sábado, 28 de enero de 2023
viernes, 27 de enero de 2023
No todo es responsabilidad del gobierno
No todo es responsabilidad del gobierno
Un
gobierno es un conjunto de órganos e instituciones que controlan y administran
el poder del estado (ejecutivo, legislativo, judicial) o sea que no gobierna
sólo, es decir, que todos los partidos políticos intervienen. En otras
palabras, los partidos no están por un sector y el gobierno por el otro.
Además, los gobiernos no tienen el control de los partidos o los partidos no
tienen el control del gobierno.
Al contrario, que se entienda, los partidos políticos fueron constituidos para llegar al poder, promover la participación del pueblo en la vida democrática de quienes la conforman, más aún, no entienden la génesis de la política, que nace en la antigua Grecia, donde la esencia de la actividad política era el bien común para todos y no importaba cuál era el sector, izquierda, centro, derecha, todos indagan o deberían buscar el bien común, pero al parecer muchos se olvidaron de aquello, el compartir sus proyectos o programas para ejecutar total o parcialmente. En consecuencia, fehacientemente, los partidos políticos tienen que ser responsables de un gobierno, les corresponde ser garantes de su labor legislativa.
Decididamente, en ningún tiempo pasado, presente o futuro un gobierno es responsable de gobernar solo, necesariamente, sin los partidos políticos, aunque, a veces de pronto los partidos políticos se despachan discursos populistas, formulan declaraciones irresponsables, es cierto, pero eso no significa que no sean responsables y que los partidos políticos opositores no apoyen al gobierno de turno o yazcan en alguna posición de poder, porque, la oposición también gobierna, ya que tienen alcaldías, concejales, parlamentarios.
Entonces, en política las culpas son compartidas, evidentemente, eso hay que entenderlo y hay que asumirlo, puesto que, en todo tipo de gobierno las culpas son compartidas, ya que, si la oposición no fiscaliza o no ejerce su papel de control sobre la presidencia de turno, es decir, si los grupos políticos no ejercen su recomendación sobre el o los partidos del gobierno, a través de preguntas, debates, comparecencias, más aún, si el gobierno de turno comete anacronismos es deber de la oposición actuar en consecuencia. En contrario, si la oposición hace una obstrucción brutal y no deja que el gobierno camine, también es su responsabilidad, si no hay un sistema político estable, es la responsabilidad del gobierno y de la oposición. Sin embargo, eso son los fenómenos que se están dando en Latinoamérica en la actualidad, en donde los sistemas políticos que no funcionan son de responsabilidad de la clase política completa, y así lo vemos en Perú, y también en nuestro país en donde tanto le cuesta a la clase política ponerse acuerdo en un sistema de cambio constitucional.
Todos los partidos políticos deben ser responsables, necesariamente, saber lo que están diciendo, estar al tanto de lo que están haciendo, interactuar responsablemente en las decisiones. Entonces, señalar y culpar al gobierno de gran parte de los problemas existentes cuando en realidad todos somos responsables, el gobierno, los partidos, sobre todo, cuando tienen sus cuotas de poder político, y la cuarta pata de la mesa que sería la participación ciudadana o la intervención activa de la ciudadanía en la toma de decisiones y el manejo de los recursos público y esa participación ciudadana que entre más involucrada y comprometida, organizada, informada este, mayores serán los controles sobre los que están gobernando sin duda un elemento que también hace falta y que los gobiernos las autoridades y los ciudadanos mismos la interpretan de manera arbitraria y no siempre consiguen los objetivos que se esperan y no siempre se entiende de buena manera.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
sábado, 21 de enero de 2023
viernes, 20 de enero de 2023
jueves, 19 de enero de 2023
Murió Pablo Milanés
Murió Pablo
Milanés
En la madrugada del 22 de noviembre del 2022 fallece en Madrid a los 79 años uno de los principales exponentes de la nueva trova cubana, el cantautor Pablo Milanés Arias. Reconocido por sus tonadas, fue profundamente relacionado al sistema socialista cubano y a la izquierda latinoamericana, manteniendo firme difusión por más de 55 años, representando al régimen y sus ideales.
No hay lugar a dudas que Pablo Milanés fue todo un símbolo junto a Silvio Rodríguez, Noel Nicola y otros trovadores. Fue con ellos que Cuba vendió su revolución política e ideológica al mundo. Independiente del gusto por su música o letras, sus logros por si solos son admirables.
Aunque nosotros no estamos acá para evaluar su talento musical, sino su importancia y su configuración política. Alguien podría indicar que esto es mezquino para este intérprete, pero a pesar que como compositor ha interpretado varios estilos, tonadas románticas y de otros tipos, a Pablo Milanés se le identifica por el dinámico uso de las dificultades sociales, para transformarlas en canciones políticas de protesta. Su música se caracterizaba por su emblema político. En otras palabras, la música de Pablo Milanés está directamente asociada a la revolución cubana y a la dictadura de Fidel Castro, haciéndolo símbolo para esta organización y la voz principal del movimiento de izquierdas latinoamericanas.
Además, esta devoción al movimiento estableció lazos estrechos con la nueva canción chilena que iniciaba en el proceso de la unidad popular. Vivió una temporada en Chile, tocando en la peña de los Parra. Y después del golpe militar, compuso “Yo pisaré las calles”. Una canción política dedicada a Santiago, la capital de nuestro país, llamando a la esperanza.
Sin embargo, tras muchos años de haber estado comprometido ideológicamente con el régimen cubano inició su desencanto ante las fallas del mismo, expresando abiertamente sus altas diferencias con el régimen, con frases como "Soy un abanderado de la revolución, no del Gobierno. Si la revolución se traba, se vuelve ortodoxa, reaccionaria, contraria a las ideas que la originaron, uno tiene que luchar". Evidentemente, por sus declaraciones se comenzó a conocer con toda claridad que en Cuba se abusaba de los derechos humanos, que existía represión, la falta de libertad de expresión, la falta de sindicatos independientes, entre otros.
Ciertamente, Milanés fue embajador de la revolución cubana hasta que los procesos políticos, el azar o la vida lo llevó a cambiar de parecer, porque sufrió ya no los privilegios de una dictadura sino las consecuencias por ir en su contra. Fehacientemente, esto nos demuestra que en la música y en el arte, quienes practican este oficio tienen una posición política privilegiada para convertir la música y el arte en un instrumento de posición política, que no siempre es lo más adecuado.
Por otro lado, su crítica a la revolución cubana, a la pérdida de la fuente, a la raíz de la lucha, al fin de ese pensamiento crítico, lo inhabilita y lo aleja de Silvio Rodríguez, quien era aún más activista que él, más comprometido con la revolución y con el régimen cubano. Su murmuración del fracaso del socialismo cubano y su reclamo al igual que los disidentes a una transición del actual sistema de partido único a la democracia, lo condenó a ser desterrado culturalmente de la vida de su nación y de sus antiguos amigos.
No se puede negar la realidad eternamente. Se debe tener autocrítica ante las ideologías que se practican y de cómo se dirigen, se debe ser inteligente y no apoyar a líderes sin reparo o ineptos. Como decía Santo Tomás, uno debe tener fe, pero también debe tener racionalidad. Y para en el caso de la política, se puede creer en la ideología, pero se debe ser crítico con esa idea, no se puede defender lo indefendible.
Pablito ya falleció, llevándose sus letras y sus ideales. Lo que es peor, es que se marchó esperando a que el gobierno cubano le pidiera perdón por lo sufrido en el año 1966, cuando fue enviado por las autoridades del régimen a un campo de trabajo forzoso de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) junto a otros 50.000 jóvenes disidentes y homosexuales.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Politico
Defender las minorías sociales
Defender
las minorías sociales
Las minorías sociales podríamos definirlas como grupos que poseen ciertas características específicas, con ideologías, actividades o condiciones particulares, pero que no están en una posición dominante. Estas conviven con el Estado como grupos cordiales, muy condescendientes y de larga relación con el mismo. Y como consecuencia de estas características, estas minorías siempre están expuestas a la marginalización o a la discriminación, fortaleciéndose como grupos solo en la exigencia permanente del respeto por sus derechos.
Estos derechos, consiguen recibir fuertes apoyos de sectores políticos para brindarles protección, tanto ideológica como material. No obstante, queda siempre entredicho cuánto de ello es política real o cuánto es populismo. Frente a esto, se distinguen quienes objetivamente sienten estos principios como propios y defienden efectivamente todo lo que se conoce como minorías, de quienes lo utilizan simplemente como bandera de lucha para obtener el mezquino, pero tan codiciado voto electoral.
En otras palabras, estas propuestas políticas que apelan al beneficio de las minorías sociales, se caracterizan por ser de difícil aplicación, irreales para la mayoría, buscan persuadir como un canto de sirena, sobre todo apelar a los sentimientos y necesidades del elector específico para conseguir su voto, para después decir “usted vote por mí, que yo lo defiendo como un león”.
Por el contrario, hay que saber aguisar esta sopa, darle veracidad, fluidez, consistencia al debate que va más allá que conseguir el voto por el voto. Para ganarlo se requiere evidentemente de un trabajo político, ideológico, de un análisis de discurso, de estudiar el lenguaje más allá de las palabras, sobre todo de propuestas realizables que se mantengan a largo plazo. Entonces, si lo que mueven estas causas es el populismo, cuál es el límite permisible de este y de las ideas sociales progresistas (más bien ideales integristas o humanistas, porque se persiguen desde una perspectiva más amplia de la sociedad, con el fin de integrar a todos lo que no son integrados).
En
pocas palabras, los límites son las ideas viables, lógicas y permitidas. Al
mismo tiempo, tenemos que entender que no sirven de nada las ideas si solamente
quedan como un discurso político, sino que pretendemos ver políticas concretas,
medidas implementadas que marquen la diferencia.
Qué es lo que hacen los partidos políticos, los antiguos, los tradicionales, los modernos, inclusive los que están en el gobierno, ante estas minorías, ¿aplican políticas como se esperan?. Y por qué no decirlo, qué hacen los partidos del Frente Amplio (FA), ¿en realidad interpretan a todos los sectores, grupos y electores que dicen representar? Sin profundizar mucho, objetivamente no lo hacen.
Ahora bien, como convertir este ideal de defender las minorías sociales en una política concreta. Según la Realpolitik, (frecuentemente utilizados para distinguir las políticas realistas de las políticas exageradas), tal vez es menos idílico de lo que pensamos y sin duda complejiza mucho el escenario político actual. El populismo nunca asume que algunas cosas se pueden hacer y otras que no. El problema radica en el electorado, muchos de los ciudadanos y ciudadanas que conforman el electoralismo de una democracia representativa votan por ellos por lo prometido en campaña, esperando un cambio.
Sin embargo, los
partidos políticos no te cumplen, y en teoría son los que deberían captar los
problemas de la ciudadanía. Según la teoría de sistemas y la teoría de partidos
políticos, estos son los que deben captar las inquietudes, necesidades, los
problemas de la gente y servir de retroalimentación positiva para llevarlo al
sistema político, a los gobiernos y al congreso para que den las soluciones,
entregando respuestas.
Pero
la falta de credibilidad, la demagogia, el populismo, por no cumplir con las
tareas asociadas al quehacer político, las minorías les está concediendo cada
vez menos validez y deja de verlos como interlocutores válidos. Porque estos
individuos no van a cumplir con nuestras necesidades, sino las propias. Terminaremos
como siempre esperando, y si no hay cambios, seguirá aumentando la crisis de
gobernabilidad.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
sábado, 14 de enero de 2023
viernes, 13 de enero de 2023
Lo peores vicios de la política en Chile
Lo peores vicios
de la política en Chile
Esta semana finalmente tenemos un acuerdo sobre el proceso constitucional. Una salida institucional para que la clase política pueda dar respuesta a parte de las exigencias que la sociedad civil ha reclamado en el estallido social. Pero este acuerdo no ha estado exento de dificultades, tras una derrota en las urnas, las disputas ideológicas e intereses sectoriales llevaron al borde del fracaso la negociación. Mismas fallas que se ven cotidianamente en la política institucional, un vicio que podemos distinguir en los siguientes puntos.
El primer problema es el sectarismo, el hecho que todo el mundo lleve el agua para su propio molino, hacia su visión integrísima, única e indivisible. Los únicos que pueden solucionarnos los problemas y llevarnos al paraíso. Esto provoca conflictos, peleas internas e ingobernabilidad política. Es en nuestra actualidad nacional en donde apreciamos la fuerte imagen de estos sectarismos que marcan una potente polarización, en donde cada una de ellos intenta imponerse sobre los demás, en muchas ocasiones de forma violenta, en disputa por la supremacía, por quien lidera o impone las normas de la sociedad.
El segundo problema es la inestabilidad consecuencia de esa polarización. La falta de acuerdo genera inestabilidad e incertidumbre permanente, porque no hay estructuras, conversación, ni diálogos serios. Tampoco hay líderes formados ni formación política en los partidos. Sus integrantes más que soluciones traen inquietudes ya que algunos no saben dónde está su norte, transformando el oficio en lo que es hoy en día por su doble moral. Un grave defecto que no se ha podido corregir y que tal vez nadie quiere reformar, muy a pesar del parecer público.
La tercera dificultad es el oportunismo político, concentrado en aquellos individuos de carácter variable que se adaptan con mucha facilidad a los distintos escenarios para beneficiarse de la vida pública. Siempre ligados a la cultura política de cada nación para sacar el máximo provecho personal posible. Así no se hace política, al contrario solo la daña porque empezamos a establecer una política utilitaria que no resuelve los problemas, sino que los esconde para dar paso sólo a las disputas de poder.
La cuarta dificultad es el acomodamiento ideológico, muy ligado al tema del oportunismo. Esto de siempre buscar los intereses [H1] propios en vez del beneficio de los demás, de allegarse a los partidos, a grupos de personas o a movimientos para acomodarse ideológicamente y así conseguir el apoyo para sus fines, defraudando a la población y a la buena fe.
La quinta dificultad es la demagogia, generalmente disfrazada de democracia. Por aquí se empieza a confundir el valor intrínseco de la política, que es cuidar la democracia, por la demagogia, las propuestas y soluciones fáciles, las puestas en escena, los discursos rimbombantes, que nos llevan a la creación de expectativas, pero que no solucionan los problemas reales. Las soluciones son parte de un tema más político técnico, algo que los sectores políticos carecen por su actual escasa formación inicial. Como consecuencia la elite dominante nos sobrepasa, porque toma los lugares de poder en los partidos para representarse.
Finalmente, el gran vicio es la incertidumbre total. Sí, el mal que engloba a todos los demás en un estado de incertidumbre permanente donde la política no tiene resoluciones y deja abierto desgraciadamente el camino al populismo que nos representa en la actualidad. El problema es que ante el deterioro de la moral política, el público cree a cualquier manifiesto convincente. Les cree a los más mentirosos, después se desilusiona, vuelve a confiar y se vuelve a desilusionar, viviendo en un círculo vicioso. Hay que tener claro que no es un problema de los ciudadanos, es un problema de los políticos que deben ser más creíbles, deben esforzarse para no engañar a los ciudadanos, deben ser menos demagógicos y menos populistas.
Estos
son los vicios que la política tiene. No se pide santidad en los
representantes, pero sí que creen una sana confianza, comportarse de manera más
honesta para que el sistema político cumpla su rol de representación y
organizador de las tareas públicas a beneficio de todos. Tal como en este
acuerdo, que sin ser perfecto, los interesados sacrificaron parte de sus
expectativas para el bien común.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
Defender las minorías sociales
Defender
las minorías sociales
Las minorías sociales podríamos definirlas como grupos que poseen ciertas características específicas, con ideologías, actividades o condiciones particulares, pero que no están en una posición dominante. Estas conviven con el Estado como grupos cordiales, muy condescendientes y de larga relación con el mismo. Y como consecuencia de estas características, estas minorías siempre están expuestas a la marginalización o a la discriminación, fortaleciéndose como grupos solo en la exigencia permanente del respeto por sus derechos.
Estos derechos, consiguen recibir fuertes apoyos de sectores políticos para brindarles protección, tanto ideológica como material. No obstante, queda siempre entredicho cuánto de ello es política real o cuánto es populismo. Frente a esto, se distinguen quienes objetivamente sienten estos principios como propios y defienden efectivamente todo lo que se conoce como minorías, de quienes lo utilizan simplemente como bandera de lucha para obtener el mezquino, pero tan codiciado voto electoral.
En otras palabras, estas propuestas políticas que apelan al beneficio de las minorías sociales, se caracterizan por ser de difícil aplicación, irreales para la mayoría, buscan persuadir como un canto de sirena, sobre todo apelar a los sentimientos y necesidades del elector específico para conseguir su voto, para después decir “usted vote por mí, que yo lo defiendo como un león”.
Por el contrario, hay que saber aguisar esta sopa, darle veracidad, fluidez, consistencia al debate que va más allá que conseguir el voto por el voto. Para ganarlo se requiere evidentemente de un trabajo político, ideológico, de un análisis de discurso, de estudiar el lenguaje más allá de las palabras, sobre todo de propuestas realizables que se mantengan a largo plazo. Entonces, si lo que mueven estas causas es el populismo, cuál es el límite permisible de este y de las ideas sociales progresistas (más bien ideales integristas o humanistas, porque se persiguen desde una perspectiva más amplia de la sociedad, con el fin de integrar a todos lo que no son integrados).
En pocas palabras, los límites son las ideas viables, lógicas y permitidas. Al mismo tiempo, tenemos que entender que no sirven de nada las ideas si solamente quedan como un discurso político, sino que pretendemos ver políticas concretas, medidas implementadas que marquen la diferencia.
Qué es lo que hacen los partidos políticos, los antiguos, los tradicionales, los modernos, inclusive los que están en el gobierno, ante estas minorías, ¿aplican políticas como se esperan?. Y por qué no decirlo, qué hacen los partidos del Frente Amplio (FA), ¿en realidad interpretan a todos los sectores, grupos y electores que dicen representar? Sin profundizar mucho, objetivamente no lo hacen.
Ahora bien, como convertir este ideal de defender las minorías sociales en una política concreta. Según la Realpolitik, (frecuentemente utilizados para distinguir las políticas realistas de las políticas exageradas), tal vez es menos idílico de lo que pensamos y sin duda complejiza mucho el escenario político actual. El populismo nunca asume que algunas cosas se pueden hacer y otras que no. El problema radica en el electorado, muchos de los ciudadanos y ciudadanas que conforman el electoralismo de una democracia representativa votan por ellos por lo prometido en campaña, esperando un cambio.
Sin embargo, los
partidos políticos no te cumplen, y en teoría son los que deberían captar los
problemas de la ciudadanía. Según la teoría de sistemas y la teoría de partidos
políticos, estos son los que deben captar las inquietudes, necesidades, los
problemas de la gente y servir de retroalimentación positiva para llevarlo al
sistema político, a los gobiernos y al congreso para que den las soluciones,
entregando respuestas.
Pero
la falta de credibilidad, la demagogia, el populismo, por no cumplir con las
tareas asociadas al quehacer político, las minorías les está concediendo cada
vez menos validez y deja de verlos como interlocutores válidos. Porque estos
individuos no van a cumplir con nuestras necesidades, sino las propias. Terminaremos
como siempre esperando, y si no hay cambios, seguirá aumentando la crisis de
gobernabilidad.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político