jueves, 1 de diciembre de 2022

Sergio Micco y los derechos Humanos

 

Sergio Micco y los derechos Humanos

 

Sergio Micco Aguayo fue el ex director del Instituto Nacional de derechos Humanos (INDH) desde mediados del 2019 hasta julio del presente año, renunciando a la entidad a semanas de terminar su periodo, a causa de haber perdido la confianza de la mayoría del consejo. Se va tras una serie de fricciones al interior de la misma, en donde se le acusa de haber desatendido violaciones a los derechos humanos de forma sistemática, además de encubrir crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes del estado durante su conducción del INDH durante la crisis del estallido social. 

Precisamente su manejo en el estallido es motivo de cuestionamiento, haciéndolo blanco de críticas de algunos sectores políticos como el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA), extendiéndose a día de hoy en la discordia entre la Democracia Cristiana (DC) y el PC. 

En la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos presentaron una querella en contra del ex director del INDH por intentar relativizar con sus acciones los derechos violados en este periodo de tiempo. Sorprendentemente, Micco acabó siendo respaldado por parte de la Unión Demócrata Independiente (UDI) manifestando “que hombres como el señor Micco es lo que necesita hoy la República”, todo esto por resistir a las presiones políticas e ideológicas de diputados y ex constituyentes del PC y del FA para que el organismo declarara que existían violaciones sistemáticas en el país. Mientras la DC manifestaba que esta acusación era una exageración, fuera de lugar, que atenta contra la historia del partido. 

El conflicto se origina en el estallido y como interpretamos los derechos humanos. Hay que aclarar que estos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, etnia, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. En resumen, todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Además son interrelacionados, interdependientes e indivisibles, los que por estos motivos dan responsabilidad social. Por consiguiente, una limitación al ejercicio de los derechos de la persona nace del respeto y reconocimiento de los derechos de cada uno de los otros miembros de la comunidad. Sobre todo, satisfacer las justas exigencias de la moral, el orden público y el bienestar general en una sociedad democrática. 

Entonces, dentro de este contexto en el estallido social sí existieron violaciones a los derechos. Sobre todo en la destrucción de estaciones del metro, en incendios a iglesias, hoteles, restaurantes, buses y en un sin números de hechos por todos conocidos, en donde no se respetaron los derechos de los demás. Sin embargo, al parecer para algunos sectores este no es un abuso a los derechos de algunos ciudadanos. 

No podemos justificar la violencia, mucho menos justificar unos actos y perseguir los demás. Para determinar violencia directa, sistemática, orquestada por el mismo Estado, hay que tener evidencia de planificación, de abuso masivo y ordenado por autoridades contra población civil, que a la fecha no está presente como tal, salvo como abusos de individuos. 

Desgraciadamente y hay que decirlo con claridad, los derechos humanos no son propiedad de una ideología determinada, sino que pertenecen a todos los sectores, muy a pesar de que existan grupos de personas y gobiernos que abusen de esos conceptos, sean dictaduras de derecha o de izquierda. 

Los derechos humanos son absolutos en el sentido que son consubstanciales a la naturaleza humana, pero son relativos o limitados en el sentido que su ejercicio por parte de la persona está restringido por el ejercicio de los derechos de las demás, o sea que yo tengo derechos determinados sobre mí, pero debo respetarles los derechos a los otros y no abusar de ellos. Por ejemplo, si yo tengo libertad de asociación, yo puedo juntarme con quien quiera, pero no puedo impedir que otras personas se asocien entre ellos. Si lo hago o trato de hacerlo, estoy  coartando el derecho de asociación del otro. 

En definitiva, no es posible la existencia de una sociedad civilizada y de un Estado de Derecho democrático si no hay un razonable y responsable equilibrio entre derechos y deberes, es decir, una justa regulación y armonización entre la libertad y el orden. Lo demás, parece ser una cruzada política para torpedear al bando contrario.

 

 

Nelson Leiva Lerzundi

Cientista Político

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