Los expertos Constitucionales
La comisión experta, conformada por 24 componentes de diversos ámbitos públicos, legislativos y académicos, tiene como propósito la elaboración de un anteproyecto de nueva constitución, la cual se presentará como base de discusión al consejo Constitucional que elegiremos el próximo 7 de mayo, y así facilitar su trabajo. Por esta misma razón, cada una de las Cámaras del Congreso Nacional, en partes iguales, eligió a 12 especialistas conforme a la regla de paridad.
Sin embargo, hay muchas voces disonantes y críticas respecto a la elección de estos cargos por haber sido nominados sin llevar a cabo una elección, como corresponde a la práctica democrática, y en su defecto reemplazada por la demonizada “cocina”. Es decir, no sabemos los motivos por los cuales fueron elegidos y qué intereses guardan.
Si bien muchos de estos reclamos que estamos percibiendo en los medios escritos, radios y televisión, provienen de voces directamente relacionadas con el estallido social, especialmente los sectores del frente amplio que defendían la causa. Todos reclamando por la legitimidad del proceso.
Entonces, surge la clara y simple pregunta que invita a la reflexión ¿Habría alguna posibilidad de haber evitado todo esto? Sí, por supuesto. Que la comunidad eligiera a las personas que realmente supieran a lo que iban, que conocieran el trabajo constitucional y las prácticas de debate democrático. Y eso no ocurrió.
Es más, existía un segunda posibilidad de funcionalidad, que los escogidos a pesar de su impericia o falta de conocimiento en los procesos, se hubieran asesorado como corresponde con la dieta que recibieron, para así dar una armonía y sustento jurídico político a las buenas ideas presentadas. Por el contrario, se vio una desorganización tal que se hizo lo que se pudo para aglutinar tantas ideas.
Ahora bien, el Congreso instauró la comisión de expertos para que se establezcan reglas claras y se respeten a futuro los acuerdos pre hechos, ante los nuevos representantes Constituyentes. Es una manera de encausar la discusión y darle cierto orden, con la esperanza de buena voluntad de atender los problemas necesitados.
Lo que es concreto ante el fracaso vivido con la Constituyente, es que el Congreso quiso seguir con el proceso, porque la sombra del estallido sigue vigente, el descontento y los innumerables abusos podrían hacer arder Troya. El Congreso podría haber terminado con el rechazo y nadie los iba a criticar porque se cumplió con las normas establecidas en el acuerdo inicial. Aunque todos sabemos que el bien común es el fin de todo acto político, y no intentar reparar las evidentes fallas del sistema sería un error moral.
Nuevamente podríamos culpar a los anteriores constituyentes por farrearse la oportunidad, por no estar a la altura de lo que requería ese momento. En cambio, ese mundo se horroriza con las reglas preclaras con el Consejo de expertos.
Sobre todo se alzan las voces de descontento porque los participantes se conocen y se relacionan entre sí, inclusive tienen un grado de amistad. La mayoría de estos son figuras de la academia, de las leyes, ex autoridades de gobierno, intelectuales de todos los sectores (izquierda, derecha, centros), son letrados y cuentan con una “indiscutible trayectoria profesional, técnica y/o académica” de acuerdo con los lineamientos establecidos por el acuerdo por Chile. Obviamente que se conocen. Lo que marca la diferencia es la altura de mira, pese a sus ideologías ellos mantienen el respeto en el debate, manejan el lenguaje político necesario para esta instancia.
Entonces, no es ninguna novedad que estos círculos se conozcan entre sí. Ese no es el argumento más fuerte para empezar a invalidar el trabajo que harán. Es la mejor solución que se pudo dar, porque la anterior propuesta no resultó.
Por lo tanto, se pide más reflexión, menos visceralidad, darnos
cuenta que una Constitución nunca va hacer perfecta. No obstante, el
procedimiento tiene que ser lo más perfecto y lo más pulcro posible, puesto que
se está trabajando sobre una institución político jurídica, la cual tiene que
tener forma. Si no hay forma y no hay estructura se hace una entidad
inaplicable.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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