El TPP-11

El TPP-11

 

El TPP-11, o más bien conocido como tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, es un acuerdo comercial de integración económica plurilateral en la región de Asia Pacifico que involucra a 11 países y entre sus objetivos, busca promover la integración económica, facilitar el comercio regional, promover el crecimiento sostenible, entre otros. 

En Chile se lleva años discutiendo sobre su afiliación, y finalmente tras dos largas jornadas de debate en el Senado este instrumento fue aprobado, quedando listo para su trámite de promulgación. Ante esto, nuestra Canciller Antonia Urrejola mostró preocupación de parte del gobierno respecto de los mecanismos de solución de controversias y la estrategia de las “side letters” o cartas laterales, con las cuales cada país puede establecer marcos regulatorios específicos de manera bilateral con otros estados, y las que deben ser ratificadas por el gobierno, el llamado depósito. Por esta razón, el presidente nos deja en espera de la revisión de estas cartas antes de efectuar su depósito, transformando la situación en un tira y afloje. 

Esto pasa a ser un tema de negociación política, que se suma a la contingencia que el gobierno se ha visto sujeto en otras materias. Desgraciadamente, el gobierno al dilatar la decisión entra en un conflicto con otro poder del Estado, un conflicto claramente gratuito como muchos de los que se ha perfilado en el último tiempo. Esta espera retrasa aún más la puesta en marcha de este tratado que beneficia ampliamente al país en materia de exportaciones, y en donde las side letters no serían tan determinantes. El gobierno comete los mismos errores que en la discusión constituyente de imponer su visión, sin respetar las jerarquías entre los poderes del Estado.  

No podríamos explicar por qué esta negación a ultranza a esta economía de libre mercado, cuando tenemos una serie de acuerdos bilaterales con varios países, incluidos varios de los que están firmando en el TPP-11, en los cuales ya existen mecanismos de resolución de controversias. Ahora bien, se entiende que deban exigirse la revisión de los mecanismos de protección que permitan la mejor negociación, porque es esencial que la nación no se regale económicamente a otros. Por eso a esos mecanismos se deben sumar otras iniciativas, como ideas bilaterales, exclusiones de aranceles, valoración de productos en forma más equitativa, etc. 

En otras palabras, los gobiernos en materias internacionales tienen que tomar convicciones en el tema de Estado y no perder de vista lo mejor, lo que más beneficia el país. Es ideal que las decisiones no se hagan percibiendo la posibilidad de un nuevo negocio o de un futuro para su familia, como presidentes anteriores; o viendo sesgos ideológicos, como los que se observan ahora. O bien, no advirtiendo el crecimiento del país a futuro y si estos tratados le van a traer al país un crecimiento económico o un desarrollo industrial con mejor calidad de vida a sus ciudadanos. Las decisiones tienen que tomarse sin sesgos y antojos ideológicos, sino que viendo los intereses del país.

Por lo tanto, en política se debe caminar con cautela. Más aún cuando no se tiene representación en el parlamento, y sobre todo cuando necesitaré del voto de aliados circunstanciales durante mis años restantes de gobierno. Entonces, evidentemente no puedo darme el lujo de estar en conflicto, tengo que estar bien con el poder del Estado que me permite gobernar, y por consecuencia, permite que mi gobierno sobreviva. Este tipo de cosas son las que el presidente, en sus casi 10 años de carrera política y unos meses de gobierno, no ha entendido y su coalición tampoco. Y que al parecer, con todo respeto, no quieren entender. Es decir, para qué dilatar aún más la promulgación de este acuerdo, si esto afectará la buena imagen que ostentamos en el comercio mundial, más aún, cuando nuestra economía nacional necesita mejorar sus niveles de crecimiento. 

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político