viernes, 25 de abril de 2025
sábado, 19 de abril de 2025
viernes, 18 de abril de 2025
jueves, 17 de abril de 2025
La falsa solidaridad
La falsa solidaridad
Aquí en Chile existe una falsa solidaridad, una solidaridad mal entendida. Lo que existe es caridad, donar dinero, dar limosna, es el existencialismo institucionalizado. La solidaridad real es mucho más que eso, es un valor moral que se puntualiza como la reciprocidad y el apoyo mutuo entre personas. Fundado en la sensibilidad que nos une y que nos permite percibir cuando los demás necesitan de nuestra ayuda, se manifiesta en la promoción de los derechos y necesidades de quien lo requiere.
Se puede mostrar de muy diferentes maneras en el día a día, en gestos tan sencillos como ayudar a cruzar la calle una persona que lo necesita, ceder su asiento a un adulto mayor o discapacitado, etc. Más aún, la solidaridad buscar entregar las herramientas necesarias para que se alcance la auto superación. Enseñar o entregar los elementos para ser autosuficiente, en contraste con la idea de caridad, la donación o dádiva, que entrega ayuda muchas veces por compasión o por una simple introspección de conciencia.
Dicho de otra manera, dale un pescado a un hombre y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá toda la vida. Es decir, dotar a las personas de las habilidades necesarias para que cuiden de sí mismas va más allá de donarles o regalarle cosas que no solucionan sus inconvenientes. El hacerlo les hace el trabajo demasiado fácil y estas personas se acostumbran a tal dependencia, les genera una falsa sensación de bienestar.
Con esto quiero decir que en Chile la discapacidad afecta al 17% de la población de 2 o más años, sumando a 3.291.602 personas, y se aborda a través de la ley N°20422 que establece normas sobre igualdad de oportunidades e inclusión social. Así mismo estos constituyen el mayor misceláneo en situación de vulnerabilidad en nuestro país y en el mundo.
Sin embargo, existen muchas instituciones que han hecho lo posible por ayudar a estas personas que interactúan con las diversas barreras contextuales, actitudinales y ambientales, para su participación plena y activa en nuestra sociedad, quizás de una buena manera y de forma positiva, institucionalizado la caridad.
Y si bien ha sido útil para cubrir una materia del apoyo, se debe constituir una verdadera solidaridad para ayudar a estos semejantes a superarse, para alcanzar sus metas, para lograr su dignidad, con la finalidad de así salir de las condiciones difíciles en que están y de esa manera coadyuvar a salir a otros que se encuentran en las mismas condiciones.
Salir de este círculo vicioso es muy complejo de conseguir, porque al parecer la institucionalidad nos lleva a la salida simple, la caridad y sin lugar a dudas, conceder, otorgar siempre será más práctico.
El trabajo de la caridad en sí mismo, lo vemos en todas esas instituciones de donaciones que apoyan financieramente causas y programas benéficos en donde el donar dinero para rehabilitar es más fácil, que la integración la hagan otros. Si bien la solidaridad no solo empieza con la rehabilitación, sino con la integración, con la incorporación de los individuos o grupos en la sociedad de manera plena y equitativa, permitiendo así su participación activa y contribución al conjunto social.
Dicho lo anterior, el desarrollo personal de las personas con discapacidad, de hacerlas sentir que pertenecen o que son partes de una sociedad y no actuar con carácter abusivo, ni agresivo, ni ser un discriminador compulsivo con exámenes de conciencia permanente practicando la caridad para sentirse menos culpable, requiere de un acto integrativo de la sociedad. Requiere una disposición efectiva de ayudar a las personas a salir de esta realidad en las que se encuentran, conceder herramientas.
Por el contrario, instituciones de caridad financiada por el Estado, otras que reúnen anualmente dinero ayudados por medios de comunicación, se hacen notar con más vehemencia, pero que no refleja ni consiguen con claridad el éxito de una integración o superación.
De donde se infiere que el objetivo es construir
una sociedad cohesionada y respetuosa con la diversidad, eliminando las
barreras para facilitar la inclusión de personas de diferentes orígenes,
características o condiciones. Esa es la reflexión.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
La misoginia juvenil y lo que dejamos de atender
La misoginia juvenil y lo que dejamos de atender
Ha surgido una nueva problemática social, producto del aumento de casos y la gravedad detrás de ellos, a tal nivel que se ha visto reflejada en una serie adolescente de Netflix. La misoginia juvenil es ya un tema universal, de tal envergadura que afecta a cada uno de nosotros como miembros de una sociedad.
Al respecto, la periodista Carola Urrejola comenta que “necesitamos una educación que enseñe la igualdad de dignidad y derechos entre hombre y mujeres. Sería la base para prevenir la violencia”. Ciertamente una educación no sexista es la mejor herramienta contra la violencia de género que se ha intensificado.
En contraste, esta educación no sólo sería útil para lidiar con la misoginia juvenil, sino también para controlar discriminaciones a las personas con otras condiciones de discapacidad que existen en nuestra sociedad: discapacidades como la física y motora, sensorial, intelectual, visceral y múltiple que también siguen aumentando.
Entonces, no sólo se trata de dar reconocimiento de la existencia de la misoginia y educar al respecto, sino que además visualizar todos los maltratos que ocurren a esa edad en contra de las personas con discapacidad y validar una educación de no discriminaciones o ataques a ellos, sean mujeres, niños, niñas, adultos mayores que están siendo representativos y que les conviene exteriorizarse a la sociedad o al Estado activamente por los medios de comunicación.
Dicho de otra manera, las escuelas integradas fracasan en su tarea de integración de los niños TEA (Trastorno del Espectro Autista), por causa de que no los tratan como se debe. No todos los involucrados comprenden al afectado o no están capacitados para interactuar con ellos, provocándose inconscientemente su enojo, originando que se violenten. Como con la profesora que fue maltratada injustificadamente, porque no conocía los síntomas del joven, un joven de 14 años, primer año en este colegio, un joven con autismo.
De acuerdo a las discriminaciones de algunos profesores hacia la inclusión de estudiantes con necesidades educativas especiales: cognoscitivo, afectivo y conductual; que estas influyen en ellos claramente. Se ven afectados la responsabilidad, el rendimiento, formación, clima de aula, relación social, desarrollo emocional, entre otros, elementos que ellos necesitan y que tienen el derecho a tener. Ser diferentes es legítimo. Estas diferencias son tal o igual de graves que la misoginia existente hasta el día de hoy.
Al parecer, la sociedad empieza a olvidar o a convivir de acuerdo al interés y a la politización del momento, de cuáles son las discriminaciones que tienen mayor importancia y cuáles menos. Desgraciadamente aquí lo que tenemos que aprender como sociedad es que si vamos a combatir la discriminación debemos combatirlas y censurarlas todas, erradicarlas todas y no seleccionar con pinzas cuál es la que nos interesa más de una u otra, ya sea por interés político, con el interés sociológico, por militancia, por visión, por sesgos. No importa, hay que combatirlas todas, puesto que si comenzamos aquí a analizarlas y a criticarlas solamente con una visión secundaria, estamos dejando de lado la preocupación en los problemas de una sociedad entera.
He ahí la importancia de la reflexión que plantea la periodista Carola Urrejola, que tan solo queremos complementar esta realidad. No sólo la misoginia ha aumentado; y vaya que ha aumentado, sino que también se ha acentuado los otros tipos de discriminación de los que no se hablan en los medios de comunicación y que los afectados están viviendo día a día. Son millones en este país y que desgraciadamente no son tratados con la dignidad y derechos que corresponden.
De manera que toda discriminación es importante embestir y todos
deberíamos preocuparnos, condenar e indignarnos sobre ellas. Solo queda pedirle
a la sociedad en general que actúe en consecuencia por las personas que día a
día son más violentadas de manera soterrada y que son muchas veces manipuladas
y tenues, pero que evidentemente causan dolor de igual manera a todas las
personas diferentes.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
Legitimación de la constitución de 1980
Legitimación de la constitución de 1980
Dicen al respecto los entendidos, abogados y analistas, que la constitución del año 1980 se ha legitimado por uso, por el tiempo transcurrido, por las veces que ha sido reformada. Y muchos creen que han sido los gobiernos en democracia quienes han terminado legitimando a la misma.
Sin embargo, quienes piensan que es así están en un grave error. Finalmente aquella constitución no la legitimó ningún político, ni los distintos gobiernos en democracia de la concertación (cuatro gobiernos seguidos), ni el paso de Piñera, ni menos el Frente Amplio (FA). Lo peor del caso es que la legitimamos nosotros mismos al no lograr ponernos de acuerdo en los dos procesos constitucionales para cambiarla.
Por nuestras diferencias ideológicas y por nuestras anteojeras políticas que nos impidieron ver el bien común, y conseguir así una constitución jurídicamente mejor desarrollada, ahí se produce el proceso real de legitimación de la constitución de 1980, la que merecemos.
Es necesario recordar que la primera “Convención Constitucional” fracasó por la falta de transversalidad, de acuerdos más amplios, por los egoísmos, por el fanatismo y deseos ideológicos de una mayoría. Además, de la falta de conocimientos e ignorancia de los representantes, cargados de la arrogancia típica de ciertos sectores los cuales no daban pie con bola, y que desconocían su falta de preparación y la necesidad de asesoramiento. Todo esto trajo consigo lo que estamos viendo, que la constitución del 80, tan odiada por algunos y querida por otros, se perpetuó.
Consiguientemente, aquí no hay que echarle la culpa solamente a Ricardo Lagos por firmar y blanquearla por medio de reformas constitucionales que eliminaron la existencia de senadores designados o vitalicios, entre otras modificaciones. En parte, construyó un piso institucional compartido desde donde se pudo continuar avanzando en nuestra frágil democracia. Como se ha dicho, tampoco han tenido responsabilidad los gobiernos anteriores, ni los que siguieron, todos han gobernado con el sistema actual, porque no les quedó de otra.
Considerando que la clase política tardó en ponerse de acuerdo y en estar a la altura de las circunstancias para instaurar una nueva constitución, en ambos procesos constituyente la responsabilidad cayó en la ciudadanía, quienes quisieron hacer ciertas apologías, al orden en la primera; en la otra a lo que podríamos llamarle un desgobierno a la institucionalidad, una anarquía. Por lo tanto, la responsabilidad no está solo en los sectores políticos, está también en nosotros como ciudadanos por no informarnos, por no entender la importancia del proceso y por no saber diferenciar y dejarnos llevar sin una orientación política y jurídica como corresponde.
Entonces, aquí no sólo hay que echarles la culpa a los líderes políticos, sino que todos debemos asumir que esta fue una farra histórica que otras naciones la disfrutaron. Evidentemente, nosotros por nuestras marcadas diferencias, por nuestra mezquindad, por nuestra falta de visión, lo único que elaboramos fue perpetuar y consolidar la constitución del 80, la constitución de la dictadura de Pinochet.
Ahora, esta va a desaparecer cuando colapse totalmente, mientras agoniza lentamente, viéndose afectadas las instituciones que rigen el orden, las cuales cuando su poder y administración disminuya naturalmente al punto de ser ingobernables y finalizar, entonces ahí tendrán que venir los acuerdos políticos para generar una nueva constitución. Eso al parecer, no será por la voluntad política, ni ciudadana, sino por la madurez de darnos cuenta que este cambio tenía que haberse hecho antes.
En contraste con lo anterior, aquí no hay que echarles sólo la culpa a los políticos, aquí como nación tenemos todos que reflexionar y ya no quejarnos, en virtud de que la constitución del 80 está ultra validada y precisamente por nuestra propia ineficacia, por nuestra propia ineptitud, que la compartimos con la clase dirigente. Ciudadanos y clase dirigente no hemos hecho el mea culpa suficiente para darnos cuenta que nos farreamos esta oportunidad.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político