sábado, 24 de diciembre de 2022

Lo peores vicios de la política en Chile

 

Lo peores vicios de la política en Chile

 

Esta semana finalmente tenemos un acuerdo sobre el proceso constitucional. Una salida institucional para que la clase política pueda dar respuesta a parte de las exigencias que la sociedad civil ha reclamado en el estallido social. Pero este acuerdo no ha estado exento de dificultades, tras una derrota en las urnas, las disputas ideológicas e intereses sectoriales llevaron al borde del fracaso la negociación. Mismas fallas que se ven cotidianamente en la política institucional, un vicio que podemos distinguir en los siguientes puntos. 

El primer problema es el sectarismo, el hecho que todo el mundo lleve el agua para su propio molino, hacia su visión integrísima, única e indivisible. Los únicos que pueden solucionarnos los problemas y llevarnos al paraíso. Esto provoca conflictos, peleas internas e ingobernabilidad política. Es en nuestra actualidad nacional en donde apreciamos la fuerte imagen de estos sectarismos que marcan una potente polarización, en donde cada una de ellos intenta imponerse sobre los demás, en muchas ocasiones de forma violenta, en disputa por la supremacía, por quien lidera o impone las normas de la sociedad. 

El segundo problema es la inestabilidad consecuencia de esa polarización. La falta de acuerdo genera inestabilidad e incertidumbre permanente, porque no hay estructuras, conversación, ni diálogos serios. Tampoco hay líderes formados ni formación política en los partidos. Sus integrantes más que soluciones traen inquietudes ya que algunos no saben dónde está su norte, transformando el oficio en lo que es hoy en día por su doble moral. Un grave defecto que no se ha podido corregir y que tal vez nadie quiere reformar, muy a pesar del parecer público. 

La tercera dificultad es el oportunismo político, concentrado en aquellos individuos de carácter variable que se adaptan con mucha facilidad a los distintos escenarios para beneficiarse de la vida pública. Siempre ligados a la cultura política de cada nación para sacar el máximo provecho personal posible. Así no se hace política, al contrario solo la daña porque empezamos a establecer una política utilitaria que no resuelve los problemas, sino que los esconde para dar paso sólo a las disputas de poder. 

La cuarta dificultad es el acomodamiento ideológico, muy ligado al tema del oportunismo. Esto de siempre buscar los intereses [H1] propios en vez del beneficio de los demás, de allegarse a los partidos, a grupos de personas o a movimientos para acomodarse ideológicamente y así conseguir el apoyo para sus fines, defraudando a la población y a la buena fe. 

La quinta dificultad es la demagogia, generalmente disfrazada de democracia. Por aquí se empieza a confundir el valor intrínseco de la política, que es cuidar la democracia, por la demagogia, las propuestas y soluciones fáciles, las puestas en escena, los discursos rimbombantes, que nos llevan a la creación de expectativas, pero que no solucionan los problemas reales. Las soluciones son parte de un tema más político técnico, algo que los sectores políticos carecen por su actual escasa formación inicial. Como consecuencia la elite dominante nos sobrepasa, porque toma los lugares de poder en los partidos para representarse. 

Finalmente, el gran vicio es la incertidumbre total. Sí, el mal que engloba a todos los demás en un estado de incertidumbre permanente donde la política no tiene resoluciones y deja abierto desgraciadamente el camino al populismo que nos representa en la actualidad. El problema es que ante el deterioro de la moral política, el público cree a cualquier manifiesto convincente. Les cree a los más mentirosos, después se desilusiona, vuelve a confiar y se vuelve a desilusionar, viviendo en un círculo vicioso. Hay que tener claro que no es un problema de los ciudadanos, es un problema de los políticos que deben ser más creíbles, deben esforzarse para no engañar a los ciudadanos, deben ser menos demagógicos y menos populistas.

Estos son los vicios que la política tiene. No se pide santidad en los representantes, pero sí que creen una sana confianza, comportarse de manera más honesta para que el sistema político cumpla su rol de representación y organizador de las tareas públicas a beneficio de todos. Tal como en este acuerdo, que sin ser perfecto, los interesados sacrificaron parte de sus expectativas para el bien común. 

 

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político


 [H1]

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