jueves, 16 de mayo de 2024

La caída al desgobierno

 

La caída al desgobierno

Hay que tener claro que no se puede establecer, por medio de filosofía o estructura política conocida, que la dirección de un Estado vive un desgobierno simplemente por su falta de orden o dirección. Sin embargo, podríamos asumir que vivimos en uno cuando en la filosofía política del gobierno existen diversas formas ideológicas y estructuras de poder, disímiles entre sí, operando bajo ciertas condiciones.

Una de ellas es la falta de legitimidad sobre los modelos de organización desarrollados por el pensamiento occidental a lo largo de la historia, la teoría de la justicia, del contrato social y los diversos problemas relacionados con la igualdad, la libertad y la democracia. En un escenario así, comparten las culpas todas las autoridades: el gobierno central, parlamentarios, gobernadores, alcaldes y concejales, sean del partido que sean.

Al mismo tiempo, la administración gobernante al tener problemas con el ejercicio de su autoridad y en la capacidad de tomar decisiones ejecutivas, deriva en vacíos de poder que dificultan la correcta conducción sobre sus gobernados. Como resultado incrementa la desigualdad de oportunidades, la pobreza, la violencia y crece la criminalidad que llena esos espacios.

Por otro lado, no tener una mayoría de votos en ambas cámaras legislativas obstruye la agenda de discusiones del parlamento y las leyes oportunas que contrarresten las propuestas de la oposición. Sin acuerdos preliminares que fijen dirección común, se choca con la misma problemática de falta de filosofías políticas claras en los partidos de oposición, y así no se puede desarrollar un gobierno que responda a las necesidades.

Nuestros líderes políticos son incapaces de fijar un rumbo, ni una estrategia de gobierno, ni una de oposición. Ellos ven un futuro ideológico de diferencias, donde la acumulación de poder y la defensa de sus propios intereses es lo primordial, a pesar que atraen problemas filosóficos muchos más complejos para que nos fiemos de ellos.                                                

Entonces, para qué delegamos a nuestro nombre la autoridad en legislar y gobernar. Sobre todo, en regiones donde los cargos no tienen esa autoridad, tales como las gobernaciones o los consejos regionales. No tienen poder ni representatividad, son más bien como cargos obligados que se persiguen para buscar beneficios particulares, pagar favores políticos o desarrollar influencia dentro de las castas regionales, más que buscar desarrollo de balance global, para los que se supone son las labores que tienen.

Siguiendo esta lógica de razonamiento, para qué elegimos gobernadores, alcaldes, concejales y consejeros regionales. Cuál es el costo y beneficio que tienen más allá de su importancia cívica para la democracia representativa. Realmente estos representan o usan todo el poder que se les da.

Los concejales cumplen con la función de normar, resolver y fiscalizar. Tienen una visión de un proyecto ciudad en común, o simplemente es que su preparación es demasiada básica para algo más. Los alcaldes tienen una tarea de mera administración, defender y cautelar los intereses de la municipalidad y los vecinos, o son un cargo bajo la dirección de un proyecto que va mucho más allá de lo político filosófico, algo que va a generar estructura de cambios realmente en la sociedad. Los consejeros regionales tienen una política orientada realmente a mejorar la calidad de vida de los habitantes de sus respectivas regiones o tienen otros intereses. Los gobernadores que para muchos son figuras sin poder, sumado a los casos de corrupción, qué es lo que realmente hacen. Representan los intereses de la región o a los propios.

Es legítimo preguntarnos si en política las culpas son compartidas y si el ejercicio de gobernar no se realiza solo. La oposición también desgobierna en sus respectivas comunas y cargos de autoridad. No obstante, siempre hay que evaluar cómo se han desempeñado nuestros representantes, lo que han hecho durante su periodo. Es legítimo cuestionarse ocupando la filosofía como herramienta, la sociología, la política y otras ciencias sociales porque continuamos cayendo y cada cargo de autoridad es importante.

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista político 

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