros baches disciplinarios.
4.- Características
virulentas que generaron impotencia después del golpe,
5.- Militante desorientado
y deteriorándose en su formación.
6.- Sigue ciegamente a
caudillos.
Estas
características que abarcan los setenta nos demuestran que este militante
buscaba una identidad y posicionarse como un ente propio sin ser la sombra de
sus formadores de la etapa anterior.
1)
Militante con conciencia de poder disciplinado y organizado
El militante
de este periodo, a pesar del quiebre de inicio de los setenta y finales del
sesenta, no fue tan relevante para los entrevistados en su globalidad, pero sin
duda son hechos que han dejado cuentas pendientes, que no se han dejado
clarificar, pero de alguna forma podemos pensar que es la merma y la
imposibilidad de poder tener un segundo gobierno. Al margen de esta situación,
el militante de este periodo tenía claro que su partido y su rol era mantener y
cuidar de la obra ante los peligros de que otra planificación global
desmantelara, todo lo bueno que lo llevó a actuar en el aparato público, privado y
social, de la forma que más le convenía, para poder conseguir el
posicionamiento de su partido, el de él en particular, teniendo claro que
manteniendo una organización rígida y estable podría lograr sus objetivos,
siempre comprometido con la defensa de los intereses, valores y postulados de
su partido.
Mediante su
organización, en general disciplinada, con conciencia, manejo de los tiempos
políticos, enquistados en muchas partes del Estado y en la sociedad, generaba
que el militante de esta época abusara y usara su poder para posicionarse y
generar trabas que eran necesarios para el gobierno y el país.
En resumen,
este militante usaba el poder del partido para crear efectos políticos,
mantenía un orden y una estabilidad armónica para fortalecer el papel en la
oposición, mantenía una organización muy estructurada que le permitía
estabilidad y seguridad en sus decisiones, de algún modo debía luchar y
mantener lo construido por el bien del país, lo que lo hace comprometerse más y
respetar la estructura que estaba muy firme y vigente.
Como Víctor
Low y los dirigentes secundarios, más toda la organización social que se
produjo posteriormente son el ejemplo mediante el cual este partido y su
militancia en la época tomaron su actuar político.
2) Dispuesto a la lucha de ideas y
también al combate.
El militante
de este periodo, que abarca dijimos la influencia disputada y la compartida, en
parte se vio obligado a tener un comportamiento no sólo político partidario, de
lucha ideológica, electoral, social y política, sino que por resultado de la
polarización política del periodo y la deslegitimación del sistema político por
todo los actores protagonistas de la época, el militante de este partido no
sólo entró a la política contingente con los mecanismos comunes, sino que
producto del espiral de violencia política ,los militantes consideraron
legítimo el ataque a sus enemigos, en un intervalo social donde se resaltaba el
afán por la destrucción de los oponentes más que por su sencilla derrota.
Al convertirse
todo los temas políticos como relevantes y la disputa política llegar a todo
los planos, los militantes además de mantener el diálogo, dentro de lo que se
puede el ritmo democrático, también se estaba preparando para una lucha no
ideológica si esta ocurriese, porque el militante además de su formación
ideológica política debía estar preparado para escaramuzas, motines, e incluso
para ser agresivos. Por ende grupos de choque y de defensa personal, como
karate y otros métodos, empezaron a determinar y a validar el hecho de que no
sólo bastaba con la formación ideológica y política, sino que el militante del periodo
también debía manejar las herramientas bélicas para imponer su posición.
En general, el
militante de este periodo no está de acuerdo con la filosofía de la nueva
planificación global en el poder, siente que no es la solución para su región,
y aunque se provocaron divisiones internas, la simpatía global del militante no
era clara, más bien eran sus rivales trasformados en enemigos políticos los que
en todo los planos debían derrotarse.
El militante
del periodo debía evitar el ejercicio del poder con comodidad y crear
inestabilidad e inmovilismo, lo que desde todas las áreas donde se encontrara
tenía el poder y era capaz de usarlo, tenía conciencia de su importancia y la
hacía notar, cosa que lo dejaba en buena
posición para tomar desiciones, dispuesto a hacer cambios y dejar en jaque al
rival.
Por este
motivo el militante de este periodo aprende a combatir en política, no conoce
el sistema político sano, lo cual de a poco pasa a tener una buena formación
ideológica con raíz combativa y agresiva, la que no posee la anterior
generación. El objetivo del partido es importante, los principios también, pero
este militante pone la competencia política en términos maquiavélicos, el fin
de derrotar a la U.P.
era esencial sin importar los costos, lo cual pasó a ser esencial desde aquel
momento en adelante, hasta que tal tendencia se modera un poco en el régimen
militar, pero derivando en un deterioro de formación.
El militante
de este periodo sin duda vive periodos complejos, ya que su aceptación por
algunas alternativas de U.P. que derivan en el M.A.P.U. y en la Izquierda Cristiana.
generó duda en sus convicciones, que se trasformó en mayor agresividad y
búsqueda de desarrollar una oposición más dura, graficado un poco por el
estudiantado que después del golpe militar trata de que todos los militantes
vuelvan a recuperar las antiguas posturas con las que habían derrotado a la U.P ., pero esto no se logró,
generando nuevos debates y disputas internas de reposicionamiento.
De alguna
manera se puede decir que el militante de los setenta pierde la homogeneidad,
por los hechos posteriores al golpe se refugia en grupos afines para protegerse
y actuar, rompiendo el espíritu homogéneo que existía hasta el momento y el
cisma de principios de la década no sólo institucionaliza esta característica,
sino que marca la pauta de las acciones futuras, ya que ésta es una
característica del militante que se mantiene hasta hoy.
4) Características virulentas que
generan impotencia después del golpe.
A pesar de que
la dirigencia fue opositora a la
U.P ., también negoció y entró en diálogo, pero en el caso de
las bases no había esa intención en todo el aspecto social y ciudadano. Lo que
se buscaba era enfrentar, derrotar o destruir al enemigo, especialmente los
estudiantes y en los sectores ciudadanos vecinales.
Donde aún se
recuerdan y se narran los hechos con odio, lo que sin duda a los militantes de
este periodo los hacía reaccionar, “violencia generaba mas violencia por ejemplo:
hasta el presidente de curso se elegía por razones políticas”. Esta
frase de Miguel Sierpe sobre los militantes base, listos para la lucha, es
sumamente representativa desde el punto de vista, que el militante de este
periodo, con el afán de mantener el poder y la influencia del partido, actuaba
defensiva y agresivamente, pues el sólo hecho de prepararse en artes marciales
da a entender que la cultura agresiva era aceptada y ilegitimizada.
Esto genera
que el actor político de esta época, militante del P.D.C., pase a ser agresivo para imponer sus
términos, por ende, genera inmovilismo, frustración al no imponerse ante el
adversario político convertido en enemigo. Se genera impotencia al ver la
incapacidad política y como consecuencia la frustración del militante de este
periodo, sumándole el quiebre democrático que terminó institucionalizando esa
incapacidad de imponerse como oposición y no madurar como una generación
exitosa de militantes como la anterior.
En este
periodo el militante empieza a ver que las cosas no estaban funcionando como
las autoridades militares habían prometido , por ende la operación clandestina
que de alguna manera mantuvo al partido intacto institucionalmente dio algo de
autonomía a las bases que no sabían como enfrentar esta nueva realidad,
quitándoles la armonía de funcionamiento, los empieza a atomizar a desorientar en los caminos a seguir,
deteriora el perfil del militante ya que su formación es de acuerdo con el grupo de mayor afinidad o en el que
puede actuar o participar. Además se suma el sentimiento de culpabilidad por su papel en la
U.P ., que unido a este actuar atomizado lo hace acercarse a
las bases de la ex U.P. e iniciar
contactos, generando que el militante de este período defienda los derechos
humanos afectados por la dictadura y la democracia, pues de algún modo se interpreta que asumen responsabilidad
por lo ocurrido, lo cual en la región los lleva a tomar con el paso del tiempo
un papel importante en la lucha por la democracia ya que al perderla la
valoraron más y entendieron su importancia al margen de intereses políticos.
Como resultado
del funcionamiento clandestino la formación política ideológica existía a pesar
de de la prohibición política, pero poco a poco este militante debió pasar a
aplicar su conocimiento anterior de lucha política como principal arma,
porque se debía luchar contra la
dictadura, lo cual convirtió las ganas de luchar y protestar como las intenciones más relevantes, mientras que
la preparación ideológica sólo era importante, pero no tan necesaria, al menos
hasta recuperar la democracia que el militante de esta época busca por
convicción ideológica y un gran sentimiento de culpa.
Miguel Sierpe
expresaba: “después de la polarización política pasaron a la prohibición absoluta”
no actúan juntos, pero con el paso del tiempo se van acoplando.
Nos demuestra
que los militantes del periodo cuestionaban su real participación, no por
derrotar al socialismo o al marxismo, sino porque en ese afán ayudaron a un
quiebre democrático.
6) Siguen ciegamente a caudillos.
A lo largo de
este periodo los militantes del P.D.C. en la región siguen a varios líderes en
la clandestinidad y en la posterior reorganización, pero con el paso del tiempo
se van acoplando y trabajando con mayor coordinación. Nombres como Lautaro
Poblete, Roque Tomás Scarpa y otros, actúan, dan a los militantes que los
seguían con disciplina, formas de actuar y operar, Esto trae además un
escenario en el cual muchos fueron víctimas de los abusos políticos de la
época, pero aún así los militantes entendían el contexto y seguían con
disciplina el trabajo iniciado.
Sin embargo,
aún con este trabajo caudillesco, la formación no mejoró, el militante
empieza a privilegiar la lucha por la ideología y doctrina ya que: la
coyuntura lo empieza a exigir y la
preparación política que estaba prohibida, era clandestina, así que por ello
podemos pensar que no es tan buena o efectiva como debería ser.
El perfil del
demócrata cristiano de los setenta, se
entiende como un militante disciplinado, pero más cuestionador y crítico que en
la etapa anterior. Fiel a la doctrina, con un enemigo claro a quien derrotar
políticamente, con jóvenes muy comprometidos en el quehacer como partido de oposición,
pero con muchos impulsos que en esencia terminaron con cuestionar y no validar
el sistema democrático. El militante de este periodo tomaba, decisiones de base y también dirigenciales
muy en caliente, ya que la rivalidad política era más importante que cualquier
otra cosa. No obstante, el demócrata cristiano que entra en los setenta lo hace
a través de los lazos familiares y la admiración a un líder como en la etapa
anterior.
Se debe
destacar que muchos, de igual modo, lo hacen por las ideas personalistas de los
dirigentes, los cuales como Martinic, Beros
o Poblete, sirven como espejos, lo que en la gran parte de la década se
ve con la organización clandestina, donde estos caudillos forman de emergencia
este nuevo militante de trinchera, hábil políticamente, sin ser brillante, pero
con una voluntad para luchar que le permitirá reorganizarse para ser una
oposición fuerte y eficaz, con una militancia comprometida y eficiente para los
tiempos que se venían a futuro, tiempos que fueron muy difíciles.
Es difícil
conseguir una figura ya que el golpe genera un quiebre difícil de resolver,
pero es claro, por todos reconocido, la importancia de la juventud y los
dirigentes secundarios representados por Víctor Low, no solamente por ser los
que protestaron contra las políticas de la U.P ., sino que con los dirigentes más antiguos
del partido marcaron un ritmo político e intervinieron en decisiones.
Colaboraron al
igual que todo el mundo político en este carácter belicoso y después del golpe
militar jugaron un papel claro en la reorganización, en protestas y mediaciones
con los antiguos rivales, además que marcan el aparecimiento del nuevo
militante combativo y cuestionador, lo que antes no tenía este partido, por
ende Low representa con creces este perfil.
C. GENERACIÓN
DE LA DÉCADA
DEL OCHENTA.
Este periodo
abarca desde la segunda etapa de la influencia compartida y los primeros años
de la influencia compartida con predominio del P.D.C.
El militante
de esta etapa debía estar preparado para la lucha política, para soportar
situaciones difíciles, para hacer sacrificios y con esto consolidar la
reorganización, para captar nuevos adeptos, para lograr el objetivo que era,
derrotar a la dictadura.
Características
del militante de la época:
1.
Una mixtura entre los
expertos de los sesenta, setenta y los inexpertos que llegaron en esos años.
2.
Militantes jóvenes, no todos
con ideales y con vocación política, pero con ganas de derrotar a la dictadura.
3.
Muy participativos y
comprometidos, pero con una formación desigual.
4.
El idealismo se cambió por un
objetivo idealista.
5.
Con un alto nivel de
sacrificio no recompensado en los tiempos actuales.
6.
Con una buena estructura
organizativa y de trabajo.
1) Una mixtura entre los expertos
de los setenta, sesenta y los jóvenes inexpertos de esos años
En esta etapa
los militantes de los setenta, después de su reorganización se dedicaron a
formar nuevos militantes para actuar en este periodo, los que de apoco empiezan
a asumir responsabilidades, en especial siendo de alguna manera las fuerzas
políticas disciplinadas para combatir la dictadura, lo cual crea una mezcla
ideal entre el cerebro político de los más expertos y los jóvenes, que en
formación política están dispuestos a la lucha y al sacrificio.
En ese
panorama y como consecuencia de la coyuntura, la realidad del país y del
partido, nos da la sensación que estos líderes no enfatizaron tanto en la
formación, ya que el proceso no era igual que antes, o más bien, este pasó a
ser una inquietud individual o grupal más que institucional, generando que
estos militantes tuvieran más objetivos de fuerza de lucha contra la dictadura
y dependiendo de ellos su propia formación política, la que no era igual para
todos.
Se genera y se
provoca un grado de compromiso ideológico, pero en su gran mayoría con la causa
de lucha anti dictatorial, lo que igual afectó a los dirigentes del sesenta y
setenta, teniendo como base sólo la formación de militantes para la lucha
política, donde no se comprueba su vocación política mucho más allá de las circunstancias,
trayendo consigo y como causa la poca preocupación dirigencial de esto.
Por esa razón
el militante busca su formación en pequeños grupos y ve a su partido como un
organismo político donde la lucha por la democracia es lo más importante, llevando
a un segundo plano lo demás. La dirigencia lo utiliza como mecanismo para
lograr más compromiso, prometiendo como recompensa, la democracia. Por lo
tanto, estas anteriores generaciones moldean y generan a este militante nuevo, que
es el que necesitan con una base ideológica, más operativo, con capacidad de
gestión, con la intención de ganar terreno, tener hombres y mujeres bien
preparados para la lucha política en la mayoría de los campos, lo que era
necesario e imprescindible, por eso su formación se fue completando con el paso
del tiempo, muchos entraron con vocación, pero otros están en ese proceso aún.
Clemente
Gálvez refleja la posición utilitaria que la figura del militante tiene, ya que
es menos protagonista que antes y depende de su dirigencia. “Eran
tiempos de mucho compromiso, nuestro grandes dirigentes sindicales y lideres
políticos asumieron cargos de suma responsabilidad, Ruiz de Giorgio fue el
secretario ejecutivo del comando de campaña, lo apoyaron, Esteban Scarpa,
Joaquín Courze, Cosme Crema, Juan Morano también se sumaron en esos años,
dirigentes vecinales etc., las mujeres del partido hicieron un gran trabajo, la
juventud muy comprometidos, el partido se revitalizó, todos los días 40 o 50
personas entraban, salían, había todo un trabajo político muy fuerte, el
partido vivió una etapa de mucho compromiso y efervescencia, de mucha actividad,
habían muchas cosas que hacer y mucha
gente que quería hacer cosas”.
Quizás esto no
tiene ninguna novedad para el funcionamiento normal de los partidos, pero a
raíz de la mixtura entre los experimentados de las décadas anteriores y el
nuevo perfil del militante como fuerza que ayuda a conseguir el objetivo, que a
todas luces por la clandestinidad lo difícil que es organizarse en ella y las
complejidades de la institución, el militante pasa a desarrollar su parte
operativa, ser la fuerza que empuja esos ideales en los que cree, de los que
quiere saber más, pero eso pasa a ser un desarrollo individual y personal.
Así que el
militante de esta etapa se concentra en aprender de sus líderes y cumplir su
rol, teniendo ideas e intervención política, pero no con el desarrollo que
esperaban a su sacrificio de lucha política. Era capaz de pensar, tener ideas
políticas, pero no era su rol relevante, sino que sacrificarse e ir a la
batalla, como número, como infantería o ponerse el “Overol o mameluco”. Con el
paso del tiempo logran desarrollarse, pero no tan bien como lo esperaban, y
como lo esperaban sus formadores que los prepararon más para luchar que para otra
cosa. El mérito de ellos es individual, del interés de cada protagonista.
Esta fue la
manera más clara para que convivieran estas dos o tres generaciones, pero el
militante de esta etapa tiene claro que su rol y sacrificio político fue
fundamental, manteniendo una buena disciplina, no en exceso, pero si lo
suficiente para funcionar eficazmente.
Su
participación no fue como en las etapas anteriores, ya que su preparación fue distinta, con convicción, dedicación,
preparación en lucha política, participó en marchas, protestas, etc., que van
comprometiendo a este militante. Por ende este militante debe formarse
ideológicamente en paralelo con la lucha política , sus formadores no le
pusieron mucho interés, por tanto, no hay un perfil claro de cómo son, teniendo
además en cuenta las distintas tendencias internas que tampoco ayudaron a
clarificar el actuar de estos, por lo que los hace distintos, más dependientes, más
guiados que otras generaciones.
De esta
mixtura se explica porque el militante de las épocas del 60 y 70 controla a
este nuevo militante, le da los espacios que él se gana o que quiere darle,
generando distintas visiones: la antigua y la moderna, que no cuajan, pero se
toman en cuenta en ciertos aspectos, no obstante, si es una excelente mano de
obra comprometida con un idealismo controlado y con objetivos claros, sobre
todo el más importante, derrotar al gobierno que se transformó en dictadura.
2) Militantes jóvenes, no todos
con ideales y con vocación política, pero con ganas de derrotar la dictadura.
Los militantes
de este periodo no tenían la misma vocación política de las etapas anteriores,
pero sí la había al igual que antes por influencias familiares, laborales, de
la iglesia, etc., pero lo que más movía su participación al margen de los
principios partidarios, era lograr recuperar la democracia, que con el paso del
tiempo se fue convirtiendo en el único tema político del país y del militante
en sí.
La pobreza,
siempre importante, mejor salud y otros eran relevantes, pero el más significativo
y casi demencial, al hablar con un militante de este periodo, es derrotar a la
dictadura. Por lo tanto pasa a ser el ideal primordial y sustancial, toda su
vocación política la compromete en esta causa interviniendo sólo en los campos
que le permiten actuar con libertad reconociendo sus limitantes. Por esa razón
el interés político en sí, era buscar mecanismos que le permitieran lograr la
salida del régimen militar, orientando toda su organización y estructuras
disciplinarias a conseguirlo.
Quizás su gran
mérito es su compromiso a conseguir el valor de la democracia, quizás para
muchos de ellos desconocido, pero inculcado en sus familias, escuelas y
universidades que por lo general influían en gran medida en los jóvenes.
El militante
de este partido en este periodo era arrojado hasta ciertos límites, según lo
que permitieran sus militantes superiores y autoridades, con cierta convicción
y una vocación de servicio dirigida al objetivo principal, lo cual genera que
sean capaces de crear un funcionamiento bastante eficiente.
La vocación
política se refleja sólo en los aspectos que son permitidos dentro de la
protección de intereses que el partido busca, se entienden que el tema más
importante es la lucha por la democracia y el militante de este periodo lo toma
como la tarea más primordial, girando el actuar político alrededor de esto. Por
lo tanto, idealismo y vocación eran encausados a esto y no existía una
preparación dirigencial, ya que esto paso a segundo plano, pero aún así el
militante sigue la ideología orientándola a las necesidades de la coyuntura,
pero sabiendo bien que esa forma de actuar debía ser lo más consecuente posible
para lograr resultados.
La forma en
que el militante actual actúa, lo narra Jaime Lorca, ya que el militante joven
sigue como espejo al de los periodos anteriores, toma un rol más de concilio,
así por lo menos se expresa “creo que la D.C. toma un rol más de ordenador o de
conciliador”. En el sentido de que este nuevo militante que luchará
contra la dictadura necesita de nuevas alianzas, por ende mantiene los
equilibrios con futuros aliados que le permitan luchar con tranquilidad y
seguridad.
3) Muy participativos y
comprometido, pero con una formación desigual.
El militante
de este periodo, a lo largo del tiempo y como resultado de su labor activa en
labores de resistencia política, toma mayor protagonismo en protestas y
manifestaciones. Además se ve obligado a actuar más desde sus organizaciones
sociales poniendo todo lo de su parte para actuar, tanto recursos humanos como
otro tipo de recursos, con su familia o amistades, formando si se puede llamar
así un fuerte ejército donde se interviene política y socialmente, pero
asumiendo altos riesgos ya que no debemos olvidar la situación de
clandestinidad que se estaba viviendo, donde el militante de este periodo puso
en demostración tanto la generación de las etapas anteriores como los
dispuestos al combate de la etapa actual, un compromiso e involucramiento que
les permitió a cada uno, en su rol, ser el motor de la oposición, además
generar espacios para expresar, reactivar a su militancia que deseaba
participar, dar a conocer sus ideas, actuar y usar las herramientas que se les
habían entregado, por lo tanto, este militante entiende que debe participar
para figurar y proyectar mejoras individuales futuras en la escala partidaria,
para conseguir sus objetivos futuros que por ahora están pospuestos.
El grado de
compromiso y participación es cada vez mayor en el interés del antiguo y el
nuevo militante, pero está también al margen de la fuerza y relevancia política
que se tiene, mostrando la realidad de la formación desigual de las
generaciones, en el cual esta última depende del interés individual y no de una
formación institucional, en donde los grupos tienen la mayor influencia, los
líderes y caudillos pueden encausar a estos militantes a buscar respuestas, a
ser más que una fuerza política utilitaria, a la que no se le permitirá
tomar decisiones políticas. De más está
clarificar que también hay ciertas personas que producto del trabajo con los
grupos se formaron y que intervinieron políticamente, pero hasta el día de hoy
no tienen el espacio ni la oportunidad para desempeñarse como ellos quieren.
Por lo tanto,
la generación del militante del ochenta se muestra y se reconoce como una
generación de sacrificio. Esto les genera algo de frustración ya que esa
formación política no es igualitaria a los demás, sólo entrega vivencias,
luchas, con decisiones, manejos grupales, pero carece de una ideología clara y
ordenada.
Dentro de los
entrevistados miembros de este grupo fue difícil obtener, al contrario, sí
miembros de finales del setenta, de adultos mayores que pudieron graficar la
forma de actuar del militante del ochenta, donde poco a poco jóvenes y gente de
más experiencia privilegiaron el objetivo de lograr la democracia por sobre
otros. No obstante, si uno tiene la posibilidad de hablar con ellos, lo que más
destaca son las marchas, protestas y la lucha política más que ideología u otra
cosa. Así lo grafican los entrevistados, en especial, uno de los protagonistas
del Punta Arenazo. “Nosotros estuvimos en todas las protestas. Nosotros estuvimos presos
con toda la familia, los cinco estuvimos en la catedral siempre cuando había
manifestaciones. Nosotros íbamos inclusive a los desafíos.” “El
plebiscito fue muy duro, nos quitaban el carnet para que no votáramos, al no
tener carnet no podíamos votar, entonces yo tenía dos, yo entregaba uno y me
quedaba con el otro” palabras de Mateo Martinic M, también el
testimonio de Víctor Low donde destaca “El trabajo de la juventud muy
comprometido”.
El testimonio
de Low y Martinic en estos fragmentos específicos nos muestran la mentalidad de
los militantes luchadores y de un servicio utilitario a una obra, tanto de los
miembros de la década que eran jóvenes, como de los antiguos que no alcanzaron
protagonismo. En sí, este militante no administrará poder alguno y sólo luchará
por el fin mayor sin una recompensa clara, solo su ideal y satisfacción
personal.
4) El idealismo se cambia por un
objetivo idealista
Con el paso
del tiempo, la relación que el militante va teniendo en esta década donde tiene
que enfrentar la realidad de la dictadura, la falta de libertad, sus
atrocidades en derechos humanos, poco a poco generan que otros valores pasen a
segundo plano. Por ende la libertad, la democracia y un sin número de ideas
mucho más aterrizadas a la situación que se vivía empiezan a primar al
militante de esta etapa, como defender los derechos de la sociedad civil, los
problemas sociales y políticos, crisis económicas, la censura, etc. Sin
embargo, el objetivo pasa a ser el ideal, lo que provoca que el militante
comience a idealizar a la democracia y la caída del régimen, eso genera
confusión y desorientación política, ya que como actor utilitario su accionar
lo compromete poniendo en riesgo su actuar, funcionamiento y a veces hasta su
propia vida. El “hacer o actuar” era
más importante que cualquier otra acción política, lo que los ponía en un
constante riesgo.
Por lo tanto,
el militante de este periodo basa su ideología para justificar sus hechos
concretos y no al revés. La ideología no justifica los hechos, porque ésta
existe, pero relativiza y determinada a la coyuntura.
El militante
quiere construir el ideal democrático antes de pensarlo, ya que el objetivo de
volver a la democracia es claro, sólo se buscan mecanismos para su
concertación, que es en si lo que el militante de este periodo no encuentra.
Llega a la democracia sin pensarlo, así que debe adaptarse, construirla
mientras la administra y como no la conoce y su formación política no es tan
buena como en las décadas anteriores, sobre el final de estos años y comienzos
del noventa, debe replantearse y afianzar su construcción con muchos problemas
e inexperiencias.
Se olvidó el
modo de gobernar o sólo se preparó para luchar y los militantes antiguos, más
preparados que sufrieron estos cambios, pero aún conservan la experiencia de
antaño. Tomaron el control y funcionamiento político en este periodo, lo cual
los hace guías, pero siempre manteniendo este objetivo como el centro del
actuar político de este periodo.
El mejor
ejemplo de ello se esboza en lo declarado por Víctor Low, donde poco a poco se
demuestra que en los ochenta se privilegia como conseguir la derrota a la
dictadura más que el idealismo de antaño “Había mucha preocupación en el partido
porque las cosas estaban ocurriendo de manera distinta a lo que el partido y la
gente pensó, a mi memoria el nombre de nuestro alcalde Juan Morano, Raúl Soto,
Víctor Vargas, y yo fuimos los que asumimos la conducción del partido”
Como podemos
ver en este periodo la organización fue para enfrentar un gobierno en
funcionamiento y los ideales no tuvieron un primer plano, salvo el objetivo de
algún día recuperar la democracia. Pero eso se lograba con acciones concretas,
reales, de esta manera podemos ver como sutilmente, primero y luego como
principal recurso, se busca obtener un posicionamiento por actos en la sociedad
que permitan alcanzar resultados.
El militante
no era idealista por sí mismo, sino que tenía un objetivo concreto que
transformó en ideal, lo cual lo hace mucho más realista y aterrizado que
generaciones anteriores, pero con una vocación más limitada.
5) Con un alto nivel de sacrificio no reconocido en
tiempos posteriores y actuales
El militante
del ochenta hizo sin duda un esfuerzo y
sacrificio poniéndose el partido al
hombro y sacrificando intereses personales, o de otra índole, por ser la fuerza
que se preparó para enfrentar la dictadura, con ello dejaron de lado
aspiraciones que esperaban concretar a futuro. Con el paso del tiempo, en la
etapa actual, su participación no ha sido tan reconocida como esperaban, pero
el trabajo generado por los militantes de este tiempo permitió los éxitos y
posicionamientos de este periodo, entendiendo que estos militantes tenían plena
conciencia de que su actuación era profundamente necesaria y fundamental para
obtener resultados que favorezcan a sus principios y objetivos.
El militante
del ochenta sin duda, como hemos visto hasta aquí en los puntos anteriores, fue
al sacrificio, lo que es en esencia por los líderes del periodo algo normal en
un partido. No obstante, es evidente que el militante del P.D.C. sabía y
necesitaba un reconocimiento que no siempre se ve y que recién ahora, después
de varios años se va cumpliendo, ya que en el periodo de los años ochenta el
militante sólo debía acatar sin ni siquiera discutir, al menos esa es la
impresión que esto da dentro del estudio.
Claros
ejemplos de los esfuerzos de la militancia son planteados por Mateo Martinic M.
cuando dice: “En el plebiscito nos quitaban el carnet para ir a votar, yo tenía
otro”, “Yo estuve en el Punta Arenazo”, donde nos narra lo difícil que fue la
situación”.
Estos dos
hechos nos permiten determinar este sacrificio y esfuerzo en que los militantes
de este partido se la juegan para conseguir este objetivo. Sin embargo, con el
paso del tiempo, los entrevistados miembros de esta generación denotan un grado
de insatisfacción, porque no han podido concretar, salvo ahora, de a poco en este
tiempo, me refiero a la actualidad del 2000, algunos beneficios que querían
antes lograr.
6) Con una buena estructura
organizativa y de trabajo
El militante
de los ochenta, a raíz de las anteriores características, fue capaz de llevar a
cabo esta lucha. Además logra organizarse de buena manera en protestas y en
actividad política, ya que pudo tener una disciplina apoyada por su compromiso
y su convicción. Estas le permitieron, poco a poco, relacionarse y formar lazos
con el resto de la oposición y con sus mismos camaradas.
Se puede
afirmar esta conducta gracias a las conversaciones, las cuales permiten
entender que las bases estaban preparadas para cumplir en todo lo logístico y
dispuesta a todo tipo de trabajo con el fin de lograr el objetivo. Aunque no
hay ninguna cita que la demuestre directamente, en el Punta Arenazo existe una
estructura de organización con líderes que guían en específico a los
militantes, los cuales obedecen y llevan a cabo la fuerza en contra de la
dictadura.
Líderes como
José Ruiz, Lautaro Poblete, sobre todo Roque Tomás, fueron generando una
estructura que permitió que el partido se fuera posicionando y que el militante
fuera importante en sectores sociales y ciudadanos, ya que estos militantes
tenían la energía suficiente para llevar las ideas a concretarse. Por lo tanto,
aprendieron a organizarse y a trabajar para un fin, que les permite
posicionarse como un militante de trabajo, el cual sirve para objetivos
específicos, pero con un mal desarrollo político.
Finalmente, se
puede decir que el militante de los ochenta es un militante aguerrido,
sacrificado, con muchas ganas de participar, más realista que los anteriores
militantes, que son sus líderes, los cuales no los forman como fueron formado
ellos, porque derrotar la dictadura era lo más importante para todos. A si que
pasan a ser la tropa necesaria para generar una fuerza de oposición, se
convierten en militantes dispuestos al sacrificio y luchadores contra una
dictadura. No son instrumentos que desconozcan su posición, más bien se dejan
utilizar porque es “lo que debían hacer en el momento”.
Sin embargo,
siempre existen líderes que sobre salen en esta época, toman mandos u
oportunidades de sobresalir. En este periodo la figura que los representa es
sin ninguna duda Roque Tomas Scarpa, que junto con otros fue capaz de ponerse
el mameluco y guiar la posición de este partido ocupando todas los mecanismos
posibles, generando e institucionalizando, para bien o para mal, esta
generación de pelea y lucha en la militancia.
D. GENERACIÓN
DE LA DÉCADA DEL NOVENTA.
En este
periodo abarcamos la influencia compartida con predominio del P.D.C. y
terminada en la influencia compartida con el predominio de los aliados en los
tiempos actuales.
Estas dos
etapas finales del estudio son las que nos permiten trabajar y analizar, tanto
en esta década como en la que viene, a los grupos más contemporáneos de
demócrata cristianos y la visión actual de los militantes en general, que como
vimos en los análisis de los periodos es crítica y bastante pesimista del rol
que estarían teniendo, o más bien, del rol que no estarían cumpliendo, pero el
militante tubo cambios que son importantes y que explican las distintas
actitudes políticas.
Características:
1.- Militante más
preocupado de ejercer el poder que de hacerlo bien.
2.- Militante que cae en
conformismo, displicencia y mediocridad.
3.- Una vocación
cuestionada y no tan comprometida de la militancia.
4.- Militancia sin
contenido.
5.- Militancia que cae
en el facilismo y demagogia.
6.- Falta de ideales.
Como se puede
ver, tanto el diagnóstico de los consultados de este partido como de los otros
en etapas anteriores en donde se analizó cada etapa en general, han sido en
rigor pesimistas de la realidad que se está viviendo en este partido. No obstante,
estas categorías lo reflejan y dan el paso de estudio al militante del último
periodo que comparte muchas de estas características.
1) Militante más preocupado de ejercer el poder que de hacerlo bien
Cabe destacar
que la principal característica del militante de este periodo es el lema de “El
poder por el poder”, ya que muchos están más preocupados de repartirse los
cargos, en especial aquellos que no pudieron ejercerlos en épocas anteriores.
Estos militantes entraban o dificultan a la generación que hizo un sacrificio
en la etapa anterior por obtener un puesto, y a su vez impide la aparición de
nuevas generaciones. Además de que tratan de enquistarse y mantenerse allí por
mucho tiempo.
Esto, además
de atentar contra la formación y vocación política atenta contra su desempeño.
Por ende, este militante vela por sus intereses y de su grupo de protección.
Este fenómeno
es reconocido y se ve como el defecto más común en el militante del periodo, el
cual tanto consciente como inconscientemente, lo tiene como una conducta
internalizada.
El demócrata
cristiano actual entiende que asegurándose así mismo puede ayudar a su partido,
ocultando su real ansia de poder, de ejercerlo y mantenerse con él. Claro está
que no todos aplican ese criterio y que son regulados por otras autoridades.
Están también
aquellos militantes que operan de otra manera, pero pareciera ser que a la
mayoría de los militantes de este periodo les interesa más seguir acomodándose,
y como consecuencia los jóvenes que se forman siguen sus mismos ejemplos,
generándose un militante del periodo que actúa en un círculo vicioso.
Este punto se
justifica con los dichos de Miguel Sierpe, donde expresa el deseo y amor por el
poder que se ve en los militantes nuevos y de generaciones anteriores a este
periodo, “Principalmente vemos de hoy en adelante una cantidad importante de
militantes que aprueba la actividad gubernamental porque tiene sus intereses
creados para tratar de mantener su cuota de poder, por estar en la
concertación. Por lo tanto, se transforman en verdaderos títeres”.
Esta frase sin
ninguna duda gráfica a este militante que busca el interés particular y genera
espacios para actuar en política para tener poder y administrarlo con diversos
fines, pero menos el altruista de épocas pasadas.
El militante
de este periodo busca y se desarrolla en base al poder, no teniendo ningún
control de las anteriores generaciones quienes permanecen impávidos ante su
conducta, ya que su formación no les permite actuar claramente, pues este
militante fue formado para luchar en los ochenta.
El militante
de este periodo actúa con muy poca autocrítica, además su formación ideológica
pasa a un segundo plano, además pasa por un periodo de auto complacencia y
suficiencia que se ha generado por los resultados históricos de este partido.
Lo que se ha
creado es generaciones de militantes con mentalidad ganadora, pero con el paso
del tiempo el militante, sobretodo en este periodo, ha caído en desidia y auto
conformismo, generando tolerancia y aceptación de comportamientos que no
representan el espíritu del partido, sobre todo del actuar político consecuente
que pregonaban generaciones anteriores.
El militante
de este periodo cae en la displicencia de mirar sobre el hombro a otros
militantes, otros partidos, es negligente, poco comprometido en su actuar. Cree
que este partido vive de su historia, pero no ayuda a fortificarla.
Además las
nuevas generaciones de estos años se encuentran con pocas oportunidades de
actuar, pues el militante del ochenta aún busca poder desarrollarse y recibir
pago por el sacrificio hecho en su etapa. De esta forma tapa e impide el
desarrollo de otras generaciones, las cuales también caen en la suficiencia de
no prepararse y no tener identidad propia, prefiriendo administrar la historia
y los logros pasados.
Si vemos la
formación del militante de este periodo esta es individual, no existe una
institucionalidad, salvo intentos aislados. Por lo tanto, la vocación política
no es primordial, dejando que otros factores que no se expresaron en la
información obtenida sean de real motivación del militante actual. Se puede
especular que es el interés por el poder, tanto individual como de determinados
grupos, pero en realidad el militante en la actualidad no tiene un sentido
claro que no sea el de aprovechar y utilizar posiciones de poder, para bien o
para mal.
Sin duda el
militante actual está muy lejos de tener y utilizar como centro de su actuar
los valores de antaño. Si se compara con la formación de antes, el militante en
lo general era más inquieto y disciplinado. En la actualidad la formación de
este militante pareciera no importarle tanto, además no tiene una presión, ni
obligación, ni conoce tampoco de grados altos de compromiso.
Podríamos
decir que es insuficiente, por decirlo menos paupérrimamente, si los entramos a
comparar con periodos anteriores.
Pero todo esto
es causa de un conformismo, la falta de vocación y guía de las generaciones
anteriores, que también tienen su cuota de responsabilidad, ya que no han
asumido el rol formador que debieran tener.
Un ejemplo de
este punto referente a la conformidad es lo que plantea Jaime Lorca, “Creo
que para ser justos, todos los partidos han perdido no solamente la D.C .” Esta frase nos
da a entender que a este partido y el militante del noventa, ve la situación
actual como normal, da la impresión de que se siente cómodo en ella. No
obstante, aunque es cierto que la política actual se encuentra así se espera
una mayor crítica, y a pesar de que los militantes entrevistados han sido
bastante críticos, hay ciertas declaraciones que permiten graficar la
inmovilidad y suficiencia del actuar del militante en este periodo. Administrar
poder sin sacrificios es su lema al parecer.
3) Una vocación cuestionada y no
tan comprometida de la militancia
La militancia
de los noventa al no tener una sólida formación, al no tener el interés
dirigencial y estar en pugna con los rezagados de los ochenta, sumándole que
los antiguos militantes también no son los de antaño, se les presenta una
contradicción vital con la vocación de acción en su actuar político ya que
podemos especular con la información obtenida que les interesa el poder,
administrarlo, sacarle provecho a este, pero sin duda no lo ha tenido, ya que
las generaciones anteriores controlan el funcionamiento político, y aún así, de
algún modo aspiran a ello.
Por ende la
vocación del servicio público, de responsabilidad política y probidad, como fue
en épocas y décadas pasadas, no tiene la misma relevancia. La vocación política
de este militante se pone en duda, o por lo menos se cuestiona, y no porque
nunca hayan existido intereses particulares, sino porque al parecer en otras
épocas estos eran más compatibles con el idealismo, lo cual especialmente en
esta generación no tienen nada que ver y van en caminos muy diferentes.
Por esa razón
la vocación esta muy limitada, hay a intereses de todo tipo que el militante de
este tiempo sabe calcular y manejar a la perfección para obtener buenos resultados.
El militante de hoy piensa primero en sí mismo, luego ve si eso puede ayudar a
los demás y a su partido, lo que en esencia igual afecta al partido como
institución ya que el militante de este periodo piensa como unidad, luego en lo
grupal de serle conveniente.
Es esta la
razón por la que la gran mayoría de los entrevistados cuestionó el actuar del
militante actual, por este egoísmo y excesivo cálculo trae consigo también el
fenómeno dé que el militante actual no es comprometido, no se la juega por
nada, ni por nadie, lo cual lo hace intervenir sólo en los asuntos donde
individualmente puede sacar algún provecho, tomando o comprometiéndose con
algunas causas a cambio de estímulos o intereses que deseen, lo que genera un
clientelismo interno poco provechoso para la institución, pero muy favorable
para el individuo.
Este militante
sabe muy bien del aparataje, de la intriga y el uso del poder, pero no maneja
ideología y visión política en comparación con otros, sólo quiere ventajas o
algún provecho.
Cuando Mario Maturana
expresa que “el P.D.C. se está trasformando en una agencia de empleo”,
grafica la situación y determina que el militante en los noventa a creado otra
escala de valores, a tomado otros intereses, con ello hace pagar, según los
consultados, un alto costo a la institución política.
4) Militancia sin contenido
A raíz de los
ejemplos y características ya nombradas es posible atreverse a decir que el
militante de este periodo le falta contenido, no sólo de tipo ideológico y
formativo, sino que también de reales objetivos, ya que da la impresión que el
militante del noventa tiene una actitud pasiva en la participación y en las
decisiones, ya que no opina en las distintos espacios que son pocos, pero que
al parecer no aprovechan.
Según los consultados
el militante se preocupa de otros temas los cuales han ido desplazando a un
segundo plano no sólo la base ideológica, sino que la social, que antes era su
característica. Cuando se dice “el militante de este periodo se ha alejado
de su esencia” de alguna manera se trata de recalcar que el sello
anterior del militante en épocas pasadas se ha ido perdiendo y por ende un
valor o algún sello identificatorio que cuesta encontrar.
Estos
militantes divididos entre los de periodos anteriores, se preocupan de las intrigas del poder, los nuevos aprenden una
manera de hacer política vinculada
a ellos mismos como centro, dejando cada vez de lado los valores,
las ideas fuerza de antaño, planteándole al nuevo militante el desafío de
generar nuevos contenidos, de prepararse, pero como no están capacitados para
ello caen en el mismo vicio, lo toman
como propio, estableciendo una generación sin rumbo político, sin metas,
que no sean las del poder y los cálculos para aumentarlo.
Por ello la
relación con el punto anterior es directa, ya que sólo los intereses mezquinos
del poder y la idea de sólo buscar empleos e intereses particulares representan
a un gran porcentaje de la militancia y ésta se va auto traspasándose hasta las
generaciones más jóvenes que lo están viendo como un comportamiento normal. Por
lo tanto, no hay un gran contenido, principio o valor que los mueva, generando
la llegada de intereses y personas que entran en los partidos políticos por
otros intereses e ideales, por los cuales este militante los toma como su
contenido personal y crea un espacio para lograr objetivos políticos que le
permitan obtener dividendos personales a él y a su entorno, pero muy lejos de
valores y principios ideológicos que parecieran no importarles por ahora.
5) Militancia que cae en el
facilismo y demagogia
El militante
de este periodo cae mucho más que en las décadas anteriores en la promesa fácil
y en el acercamiento populista, así lo manifestaron varios entrevistados, lo
cual al comparar con las otras etapas o periodos pareciera ser que el militante
de los noventa recurre más a estas acciones, además sabe utilizarlas de mejor
manera. Esta arma marca una gran brecha con las anteriores etapas, pues al
utilizarla planea acercarlo más a La Ciudadanía ,
pero como resultado ha obtenido lo contrario, la ha alejado más.
Aparentemente
a se ha ido institucionalizando en el militante actual la demagogia como un
mecanismo válido, ya que no se preocupa de los problemas ciudadanos, sino que
de los suyos, así que el mecanismo para solucionar los problemas es la
respuesta fácil y la promesa incumplible.
Al parecer,
por lo expresado por los entrevistados, el militante de este periodo es más
insensible, lo que ha provocado que la ciudadanía se haya ido alejando, por
ello han recaído en estos vicios políticos, que por lo general son producto del
poco interés y vocación política de esta generación por consecuencia directa de
su interés por el poder.
El militante
de esta década tiene claro estos objetivos, los cuales son reconocidos por los
militantes más antiguos como vicio. Roque Tomas S. dice al respecto: “El
partido Demócrata Cristiano debería ser un partido popular y nacional, no
populista y populachero”
Esto grafica
al militante de este periodo donde priman sus intereses individuales. Debe
utilizar la necesidad de la gente para conseguir sus propósitos, para imponerse
en esa hambre de poder que posee, que hemos visto como su interés primordial,
ya que tiene profundas carencias valóricas y de vocación, que también son
reconocidas por sus dirigentes, que son producto de su desgaste e incapacidad
al no estar bien preparado e interesado realmente en contenidos políticos, lo
cual los deja muy mal parado para el futuro.
Los militantes, a raíz de lo ocurrido y comentado
en los puntos anteriores, no tienen la capacidad y habilidad de generar y crear
nuevas ideas que permitan que en los noventa este partido encabece
institucionalmente, a través de la militancia, un desarrollo político acorde
con las necesidades actuales , ya que
ahora el militante depende y actúa muchas veces
por sí mismo, desordenando no sólo el actuar del partido, sino el actuar
político de sus militantes, donde su convicción y creación de respuesta a los
problemas se empieza a enquistar trayendo consigo una lejanía y ambigüedad del
militante, que no sólo pierde el rumbo, sino que pareciera no importarle la
solución de los problemas actuales en la sociedad, permaneciendo impávido, no reaccionando como
se espera, dejando el protagonismo de los hechos que acontecen.
Las ideas
políticas y su accionar para llevarlas a cabo requieren de un compromiso, de
una visión política, de nuevos enfoques e ideales claros que el militante y los
dirigentes de este periodo han olvidado o simplemente no privilegian como en
etapas pasadas. Tampoco crean formas de que otros las tomen, simplemente
administran conceptos e ideas ya conocidas, lo que a este militante le va
restando de alguna forma el capital de credibilidad, parcial o total que antes
poseía.
Este militante
se demuestra sin convicción ni renovación, se empieza a instalar alrededor de
esta sensación de demagogia y populismo, confirmada con la visión de Tomas
Scarpa, lo cual sin duda afecta no sólo a la imagen de la institución, sino
también al militante que deja caer sobre sí mismo un manto de inmovilidad,
ineficacia e incapacidad de representación grave.
Sin duda el
militante de este periodo centra sus ideas en los intereses políticos menos
altruistas acabándose como centro de acción los ideales grandes de antaño y
todas aquellas ideas políticas relevantes para el bien común, ya que al
militante de este periodo no parece ser de su prioridad e incumbencia, o
simplemente no le es importante. Hay una cita que grafica este hecho, que
expresa Clemente Gálvez, “Creo que es un tema que da para mucho, creo
que el partido a través de los dirigentes, las negociaciones de los
compromisos, compadrazgos, de los parlamentarios, autoridades de gobierno
regional y nacional, hay gente como dice
el dicho, que no da para el ancho y hemos pagado un alto precio, y eso me
preocupa.”
Como se cita,
las ideas pasan a segundo plano y los militantes se abocan a la administración
del poder, y cuando eso ocurre dejándose de renovar ideas en la elite y en las
masas, el militante también deja de hacerlo, sólo administra distintas formas
de poder, siendo estéril para realizar cambios y transformaciones ya que su
privilegio es otro, piensa en su poder y conveniencia.
Para
finalizar, si tenemos que dar un perfil del militante del 90 este sería el siguiente:
Un individuo
con una alta vocación de poder, una actitud displicente y soberbia en su
accionar político.
No tiene una
formación política como los de antaño, pero es más calculador y oportunista.
Tampoco tiene el mismo interés social y vocación de servicio, por el contrario,
busca su interés individual, del grupo que le permita desarrollarse o
interactuar con sus objetivos. No tiene una militancia activa y no se
compromete, salvo en épocas donde cuida ciertos intereses. En el discurso
defiende ideas, pero en la práctica sus intereses particulares y grupales. Esta
alejado de los grupos asociativos como en el pasado, o si bien lo hace, pero no
con la misma fuerza de antes. Y finalmente, este militante busca defender y
mantener sus espacios ganados con sus grupos de referencia o de apoyo lo que
genera la fricción interna constante por el poder.
E. GENERACIÓN
DE LA DÈCADA 2000 - 2010
Esta es la
última generación de militantes del análisis y que en si toma muchos aspectos
en el comportamiento de la generación anterior, lo cual la hace muy cercana y
quizás el grupo generacional más cercano entre ellos.
Características:
1.- Generación impávida y
escéptica.
2.- Sin
líderes tangibles o que no asuman su rol.
3.- Se
instala el determinismo absoluto.
4.- No
hay intenciones de cambios aparente.
1) Generación impávida y
escéptica.
Esta
generación actual presenta un militante sin iniciativa, poco creativo que a su
vez si lo sumamos a las características del periodo anterior donde se muestran
todos las faltas y carencias ya existentes a lo largo de varios años,
producimos una actitud de pasividad absoluta en las nuevas generaciones, las
cuales no tienen un espejo donde mirarse, a quien seguir, ni herramientas que
les permitan cambiar los hechos, demostrar un desarrollo político distinto, ya
que no actúan, no solucionan los problemas, no son capaces de intervenir,
ni les interesa.
Lo que produce
que toda esta generación política sea mucho más espectadora que las anteriores,
actúa mirando su realidad y no como protagonista de la misma, olvidando la toma
de decisiones y el derecho de aspirar a lograrlas. Con el paso del tiempo se ha
ido tomando conciencia de aquello, pero no con la habilidad y fuerza esperada.
En general, es
una generación que permanece inerte, quieta ante su realidad, que para un
militante político es fundamental en su desarrollo. No se da un desarrollo a
grandes rasgos ya que la inercia e impavidez genera un militante pasivo, sin
iniciativa, con pocas posibilidades de demostrar si las posee, ya que las
generaciones anteriores usufructúan del poder como quieren, no dan
oportunidades, originando la sensación de “me da lo mismo”, “no me importa” que al militante lo lleva a no actuar,
ni a intervenir y buscar su interés personal sobre cualquier otro.
Esto trae
consigo además el problema del escepticismo, que existe una poca fe en la
ideología, en los principios partidarios, en las convicciones políticas,
provocando inseguridad, poca representatividad proveniente de la continua
comparación con generaciones anteriores por parte de sus antecesores, la falta
de líderes generacionales con experiencia, carisma, formación política, porque
los que hay lo ven como una escala para lograr poder, producto de la escasa y
casi nula vocación política.
Por esta razón
el militante escéptico decide actuar tomando este camino, o más bien se
abstiene de participar con el objeto de poder tener mayor espacio para sus
acciones personales, alejándose de la política activa y no actuando en los
campos y tareas que se le solicitan, provocando una menor intervención social
que tanto al corto como al largo plazo tiene sus costos.
Por ende, esta
generación de militantes de este partido además de no tener vocación ni
disciplina, no cree en lo que representan, lo que produce un vacío muy grande
que es imposible de llenar. La cita que representa esta situación es entregada
por Clemente Gálvez, quien refiriéndose al congreso ideológico habla de
recuperar la mística, que en parte es recuperar la fe, la convicción, la creencia
en lo que se pertenece, la cual lo expresa de la manera siguiente: “el
congreso del partido el cual yo voy a tratar de postular mi nombre, porque a mi
me interesaría participar en ese congreso y que en ese congreso podamos
revisarnos y recuperar la mística”.
2) Sin líderes tangibles o que no
asuman su rol.
En este
periodo al parecer no existe un líder que pueda aglutinar y dirigir a las
nuevas generaciones, ya que las generaciones antiguas son respetadas, sus
líderes también, a los que siguen, pero de sus pares no existe o no existen
quienes los representen a cabalidad o marquen un pensamiento generacional
representativo. Por lo tanto, no podemos palpar un dirigente claro que sea el
perfil de esta nueva generación, por esa razón existe una atomización, una
dispersión, una falta de identidad generalizada, lo que genera una orientación
más individualista y sectaria, a diferencia de las etapas anteriores, tanto
adentro como fuera del partido. Por este motivo los distintos individuos, sea
del lote que sean, se perfilan en un liderazgo circunstancial que no cuaja.
Ahora hay
casos excepcionales donde emergen personas con la fuerza, la habilidad y el
poder para lograrlo, poder para conseguir liderazgos, pero privilegian
intereses particulares en su que hacer político, o bien no se le es permitido
por la maquinaria partidaria interna, o simplemente no demuestran interés y no
asumen su rol ya que es una responsabilidad muy difícil, riesgosa de asumir, no
están dispuestos a perder el poder ganado por asumir ese riesgo. Por lo tanto,
el rol formador de dirección, de orientación, etc., no se asume a cabalidad,
dejando una generación política a la deriva y a su suerte, atentando contra la
vida y el funcionamiento vital de la institución.
3) Se instala el determinismo absoluto.
El militante
de este periodo da la impresión de actuar obligado por los comportamientos
aprendidos a generaciones anteriores, las que influyeron en su comportamiento,
lo que de alguna forma determina su actuar, su parecer, su pensamiento, genera la idea de que las cosas deben hacerse de determinada manera no
dejando espacio a la creatividad e innovación y al desarrollo político.
La generación del 2000 no tiene y no puede tener la oportunidad ni la capacidad de
mandarse por sí misma, lo que genera una
dependencia brutal, y guiada por su corta y poco clara capacidad de innovación
y creación de nuevas ideas, se instala en el militante de este periodo la
sensación real de no poder hacer nada por evitarlo, tener que aferrarse a este
destino sin ninguna posibilidad de un cambio aparente, el cual sin duda no sólo
se produce por los efectos del sistema
político, sino también por el actuar de sus protagonistas, los que en esencia
se han rendido a la realidad que les tocó vivir, más que cambiar, buscan
adaptarse con el fin de obtener de este escenario el mayor provecho posible,
porque indirectamente le dicen que hacer, como actuar y no pueden ejercer una
propia identidad, atrofiando su desarrollo político como el esperado por todos
por el bien de su institución.
Al ver el
militante de este periodo que no puede cambiar el futuro, ni las desiciones
políticas como quisiera, cae en el círculo vicioso de la demagogia y el
populismo, así se grafica en la siguiente frase de Miguel Sierpe “Los
D.C. al igual que muchos otros políticos del país se acostumbraron a ofrecer
cosas que no se pueden cumplir”. El hecho de la impotencia, la
incapacidad, el estar obligado por superiores y la coyuntura política, genera
que el militante, al no poder y no querer muchas veces hacer nada, caiga en el
populismo u otros mecanismos políticos poco adecuados, los cuales se instalan
cada día más en el A.D.N. del militante de este periodo que los entiende como
una conducta normal y válida para hacer política.
Esta
generación no tiene intenciones de cambiar
y al parecer se siente muy cómoda con el estilo de hacer política, la
han internalizado, al igual que las
generaciones anteriores, que al parecer no tienen ningún atisbo de molestia,
que se han acomodado a este tanto los de
los años 60, 70, 80, 90, de alguna manera han validado estos comportamientos,
los han utilizado a la hora de actuar, ya que no han corregido, ni criticado
con hechos reales la situación actual,
ya que de alguna forma la generación actual les sigue cediendo el poder, la
iniciativa y no pretende cambiar las reglas profundas, sino mantener el status
quo y poder tener acceso a algo de poder.
4) No hay intenciones de cambios
aparente.
Las razones
porque no genera cambios son pocas no esta capacitada ya que no tiene ni le
interesa generar la formación política adecuada que le permita conseguir esa
meta.
El poder es
mucho más atractivo para su desarrollo, sus metas personales y su ego interno.
El desarrollo
político propiamente tal requiere de trabajo y sacrificio, los cuales no están
dispuestos a realizar porque requieren de capacidades que estos militantes no
poseen y no quieren desarrollar.
Por esa razón,
un cambio político partidista sólo se produciría en un largo plazo, con una
nueva generación de militantes ya que esta última generación, la del 2000, es
la más carente, porque además de compartir las características con los
militantes del 90 poseen estas otras características mencionadas, que sin duda
hacen complejo su accionar y actuar político ahora en el presente y en un
futuro próximo.
Esta es la
generación más apática del partido, buscan ser observadores de la realidad y de
la toma de decisiones, le sacan el quite a la responsabilidad, a las decisiones
políticas, son dispersos en su actuar y en sus convicciones. Buscan el
desarrollo individual por sobre otros, sus objetivos no son claros salvo
intereses particulares, su vocación es cuestionable, pero si tienen un interés
grato y no disimulado por el poder, carecen de lealtad, son muy calculadores no
teniendo una organización central como antaño.
Por ello es
difícil ejemplarizarlos en una persona específica, así que cualquier militante
de este periodo en general representa estas ideas comportamientos y conductas.
Nelson Leiva LerzundiCientista Político
Celular: 982839785
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