Y la discapacidad, señores candidatos, para cuándo
En los últimos foros y programas relacionados con las elecciones presidenciales, ya sean debates, entrevistas o paneles en los distintos canales de televisión del país, apenas se ha mencionado el tema de la discapacidad. Como excepción, una niña interpeló directamente a una candidata sobre el tema, pero se quedó allí. Da la impresión de que el interés por la discapacidad se limita a la Teletón, a iniciativas privadas o a la buena voluntad de algunos. No parece ser un tema relevante para la agenda pública.
Entonces, ¿cuándo va a ser importante para el Estado? ¿Cuándo se asumirá la responsabilidad con nuestros compatriotas de movilidad reducida, personas con condición del espectro autista, o quienes viven otras condiciones que requieren integración real en la sociedad, tanto en lo laboral, lo cultural y lo social? No se puede seguir dependiendo de las migajas de campañas solidarias, de una falsa inclusión y de una discriminación perpetua.
Al parecer a la clase política no le interesa abordar estos problemas, pese a que son alrededor de dos millones de ciudadanos quienes viven con alguna discapacidad. Sumemos a esa cifra el entorno familiar y social, el número total de afectados por esta realidad podría superar fácilmente los 5 millones a nivel país. Y este grupo representa el colectivo minoritario más grande en situación de vulnerabilidad en Chile, lo que refuerza la necesidad de políticas públicas inclusivas y efectivas.
Siendo así, ¿acaso no valen? ¿acaso no son votos válidos? Aparentemente, para muchos políticos este tema no es prioritario, aunque represente un electorado significativo. Quizás no se les ve como personas con derechos, o peor aún, no se les ve en absoluto.
Por eso es hora de exigir transparencia. Que los políticos, de todas las tendencias, demuestren si realmente les interesa construir una sociedad inclusiva. Que digan si están dispuestos a integrar a las personas con discapacidad o con capacidades distintas, o como quieran llamarlas sin esconderse detrás de eufemismos. Porque, lamentablemente, muchos de los considerados “normales” no quieren enfrentar la realidad, y por miedo a ofender, evitan llamar las cosas por su nombre. Ese es, precisamente, uno de los orígenes del problema.
No hay políticas públicas efectivas. Todo depende de la caridad o de instituciones privadas. El Estado no asume un rol activo: no fiscaliza colegios, universidades ni espacios donde, con esfuerzo propio y el de sus familias, algunas personas con discapacidad logran superar barreras y, aun así, deben seguir enfrentando discriminación y malas prácticas que son inconmensurables.
¿Estamos construyendo una sociedad igualitaria o seguimos relegando estos temas como secundarios? ¿Puede una persona con discapacidad valer menos que otros colectivos? ¿Por qué se visibiliza más a ciertos grupos como la comunidad LGBTQ
mientras que otros, como la movilidad reducida, la discapacidad visual, auditiva, intelectual, psíquica, entre otras condiciones siguen invisibilizadas?
En muchas partes del país se instalan señales para personas ciegas en lugares mal diseñados, sin empatía ni comprensión real. ¿Cómo se espera lograr una integración auténtica si ni siquiera se piensa en el prójimo? La televisión, una vez más, nos da una bofetada: este sigue siendo un tema secundario, un “tropicalismo” que se menciona cada cuatro años, si acaso.
Ya no basta con discursos vacíos ni con promesas que se desvanecen tras las elecciones. La discapacidad no puede seguir siendo un tema decorativo en la agenda política, ni una causa que se desempolva cada vez que conviene. Es hora de que el Estado asuma su rol con políticas públicas reales, con fiscalización efectiva y con voluntad de transformar. Porque no se trata de caridad, se trata de justicia.
Las personas con discapacidad merecen ser escuchados, representados y respetados. Si queremos construir un país verdaderamente democrático, igualitario y empático, debemos empezar por mirar de frente esta realidad. Porque una sociedad que invisibiliza a millones de sus integrantes no es una sociedad justa. Y ya es hora de cambiar eso.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
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