viernes, 22 de agosto de 2025

Huérfanos de soluciones y propuestas políticas

 Huérfanos de soluciones y propuestas políticas

Estamos huérfanos de soluciones y propuestas políticas, más aún, lo único que generamos es la inercia de gravitar en lo que nos gusta y rechazar lo que no nos convence, pero sin alcanzar soluciones. Qué propuestas vamos a tener si en Chile solo hay problemas que se han vuelto endémicos, traspasando todas las estructuras de los partidos políticos, quienes se hallan sin respuestas a los inconvenientes, sin regulación y menos aún con alguna capacidad de ofrecer viabilidad para enfrentar estos problemas.

Así la realidad augura un panorama muy poco alentador, se exploran escasas alternativas viables, pocas opciones competitivas. Por un lado, se advierte una falta absoluta de conexión de la medida de los problemas sociales y de la situación país, tanto del gobierno como del sistema político que levanta candidatos por cumplir con una cuota. Mientras, la oposición también vive sus problemas de sector y no en las contrariedades mayores y reales que aquejan al país.

Sumemos el fenómeno crónico de seguir manteniendo las mismas promesas, la lucha por los mismos problemas persistentemente de una manera peyorativa y con el deseo casi cobarde y hasta doloroso de no cumplirlas, a causa de que les sirve para el próximo periodo electoral y con ello, como hemos dicho muchas veces, empezarán nuevamente los ofertantes.

En consecuencia, hay motivos de sobra para que el ciudadano no vote o participe, pese a que para quienes hacemos política se desea que haya mayor participación, así como también que la ciudadanía dé a conocer su posición política y tome las decisiones sobre el futuro del país al respecto. Principalmente, la concurrencia tiene todo el derecho a decir ¡Basta!, es tiempo para que los ciudadanos decidan con toda legitimidad “ya no vamos a caer” y créanme, están en todo su derecho y albedrío.

Para que se produzca un verdadero progreso social, es responsabilidad del gobierno llegar a acuerdos de dirección. Sin embargo, hemos comprobado que ni el gobierno ni la oposición, que comparte la gestión desde el parlamento, han logrado consensuar siquiera lo mínimo. En los últimos tiempos, la política parece haberse convertido en una ruleta rusa sin víctimas, pero también sin avances, atrapada en un inmovilismo que no nos lleva a ninguna parte.

Entonces, en este panorama cómo pretendemos y le pedimos a la gente que participe, cómo les proclamamos a los ciudadanos que validen el sistema democrático. Muchos defendemos este sistema y sabemos que es el mecanismo de organización menos malo que existe, el que ofrece mayor participación y legitimidad a los ciudadanos.

Sin embargo, las alternativas del menú y de quienes lo dirigen son bastante poco serias e inestables. Cada vez caemos más profundo en las manos del populismo que promueve la polarización social, que debilitan las instituciones democráticas, que reemplazan el debate racional por emociones y simplificaciones en las

ambiciones extremas, por izquierda y derecha, las cuales no van a traer soluciones responsables en un largo o mediano plazo. Dicho de otra manera, esto puede ser sin lugar a dudas un nuevo problema permanente, un vicio, una exageración.

Así y todo, se debe hacer un llamado de atención y una alarma del momento político que estamos viviendo, no por hacer daño, llamar a votar nulo o a la abstención, sino para incitar a que vivamos bajo la responsabilidad en nuestras decisiones políticas, que exijamos una vara más alta a los actores políticos, votar solo por quien cumpla con nuestros estándares mínimos no negociables (estándar técnico, probidad, gobernabilidad). Se debe votar con un enfoque de las propuestas, analizando qué temas son más importantes (como salud, educación, medio ambiente, seguridad) y elegir al candidato que mejor representa esas prioridades. Es decir, votar con una evaluación racional, comparar programas de gobierno, discursos, historial legislativo o compromisos públicos.

No se trata de idealizar la participación ni de resignarse al cinismo. Se trata de endurecer el estándar, elevar la exigencia, censurar la falta de compromiso con lo prometido y ablandar el ego: menos épica, más cumplimiento; menos identidades, más resultados verificables. Ya no basta con buenas intenciones o palabras bonitas.

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político

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