La reivindicación de la carta de los trece
Ad portas de cumplirse los 50 años del golpe de Estado, la Democracia Cristiana (DC) volvió a dar análisis a la llamada “Carta de los 13”, con la intención de reevaluar la decisión oficial del partido de apoyar el golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular. En esa carta, 13 militantes manifestaron su abierta oposición al reconocimiento del golpe y de la interrupción del proceso democrático de Salvador Allende.
Pero tras tantos años en discusión, el afán de corregir su decisión pasada a la vez de reivindicar la postura de aquellos militantes, hacen olvidar a la DC que en su momento eran oposición al gobierno de Salvador Allende por el sometimiento de este a los grupos extremo armados que buscaban instalar la dictadura del proletariado y otros aspectos.
En otras palabras, el mea culpa haciendo uso de esta carta es una forma de dar un aspaviento en búsqueda de reconciliación con el país y con sus asociados de centro izquierda. Sin embargo, esto no significa que se desconozca que existieron dos posiciones y que una de ellas, a vista de algunos incorrecta, fue la de Patricio Aylwin apoyando la intervención militar.
De todos modos, cómo se podría haber evitado este desenlace. Radomiro Tomic, emblemático militante DC, bien dijo que sin acuerdos con los marxistas no hay salida democrática alguna. Esa realidad todos la reconocían, porque el camino que se transitaba dirigía a un desfiladero.
En su momento la Unidad Popular se reconocía minoría. La oposición había ganado el Senado, pero tenía una mayoría parlamentaria relativa que hacía difícil destituirlos. Existía un cierto equilibrio en la cámara que forzaba los límites, solo que la responsabilidad política de unos y otros acabaron por estallarla.
En ese escenario, obviamente la solución era el golpe militar. La DC por su parte intentó constantemente el diálogo, conseguir otro resultado mediante exigir el cumplimiento del estatuto de garantía democrática. La Unidad Popular tenía la opción a la que finalmente no accedieron, siguieron fomentando la actividad de grupos paramilitares y otros temas.
No obstante, no existió voluntad política alguna de parte de la Unidad Popular y de la derecha opositora para mantener el sistema democrático. Así, puede que lastime a las nuevas generaciones, pero el golpe se veía inevitable. No porque no se pudiera evitar, sino por el sesgo político del momento que remarcó los fanatismos y las visiones integristas, desde el oficialismo hasta a la derecha. Y en todos los sectores paramilitares, de ambos lados, se emborracharon en ideologías.
Al final, en virtud del ambiente presente solo se dialogó por dialogar. Bajo esa óptica, como dice bien Tomic, todos iban al despeñadero. En cambio, la historia nos dice que hubo mucho esfuerzo para evitar el desenlace, aunque sin osadía política para llegar a acuerdos. No existió el deseo de diálogo efectivo, y sin eso no podría haber una solución pacífica y política.
Los volúmenes de historia, los reportajes y las visiones externas nos demuestran esa disposición. Si leemos las posiciones de patria y libertad donde detallan sus fechorías, así mismo como la historia de Miguel Henríquez (MIR), de Luciano Cruz y compañía con el mismo comportamiento. Todos estos grupos contrapuestos empezaron a hacer presión sobre los partidos políticos.
El mismo Altamirano reconoció sus errores, cuando en la unidad popular desempeñaba un papel crucial. Finalmente acabó transformándose en social demócrata en el exilio y asumiendo una autocrítica brutal a su proceder.
Concluyendo, en la actualidad vemos la falta de autocrítica de algunos ministros de Estado que pertenecieron a la misma Unidad Popular, y de los partidarios del gobierno militar y opositores a la UP que siguen con los mismos discursos oficiales de entonces. Sinceramente existía otro camino, aunque todo indica que era muy difícil en ese entonces poder llegar acuerdos, porque nadie quería el dialogo ni existía la voluntad política.
Hoy en día cada uno cuenta su propia historia oficial tratando de imponerla por sobre la otra, cuando la única verdad oficial verdadera es que existen detenidos desaparecidos, difuntos. Esa es la grieta que tenemos, la única verdad oficial, el resto tristemente va a ir de acuerdo a el lugar y la posición que cada uno quiera imponer.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Politico
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