lunes, 16 de mayo de 2011

VENTA DE CHILEVISIÓN: Una reacción tardía e insuficiente

La vocera  de gobierno dijo claramente que el presidente había cumplido su palabra al producirse la venta de este canal, acabando así con el conflicto de interés que el presidente tenía al ser dueño de una estación televisiva, y a su vez tener que dictar políticas sobre la materia.

En este panorama, la exigencia de despejar esta materia fue transversal, muy intensa y duró mucho tiempo. A la luz de lo dicho por el gobierno, la ciudadanía  puede darse por satisfecha y dar por cerrado el tema definitivamente. Sin embargo, ¿Es la realidad?

En cierto modo sí, pero a medias. Las verdades a medias no son verdades, sino falacias, ya que el presidente no tenía la menor intención real de vender este canal. Especuló toda su campaña, en primera y segunda vuelta, dilatando el tema. Si vamos más allá, considerando que se postuló durante los cuatro años de gobierno de Bachelet, y sabiendo cuáles eran sus intenciones, nunca quiso regular esta situación para evitar dificultades futuras, y una vez en el gobierno, no dio muestras de acelerar el proceso de venta.

Esta solución tardía es una muestra de su desinterés por tomar la medida, para que finalmente la cumpla a regañadientas. En palabras simples, no quería perder “pan ni pedazo” por su interés por el dinero. Sin embargo, el no querer vender su canal no es lo cuestionable, sino su modo de actuar sin la menor transparencia, y con esto, su excelencia nos da una lección muy pedagógica a todos los chilenos, que los compromisos son  posibles de romper o cumplir de acuerdo a la conveniencia.

Una lección que los políticos se saben por libro, convierten al relativismo y las medias tintas como una institución. Claramente, como acá no tenemos medias tintas y no queremos tampoco engañar a nadie, recordamos que lo que dijo el presidente fue, que antes de asumir su mandato iba a solucionar el problema. Suceso que no ocurrió hasta cinco meses después, dilatándose el proceso al no gestionar se rápidamente en pos de la transparencia y probidad pública, porque al parecer esta no importa mucho, salvo que seamos oposición. Una tradición muy dañina en la política chilena que es muy difícil de extirpar.

¿Cuánto vale la palabra hoy  y en especial la palabra de un político?, este es un gran dilema, ya que los compromisos y la palabra empeñada casi nunca se cumple, perdiéndose ya esta buena costumbre. Por cierto que los políticos se convierten en los principales ejemplos de ese vicio, no cumpliendo la gran mayoría de sus promesas, o dilatándolas, dejando las promesas ser presas del oportunismo instantáneo y del cálculo político, convirtiendo a los compromisos en simple retórica vacía y sin sentido.

El poder económico y político claramente han podido más que el  honor de la  política, que la responsabilidad y la credibilidad, convirtiendo al presidente en presa de sus propios compromisos y reintenciones que no pudo cumplir, por especular en sus otros intereses y no priorizar en la probidad, no sólo de forma, sino en los hechos. Por este motivo, lo que ocurrió no es para celebrar de ninguna manera, si no que muy preocupante, porque los intereses públicos, como privados, no están claramente limitados y se encuentran al arbitrio de las decisiones de particulares, de su buena voluntad. Y en este caso, el jefe de estado sólo hizo lo que tenia que hacer, sin intenciones reales de hacerlo, sólo como excusa de control de criticas. No existió convicción de probidad personal, marcando de modo taxativo, el presidente no da ningún tipo de confianza.



Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político

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