Las cosas por su nombre
Como ciudadanos estamos tan acostumbrados a que los políticos, a medida que transcurre el tiempo, sean incapaces de cumplir las promesas comprometidas, que se ha vuelto recurrente pasar del fervor a la decepción política.
Aun a sabiendas de lo que pasará, cada cierto tiempo vuelve alguien nuevo a conquistarnos con inventiva y efervescencia para una vez más garantizar promesas, que luego vuelven a prevaricar.
Ocurre lo mismo con los gobiernos, todos pasan por este estado de expectativa, de la buena intención de querer cumplir lo prometido en campaña. No obstante, después se tropiezan con la política real, la que tiene limitaciones. Ahí empiezan las prioridades, comienza el gobierno real, despunta la calculadora para evaluar qué conviene hacer y que no.
En este punto comienza a deteriorarse cada vez más rápido la relación con el votante, con quien los apoyó en su papeleta, con la sociedad en general, con la simpatía política.
El apoyo pasa de un santiamén a la decepción política tras darse cuenta que al final se repite la patraña de forma más trágica y frecuente, por medio de la artimaña, por la utilización de causas, de personas e ideas, de principios, el uso de famosos y de herramientas sofisticadas de marketing para generar una manipulación política. Querer ganar elecciones prometiendo educación, viviendas, cultura, comida, salud, infraestructura, recreación entre otros, todo para que después estas no se cumplan y, aquellos que apoyaron a tal o cual gobierno o pusieron su cara a favor de una idea, se sienten manipulados, decepcionados y engañados.
Un comportamiento cíclico que, como señal refleja una constante a esperar, sea el gobierno que sea al final habrá decepción. Lo apreciaron ahora con Gabriel Boric, lo advirtieron con Piñera, lo observaron con Bachelet y así podemos seguir.
Desgraciadamente la decepción es la consecuencia de las acciones de los políticos para embaucar al ciudadano. Para colmo, dentro de los partidos políticos muchos militantes pasan de la euforia del compromiso a la deserción política, a causa de que conocen a quienes los rodean, con quienes hacen política y ven el manoseo permanente de las consignas internas, como se maquinan a los ciudadanos y deforman los principales ideales políticos de los partidos convirtiéndose en ideales utilitarios para conseguir objetivos políticos y de poder sobrevivir, entre comillas la política y, nuevamente pasamos desde lo ideal, de la euforia a la manipulación política.
Por otra parte, esto es lo que ocurrió a mucha gente que participó en el estallido social, quienes se dieron cuenta a poco andar en el gobierno del presidente Gabriel Boric que habían sido traicionados, manoseados, porque está claro que el Frente Amplio (FA) ocupó las manifestaciones sociales legítimas para polarizar y tratar de deponer un presidente, que podría no ser del gusto personal o bien acusarle por
sus enormes errores, pero este fue elegido democráticamente y se merece el respeto.
Sin embargo, sus protestas llevadas más allá de la cuenta se concretaron de próximo en este gobierno de cebollones, porque al prometer mucho y comprometerse a más de lo que podrían abarcar, se encontraron con la misma realidad política que avivaron, acarreando hacia ellos la decepción política de la población, las mismas huestes, de las mismas concurrencias que participaron en las franjas proporcionando apoyo político, engañados, traicionados.
Eso al parecer ejemplifica muy bien la mecánica de la política y del poder, pero esto no debería ser así. Por el contrario, trabajar para ser transparentes con la ciudadanía.
Aun así, los partidos y los operadores políticos, los que detentan el poder quieren que esto sea una formalidad. Entonces después no se quejen, porque ya el país está cansado de la decepción política, del engaño permanente, lo que puede transformarse en una abstención y en una apatía que nunca antes se haya visto.
En consecuencia, todos los votantes tenemos la plena convicción que, a través del Estado, los gobiernos de turno serán capaces de cumplir con sus promesas, algo que jamás acontecerá si se tienen pocos recursos y no se tienen la mayoría en el parlamento. Ese es el círculo vicioso que se repite constantemente, por eso es imperativo que lo tengamos muy claro a la hora de votar para no dejarnos engañar con los cantos de sirena que nos prometen cada cierto tiempo en elecciones los señores políticos.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
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