El caso de Evelyn Matthei y su lenguaje malsonante
La candidata a la moneda de la derecha tradicional, Evelyn Matthei, liberal en lo económico y comprometida con las libertades individuales, se ha permitido responder con lenguaje soez, insultos o palabrotas a sus detractores. Entre tanto los republicanos y otros del sector de la derecha siguen con “la papa en la boca”, buscando crear distancia social y establecer estatus.
Este marcado grado de diferenciación nos puede indicar el nivel de desesperación en el que se encuentra Evelyn Matthei, y el grupo que representa, para tener que despeinarse y salir del estancamiento en el que se encuentra. Aun así, la candidata a la presidencia ha sacado partido de su naturalidad y su afilada lengua.
Es un hecho que el ocupar malas palabras se ha convertido en un arte en Evelyn Matthei y puede ser, sin duda, una forma segura de conseguir adeptos, entendiendo que tanto Johannes Kaiser y José Antonio Kast siguen teniendo esa visión que nos recuerdan a los viejos estandartes de los años 50, 60 y 70, los José Patricio, los cuicos. Aquellos distintivos personajes de los cuales se mofaba la Topaze, revistas, diarios, radios, humoristas y la TV.
Sin dudas la candidata Matthei ha optado por algo que debió escarmentar siempre en su carrera política, una espontaneidad y familiaridad que muchas veces le hacía falta. Recurrió a una teatralización que muchas veces desdibujó sus convicciones al exponerse a shows ecuménicos de baile o canto en los estelares de la Televisión chilena; tiempos donde los parlamentarios eran expuestos hacer locuras.
No hay que olvidar que la candidata a la moneda perteneció a la “patrulla juvenil” de la derecha, formada por rostros como Andrés Allamand, Sebastián Piñera y Alberto Espina, todos de perfil más liberal y moderno que los viejos estandartes de la derecha tradicional. Esa diferencia produjo una guerra interna durante la transición que obligó a los antiguos caudillos a retirarse de la política. Desde esos días Evelyn Matthei ha sido una figura que ha transitado entre generaciones, entre estilos y entre momentos muy distintos del país. Su rol en ese proceso a veces como protagonista, otras como sobreviviente de la política ha estado marcado por esa lucha entre lo tradicional y lo renovador.
En otras palabras, Evelyn Matthei ha adoptado un estilo comunicacional más directo y vulgar como respuesta a la crisis de representación en la derecha chilena, distinguiéndose de figuras más rígidas y tradicionales. Sin embargo, podemos cuestionar la validez de insultar para comunicarse en política. Quizás a inicios de su carrera se contenía de este show emocional y ahora trata de expresarse tal cual es. Una espontaneidad que disimuladamente exterioriza su enojo o su compromiso ciudadano.
A la vez todos los políticos dicen expresiones malsonantes, chuchadas, cuando se enojan, estos pese a su cargo también son seres humanos. La salvedad radica en lo esperable del lenguaje político, algo más diplomático y técnico. Allí muchos
concordamos que los insultos y las ofensas son falta de argumentos, y los exabruptos por estrés que detonan en reacciones impulsivas deberían ser más controladas.
En definitiva, el estilo comunicacional de Evelyn Matthei no es solo una estrategia electoral, sino también un síntoma de las tensiones internas que atraviesa la derecha chilena. Su uso del lenguaje más ofensivo, lejos de ser una mera provocación, parece responder a una necesidad urgente de reconexión con una ciudadanía desencantada, en un contexto donde los discursos acartonados ya no convocan.
Por cierto, esta transformación entre lo espontáneo y lo desesperado revela una figura política que ha transitado entre generaciones, estilos y contradicciones, y que hoy se reinventa apelando a la emocionalidad y la autenticidad como último recurso.
¿Es esta vulgaridad una forma de sinceridad política o simplemente una máscara más en la larga historia de teatralización electoral? Tal vez el verdadero dilema no esté en las palabras que se usan, sino en lo que esas palabras intentan ocultar, una lucha por sobrevivir en un escenario donde los viejos estandartes ya no bastan y las nuevas formas aún no se consolidan.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
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