Chile, de
la mortadela al Jamón Serrano
Es que, cómo olvidar esos típicos momentos cuando el almacenero cortaba las rebanadas del salchichón según el pedido, con su maquinita eléctrica que tanto llamaba la atención cuando aún éramos niños. En esa época se fiaba, se anotaba en una libreta para pagar a fines de mes; mientras en la actualidad se paga a crédito, por intermedio de bancos y con mucho más endeudamiento. Muchos dirán que se les subió el pelo a los chilenos, pero la consecuencia de este cambio fue olvidarnos de nuestros orígenes, de la confianza, del respeto, de la moral, de nuestros valores cívicos y comunitarios.
Será real que los chilenos hemos cambiado, para bien o para mal. Muchos creen lo contrario, que no ha habido transformaciones significativas ya que seguimos teniendo los mismos vicios, cometiendo los mismos errores y sufriendo los mismos menoscabos.
Hay semejantes que no escuchan, que son ajenos, que quieren hacer sus cosas a su pinta, excediendo a otros y no se dan cuenta de sus actos. Hay intermediarios que sacan sus propios cálculos en sus distintas materias. Cada uno defiende su feudo, pontificándose con ideas que ni siquiera ellos mismos logran creer y se ubican en las organizaciones políticas y sociales de participación ciudadana, no por ideologías, si no por intereses propios. Y ese es el reflejo de actual Chile, el que está sacado de contexto.
Esto también afecta a la política. Los políticos con orígenes de alcurnia, o los que surgen desde el pueblo, creen que al llegar al poder pueden rasgar sus vestiduras con una actitud cínica y llena de hipocresía, simulada sinceridad e indignación, mojigatería, santurronería, falsa virtud. Lo que se impone en el oficio es el dicho, “París bien vale una misa”. Hay que ocultar y perdonar las mentiras, porque para el poder político la necesidad de llegar al poder es más importante.
Lo podemos ver en otras materias. Se habla de la pobreza estructural, pero no se soluciona el problema en sí, salvo los discursos mencionándola. Lo que se debe hacer es arremangarse la camisa y tomar una decisión de manera enérgica para ir analizando y solucionando cada una las causas generadoras y plantear soluciones, a corto y largo plazo.
Este país necesita trabajo, esfuerzo y mucha dedicación política para seguir avanzando y para darle cabida a quienes se han ido quedando atrás. Por sobre todo, darle espacio a quienes también quieren avanzar. No obstante, eso solamente lo vemos en los discursos demagógicos de los distintos presidentes que hemos tenidos, incluyendo al último. Porque por mucho que se diga lo contrario, seguimos en esta burbuja de existimo.
Y este exitismo no es realmente un éxito, si no tan solo una burbuja de lo que se aspira, es poco realista. No se condice con la verdad común y corriente frente a sus ojos. Es aquí donde los políticos deben conectarse también con esa realidad para no perder las formas y el sentido común, para no caer en estos extremos que no sirven de nada.
Evidentemente muchos dirán la política funciona así y no hay forma de hacerla distinta. Pero, por el contrario, tal realidad no significa que estemos de acuerdo o en desacuerdo con el comportamiento o las conductas, con las formas de ser de algunos o de otros, pero sí en la obligación de denunciar cuando está ocurriendo permanentemente.
En el fondo Chile no ha cambiado. Hemos cambiado en algunas expresiones por conveniencia, saltándonos toda convicción. Sin embargo, al final del día sigue siendo el mismo Chile, xenófobo, discriminador, desconfiado, sinvergüenza y de doble discurso.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
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