Chile desentonado
Sin duda, es lo que estamos divisando en el horizonte, un Chile que está discrepando, desentonándose. La clase política y la sociedad no están procediendo con los tiempos, a causa de que no existen cambios y los grados mínimos de tolerancia de los unos con los otros. Estamos viviendo un proceso en el que perdemos la empatía con los demás, haciéndonos perder la paciencia.
Hay personas que no escuchan, que son ajenos, que quieren hacer sus cosas a su pinta, sobrepasando a otros y no se dan cuenta de sus actos. Hay terceros que sacan sus propios cálculos en sus distintas materias. Cada uno defiende su feudo, pontificándose con ideas que ni siquiera ellos mismos logran creer y se ubican en las organizaciones políticas y sociales de participación ciudadana, no por ideas ideológicas, si no por intereses propios. Y ese es el reflejo de actual Chile, el Chile que está sacado de contexto.
Esta es una verdad que existe a luz pública y hay que decirlas con todas sus letras, porque se perciben como normales en toda la clase política. El sistema político está estancado, sacado de foco, de contexto, y no somos capaces de entender ni ver la realidad porque la negamos constantemente. Aquí no se salvan ni moros ni cristianos y evidentemente eso es lo que explica el por qué triunfa la lista del pueblo. Fue una victoria contra la empatía.
Estos, a pesar de su quiebre como grupo y su reordenamiento, no han sido capaces de cumplir con sus expectativas iniciales, existiendo serios problemas de gobernabilidad al interior de sus miembros, coexistiendo allí una mayoría circunstancial que quiere avasallar a los otros sectores políticos e imponer sus propios criterios. Impiden la participación del resto y con ello, obviamente no son capaces de asumir la responsabilidad que tienen como mayoría, para conducir el proceso legítimo de la convención.
Es decir, llega este grupo independiente a conquistar la convención constituyente, y llega a comportarse de la misma manera que los grupos políticos existentes: intolerante, sectaristas. Demostrándonos que la violencia en el fondo, llega a institucionalizarse, y cuando institucionalizamos la rabia significa que algo está mal.
Evidentemente, dirán muchos la política funciona así y no hay forma de hacerla distinta. Pero por el contario, tal realidad no significa que estemos de acuerdo o en desacuerdo con el comportamiento o las conductas y las formas de ser de algunos o de otros, porque esto hay que denunciarlo si está ocurriendo permanentemente.
Por otro lado, concibo la siguiente provocación a modo de reflexión ¿por qué la política tiene que ser así?, ¿por qué el mundo tiene que ser cómo es? Está bien si aceptemos la realidad como es, aceptemos esta realidad que nos toca vivir, pero esto no significa que la realidad no pueda cambiar.
Ciertamente lo que pasa en el mundo de la política, como en el resto de la vida en sociedad, es que hay muchas personas que están en un grado de determinismo absoluto, prefieren no cambiar nada y aceptan la intolerancia. Aunque no les gusten la cosas reclaman por cambios, y en el proceso finalmente tampoco aportan mucho para que ello suceda. Luego los abusos e intolerancia se mantienen, permaneciendo tanto en la política como en el resto del mundo, replicando este círculo vicioso. Al final llegamos a lo mismo.
A pesar de todo, yo aliento a toda la clase política, a la ciudadanía y a la Convención Constitucional a activar la tolerancia y los cambios. No estoy arengando a generar desorden, sino como ese millar de conciudadanos que marcharon pacíficamente por la plaza de la dignidad pidiendo luchar por cambios. Las transformaciones son posibles, atrévanse a ejecutarlo, aunque no para intereses particulares, privados, para el cálculo, sino un cambio global para mejorar nuestra sociedad y es lo que hace falta en el mundo actual.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
No hay comentarios:
Publicar un comentario