Los overoles blancos atacan de nuevo.
En el transcurso del presente año, los hemos visto reiteradas veces por los medios de comunicación. Los vimos manifestándose en el centro de Santiago, generando cortes de tránsito en la Alameda, quemando buses, lanzando artefactos incendiarios (molotov) a Carabineros y usando métodos violentos para exigir sus reivindicaciones. Estos son los overoles blancos, presuntos estudiantes que usan estos trajes para ocultar su identidad, y evitarles el contacto del tóxico gas lacrimógeno en la piel, esos arrojados por Carabineros como medidas de control y disuasión.
Protestas y más protestas, que acaban en disturbios. Esa es la actitud tomada por los estudiantes secundarios, que vuelven una y otra vez a la arremetida por sus peticiones, liderados principalmente por los liceos más emblemáticos de Santiago: El Instituto nacional, El Barros Borgoño y el Internado Nacional Barros Arana. Sus solicitudes lindan una amplia lista de exigencias, entre las que destacan: mejoras en las infraestructuras, eliminación del PAES, ley aula segura, internet en establecimientos, educación sexual integral, transporte gratuito, protocolos contra la violencia Machista, prácticas pagadas, entre otras.
Debemos considerar la situación de estos establecimientos. El Instituto Nacional es el liceo más antiguo de la República de Chile, siendo heredero directo de los principales establecimientos coloniales. Sobre todo, es la cuna de la educación pública chilena y pilar fundamental de la República. De sus aulas han egresado generaciones de exalumnos y ex presidentes, quienes han contribuidos a la formación de Chile como nación.
A
su vez, el Internado Nacional Barros Arana nace como una sección del Instituto
Nacional cuando se le implantó un semi régimen de internado para que provengan
alumnos de todo Chile. Hoy también es reconocido como un sitio de excelencia
académica. Del mismo modo, el Liceo Barros Borgoño también es reconocido institucionalmente
a nivel nacional, en particular por su excelencia docente, cualidad que le
permite mantenerse a la par junto a los anteriores establecimientos
educacionales.
Entonces, qué duda cabe. Estos colegios públicos fueron creados para ser la elite nacional, para la gente inteligente que llega a estudiar y que va a formar parte de los líderes político intelectuales del país. Sin embargo, por esta misma condición queremos darles responsabilidad a aquellos que también la tienen. Evidentemente no se toma en cuenta el peso de la historia, el peso de esos muros desde donde cuelgan las fotos de sus fundadores, formadores morales, ejemplos de perseverancia y esfuerzo. Estos estudiantes conviven diariamente en sus aulas con tal legado. Y ahora son ellos los que se manifiestan en protestas, defendiendo sus distintas tendencias ideológicas, pero que suelen acabar en el vandalismo que enfrenta a la autoridad. Podemos preguntarnos si no es este legado la que instiga a sus alumnos a moverse, que les exige ser la elite estudiantil de los colegios públicos del país.
No obstante, eso no significa que ellos tengan que desafiar a la autoridad. Es todo lo contrario, muchos de ellos tal vez mañana sean potestad y su accionar presente será cuestionada. El problema es la forma, los métodos que no tienen ningún límite y respeto hacia la autoridad, ni a la comunidad. Finalmente acaban desprestigiando a los movimientos estudiantiles. Hay que recordarles que ellos son estudiantes privilegiados, por lo cual deben y tienen que actuar con mucha más responsabilidad.
También no es menos cierto que en estos internados u organizaciones existen carencias y déficit de infraestructura, claros problemas por ser colegios antiguos en un sistema desfinanciado. Ahí asumimos que si se están formando como una elite intelectual estudiantil en estos prestigiados institutos, a partir de su legado deben aprender maneras más racionales, civilizadas y coherentes de politizar sus problemas. O al menos eso es lo que aspiramos como sociedad que se consiga con estos institutos.
En
otras palabras, con su actitud nadie gana. Su democracia se termina cuando
invaden la nuestra y su comportamiento los pone en riesgo a ellos, a las
autoridades y a inocentes transeúntes. Por eso, llamamos a que los overoles
blancos interioricen en su historia y su legado, porque la violencia y desorden
no conducen a nada.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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