La caída al desgobierno
Hay que tener claro que no se puede establecer,
por medio de filosofía o estructura política conocida, que la dirección de un
Estado vive un desgobierno simplemente por su falta de orden o dirección. Sin embargo, podríamos asumir que vivimos en uno
cuando en la filosofía política del gobierno existen diversas formas
ideológicas y estructuras de poder, disímiles entre sí, operando bajo ciertas
condiciones.
Una de ellas es la falta de legitimidad sobre
los modelos de organización desarrollados por el pensamiento occidental a lo
largo de la historia, la teoría de la justicia, del contrato social y los
diversos problemas relacionados con la igualdad, la libertad y la democracia. En un escenario así, comparten las culpas todas las
autoridades: el gobierno central, parlamentarios, gobernadores, alcaldes y
concejales, sean del partido que sean.
Al mismo tiempo,
la administración gobernante al tener problemas con el ejercicio de su
autoridad y en la capacidad de tomar decisiones ejecutivas, deriva en vacíos de
poder que dificultan la correcta conducción sobre sus gobernados. Como
resultado incrementa la desigualdad de oportunidades, la pobreza, la violencia
y crece la criminalidad que llena esos espacios.
Por otro lado, no
tener una mayoría de votos en ambas cámaras legislativas obstruye la agenda de
discusiones del parlamento y las leyes oportunas que contrarresten las
propuestas de la oposición. Sin acuerdos preliminares que fijen dirección
común, se choca con la misma problemática de falta de filosofías políticas
claras en los partidos de oposición, y así no se puede desarrollar un gobierno
que responda a las necesidades.
Nuestros líderes
políticos son incapaces de fijar un rumbo, ni una estrategia de gobierno, ni
una de oposición. Ellos ven un futuro ideológico de diferencias, donde la
acumulación de poder y la defensa de sus propios intereses es lo primordial, a
pesar que atraen problemas filosóficos muchos más complejos para que nos fiemos
de ellos.
Entonces, para
qué delegamos a nuestro nombre la autoridad en legislar y gobernar. Sobre todo,
en regiones donde los cargos no tienen esa autoridad, tales como las
gobernaciones o los consejos regionales. No tienen poder ni representatividad,
son más bien como cargos obligados que se persiguen para buscar beneficios
particulares, pagar favores políticos o desarrollar influencia dentro de las
castas regionales, más que buscar desarrollo de balance global, para los que se
supone son las labores que tienen.
Siguiendo esta
lógica de razonamiento, para qué elegimos gobernadores, alcaldes, concejales y
consejeros regionales. Cuál es el costo y beneficio que tienen más allá de su importancia
cívica para la democracia representativa. Realmente estos representan o usan
todo el poder que se les da.
Los concejales
cumplen con la función de normar, resolver y fiscalizar. Tienen una visión de
un proyecto ciudad en común, o simplemente es que su preparación es demasiada
básica para algo más. Los alcaldes tienen una tarea de mera administración,
defender y cautelar los intereses de la municipalidad y los vecinos, o son un
cargo bajo la dirección de un proyecto que va mucho más allá de lo político
filosófico, algo que va a generar estructura de cambios realmente en la
sociedad. Los consejeros regionales tienen una política orientada realmente a
mejorar la calidad de vida de los habitantes de sus respectivas regiones o
tienen otros intereses. Los gobernadores que para muchos son figuras sin poder,
sumado a los casos de corrupción, qué es lo que realmente hacen. Representan
los intereses de la región o a los propios.
Es legítimo preguntarnos si en política las
culpas son compartidas y si el ejercicio de gobernar no se realiza solo. La
oposición también desgobierna en sus respectivas comunas y cargos de autoridad.
No obstante, siempre hay que evaluar cómo se han desempeñado nuestros
representantes, lo que han hecho durante su periodo. Es legítimo cuestionarse
ocupando la filosofía como herramienta, la sociología, la política y otras
ciencias sociales porque continuamos cayendo y cada cargo de autoridad es
importante.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista político
No hay comentarios:
Publicar un comentario