Emplazamiento
a colectividades por demagogia
La demagogia, ese mecanismo que mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, que utilizados buscan ganar adeptos a quienes representar y construir con ellos una plataforma de poder, o tal vez de mantenerlo, está menoscabando la actividad política con sus prácticas. Y en estas actitudes participan cualesquier ciudadano que haga política, es decir, en ellos caen desde líderes políticos y líderes mutuos, a colectividades ciudadanas y asambleas populares que representan a las organizaciones sociales.
Sin lugar a dudas, en la actualidad los líderes sociales y
políticos coinciden en una cosa sobresaliente, para ellos la difusión, la resonancia
de exhibirse en los medios para representarse como líderes de opinión, tener
siempre la última palabra, ser referentes en la materia, acontecer lo que la
multitud quiere escuchar y ser representantes de ellos, es su mayor capital.
No obstante, la mayoría de las veces no tienen el conocimiento requerido, sino por el contrario destacan por la falta de sentido común. Aún ante esta falta de preparación en materias de interés, construyen una imagen que favorece el discurso adecuado a su población de nicho.
Evidentemente, ante esta sencillez de criterios nos lleva a interpelar cómo está su formación política y las de sus partidos. Además, debemos cuestionar fuertemente el adiestramiento que surge desde estos partidos ideológicos para la formación de estos dirigentes sociales. La discusión sobre lo que defiende una doctrina queda relegada a un costado, sino que se debate por las prácticas con las cuales se difunden, y como se proponen solucionar los problemas de sus comunidades.
La importancia de la dirigencia social radica en que aportan confianza en las vecindades, formando un nexo entre instituciones y este mando intermedio de dirigencia, a través de su trabajo representativo e intervención directa en la comunidad que representa.
Sin embargo, sumado a las prácticas demagógicas muchas organizaciones sociales se encuentran fosilizadas y sin actualizar, otras cuantas existen sin estar activas, pero todas se mantienen en el papel y en los registros. Entonces ante estas fallas intermedias entramos en una crisis que afecta directamente a la política y a los principales actores designados, con los partidos políticos y sus dirigentes sociales de por medio.
En el pasado, era el rol del gobierno proporcionarles a las dirigencias sociales las herramientas para que su elección sea lo más eficiente en la cimentación de una sociedad plenamente democrática. Fue Eduardo Frei con la Ley N°16.880 de promoción popular, una iniciativa que estaba destinada a fomentar las organizaciones comunitarias y a fortalecer la participación de sectores tradicionalmente marginados de las decisiones nacionales, orientada a la capacitación cultural, deportiva, social, capacitación de dirigentes populares y la organización sindicales entre otras. Más tarde fue cambiado por Salvador Allende con el nombre “Consejería Nacional del Desarrollo” definida en siete líneas de acción.
En la actualidad, parece que se ha terminado este trabajo y se ha finiquitado destrozado por desuso, la mala práctica, por la poca formación y la falta de representatividad. Con esto, las dirigencias desgraciadamente prosiguen el mismo camino que los partidos políticos. Por lo tanto, no hay que confundir la representatividad popular con el trabajo efectuado. Los dirigentes y los partidos políticos están teniendo el mismo problema de falta de legitimidad y cada vez se nota más.
Tanto políticos y algunos dirigentes sociales hacen el juego perverso de comprometerse con todos los partidos políticos a cambio de vicisitudes, lo que genera y da cabida a la corrupción, quizás no una fermentación de baja monta que este a la vista, pero existe y también es corrupción.
Y en el caso particular de los partidos políticos, su escasa formación solo les deja la maquinaria presente, reticente a formar nuevos dirigentes, sino que por el contrario desea saciar sus propias necesidades, habidas de fomentar esos caciquismos políticos y verlos favorecidos para ellos mismos. Se convierten en operadores o líderes sindicales, lo cual es evidentemente es algo que se transforma en un ciclo nefasto.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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