El pago de favores políticos
Hay que entender cierta característica de la política, todos los partidos en el mundo de alguna u otra manera se han valido del Estado para costear los favores políticos, transformándose de esta manera en una gran entidad de ocupación que gratifica tanto a cercanos, como a actores, músicos, incondicionales, amiguitos, etc.
Este ha sido el comportamiento común y generalizado de aquellos líderes que se esfuerzan por transmitir sus mensajes de manera efectiva y atractiva a través de las actividades populares, tales como la música y el arte, en campañas, en espectáculos, eventos u otro similares que muevan masas. En otras palabras, estos políticos son los mismos de siempre, los que existen en todos lados y que se ofrecen o se prestan para salvarnos de gobiernos autoritarios, de dictaduras.
No obstante, de buena fe el compromiso musical y artístico de muchos de quienes acompañan es innegable en favor de la ciudadanía. Existen todo tipo de artistas, cantantes, actores, pintores, músicos, escritores, ilustradores, dibujantes, cualquiera que genere una obra, quienes tienen un “compromiso con la causa”, poniendo en juicio o en riesgo su pellejo para salvar la democracia, o cualquiera que sea la gran causa de turno. Salvo que tras su aporte, se debe compensar su sacrificio con el pago de favores políticos, una vez quienes apoyan lleguen al poder.
Aunque estas mismas dádivas también las reciben algunos militantes por el clientelismo político o por el intercambio de “favores por votos”, a veces por el beneficio del parentesco, ser hermanos, tíos, cuñados, etc., incluso a veces por otras distintas razones que ni siquiera son auténticamente políticas.
Por consiguiente, una ley aparente es que los gobiernos de turno tienen cierta obligación moral de devolver el favor a estos virtuosos(as) o a organismos que se comprometen por la causa, recibiendo como compensación que una minoría sean agregados culturales, otros sean cargos menores dentro de la administración y alguno que otro se nombre como ministro de cultura.
Son por estas mismas razones que se pide activamente discutir cuales son los méritos y la capacidad política para el uso del cargo, idealmente que se regularicen. Al mismo tiempo, es normal que la oposición por las mismas causas cuestionen los nombramientos por su falta de conocimiento, expertiz y calificación adecuada.
Entonces, podemos llegar a la triste conclusión de que los gobiernos de turnos sean de derecha, de centro, de izquierda, extrema derecha, o lo que sean, encuentran en el arte un buen mecanismo para obtener mayor difusión y llegar a más personas, o para pasar desapercibidos frente a la construcción de críticas dolorosas, en particular en regímenes totalitarios. Ningún sector queda ajeno a la entrega de regalos para algunos de estos protagonistas, olvidándose de poner a las personas más aptas en las distintas áreas según necesidades del Estado.
En base a este comportamiento, me nace la inquietud acerca de esa gran camada musical que les prestó apoyo a la Unidad Popular en los años setenta, donde destacaban Quilapayún, Víctor Jara, Inti Illimani, Patricio Manns entre otros. Acaso apoyaban al gobierno popular por la misma mecánica de ahora, el pago con embajadas, puestos políticos, fondos u otros.
Con sinceridad, al parecer no era así. Aún no existían los fondos y otros beneficios culturales. En ese entones existía un mayor compromiso militante con las causas. Pero no nos engañemos, la relación del arte con la política y la conveniencia mutua se manifiesta desde esa época.
Indiscutiblemente
el comportamiento actual nos permite cuestionar todo el fenómeno. Al final, dónde está el compromiso social de
algunos artistas. Al igual que los políticos, ellos usan el principio de la
demagogia o están actuando un papel para que la ciudadanía los vea como objetos
o figuras representativas. Así, algunos
músicos hacen lo mismo, estiran las manos para recibir esos beneficios.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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