sábado, 31 de diciembre de 2022
viernes, 30 de diciembre de 2022
jueves, 29 de diciembre de 2022
La peligrosidad de los ciclos viciosos en política
La peligrosidad de los ciclos viciosos en política
Mencionaba el pensador griego Polibio que la anaciclosis son los ciclos cuyos regímenes políticos tienden a empeorar, degeneran o entran en crisis. En particular Chile está en uno de esos ciclos. Se siente el evidente desgaste político tras vivir 16 años de alternancia, periodos liderados entre Michelle Bachelet junto a la concertación, y por Sebastián Piñera al lado de la derecha, que finalizan con la elección de un joven Gabriel Boric como el actual presidente de la república.
Y nuestro actual presidente de izquierda, Gabriel Boric, con el liderazgo que está ejerciendo en su gobierno estaría pavimentándole el camino a un futuro presidente Kast, de evidente matiz de extrema derecha. Estos rememoran la disputa política entre Arturo Alessandri y su antagonista, también el expresidente y creador de carabineros, el General Carlos Ibáñez del Campo. Formándose así un nuevo ciclo de alternancias de poder, o quizás el inicio de algo peor.
Estos ciclos viciosos también se viven en otros países de latino América y que pueden seguir profundizándose a lo largo de los años. El mejor ejemplo es nuestro país vecino Argentina, quien sufre lo mismo. Han vivido las alternancias de poder entre el Kirchnerismo, un movimiento político de centro izquierda variante del Peronismo que ha gobernado por 12 años, con el Macrismo, partido de centro derecha que recibe el nombre por su líder Mauricio Macri. Estos viven los ciclos de de alternacia Kirchnerismo a Macrismo, y así sucesivamente.
En cuanto a Brasil, tras ciclos de gobiernos de izquierda con Lula da Silva y Vilma Rousseff, una alternancia con Jair Bolsonaro fue decisiva frente a los fuertes casos de corrupción que mancharon el ambiente. Y sin embargo, la cura fue funesta, con un gobierno muy alzado a la extrema derecha, tomando pésimas decisiones sociales, acabó como todo ciclo nocivo, con la reelección de un retornado Lula da Silva.
A su vez Perú, es un caso muy particular. Tras el gobierno de Alberto Fujimori y su auto golpe, la nación tomó una dirección autoritaria que dio paso a gobiernos cada vez más desinflados en ideologías, donde el discurso se preparó para convencer electores, mientras la tecnocracia dirigía las grandes decisiones gubernamentales. Esto derivó a la gran crisis institucional donde cada cuantos meses se destituía al presidente en servicio. Finalmente, el Presidente Castillo presa de la dinámica vigente, decide auto golpearse para evitar su destitución, sin buenos resultados.
Lo que nos demuestra que la democracia está en un ciclo insano, donde saltamos de un sector a otro, con la condicionante que cada vez se decanta un poco de ideología a favor del populismo. Donde las ideologías de cada sector cada vez están más deshilachadas, deformadas. Es una crisis que arrastra consigo a las instituciones y la manera de dirigir la actividad pública.
Es válido confundirse y asumir que esta es la nueva política, la forma actual en la que se ejerce la práctica. No obstante, solo es mala oposición. Es lo que consideramos politiquería, aquella que no cumple con la gestión de la polis, trabajar por el bienestar del pueblo. Es la politiquería turbia, insana, que pone piedras en el camino a los buenos proyectos de gestión pública que pueda tener cualquier gobierno de turno. La del discurso fácil cuyo único fin es destruir la democracia y las instituciones, los equilibrios políticos, aumentar la incertidumbre. Sobre todo, es la que resta de credibilidad a la política.
Desgraciadamente es el camino tomado por quienes practican política respaldados por la decisión de sus electores, los cuales han decidido empezar a cruzar a estos escenarios para conseguir sus intereses.
Los que es una realidad, es que los partidos políticos no fueron creados para oponerse, sino para apoyar los proyectos que benefician a los conciudadanos. Los partidos son para acordar, dialogar, dejar de lado cada uno de sus dogmatismos pragmáticos para buscar los acuerdos nacionales necesarios. El rol de los partidos es pensar en el país.
Sin embargo, de eso es lo que hemos carecidos este último tiempo. Entender que el respeto a las diferencias y los acuerdos de bien común, es la manera de progresar y cuidar las instituciones. De otro modo, la crisis puede crecer más y decantar en situaciones más graves. Ya tenemos el recuerdo de la dictadura, como para regresar a la misma.
Nelson
Leiva lerzundi
Cientista
Político
Chile, de la mortadela al Jamón Serrano
Chile, de
la mortadela al Jamón Serrano
Es que, cómo olvidar esos típicos momentos cuando el almacenero cortaba las rebanadas del salchichón según el pedido, con su maquinita eléctrica que tanto llamaba la atención cuando aún éramos niños. En esa época se fiaba, se anotaba en una libreta para pagar a fines de mes; mientras en la actualidad se paga a crédito, por intermedio de bancos y con mucho más endeudamiento. Muchos dirán que se les subió el pelo a los chilenos, pero la consecuencia de este cambio fue olvidarnos de nuestros orígenes, de la confianza, del respeto, de la moral, de nuestros valores cívicos y comunitarios.
Será real que los chilenos hemos cambiado, para bien o para mal. Muchos creen lo contrario, que no ha habido transformaciones significativas ya que seguimos teniendo los mismos vicios, cometiendo los mismos errores y sufriendo los mismos menoscabos.
Hay semejantes que no escuchan, que son ajenos, que quieren hacer sus cosas a su pinta, excediendo a otros y no se dan cuenta de sus actos. Hay intermediarios que sacan sus propios cálculos en sus distintas materias. Cada uno defiende su feudo, pontificándose con ideas que ni siquiera ellos mismos logran creer y se ubican en las organizaciones políticas y sociales de participación ciudadana, no por ideologías, si no por intereses propios. Y ese es el reflejo de actual Chile, el que está sacado de contexto.
Esto también afecta a la política. Los políticos con orígenes de alcurnia, o los que surgen desde el pueblo, creen que al llegar al poder pueden rasgar sus vestiduras con una actitud cínica y llena de hipocresía, simulada sinceridad e indignación, mojigatería, santurronería, falsa virtud. Lo que se impone en el oficio es el dicho, “París bien vale una misa”. Hay que ocultar y perdonar las mentiras, porque para el poder político la necesidad de llegar al poder es más importante.
Lo podemos ver en otras materias. Se habla de la pobreza estructural, pero no se soluciona el problema en sí, salvo los discursos mencionándola. Lo que se debe hacer es arremangarse la camisa y tomar una decisión de manera enérgica para ir analizando y solucionando cada una las causas generadoras y plantear soluciones, a corto y largo plazo.
Este país necesita trabajo, esfuerzo y mucha dedicación política para seguir avanzando y para darle cabida a quienes se han ido quedando atrás. Por sobre todo, darle espacio a quienes también quieren avanzar. No obstante, eso solamente lo vemos en los discursos demagógicos de los distintos presidentes que hemos tenidos, incluyendo al último. Porque por mucho que se diga lo contrario, seguimos en esta burbuja de existimo.
Y este exitismo no es realmente un éxito, si no tan solo una burbuja de lo que se aspira, es poco realista. No se condice con la verdad común y corriente frente a sus ojos. Es aquí donde los políticos deben conectarse también con esa realidad para no perder las formas y el sentido común, para no caer en estos extremos que no sirven de nada.
Evidentemente muchos dirán la política funciona así y no hay forma de hacerla distinta. Pero, por el contrario, tal realidad no significa que estemos de acuerdo o en desacuerdo con el comportamiento o las conductas, con las formas de ser de algunos o de otros, pero sí en la obligación de denunciar cuando está ocurriendo permanentemente.
En el fondo Chile no ha cambiado. Hemos cambiado en algunas expresiones por conveniencia, saltándonos toda convicción. Sin embargo, al final del día sigue siendo el mismo Chile, xenófobo, discriminador, desconfiado, sinvergüenza y de doble discurso.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
sábado, 24 de diciembre de 2022
Lo peores vicios de la política en Chile
Lo peores vicios
de la política en Chile
Esta semana finalmente tenemos un acuerdo sobre el proceso constitucional. Una salida institucional para que la clase política pueda dar respuesta a parte de las exigencias que la sociedad civil ha reclamado en el estallido social. Pero este acuerdo no ha estado exento de dificultades, tras una derrota en las urnas, las disputas ideológicas e intereses sectoriales llevaron al borde del fracaso la negociación. Mismas fallas que se ven cotidianamente en la política institucional, un vicio que podemos distinguir en los siguientes puntos.
El primer problema es el sectarismo, el hecho que todo el mundo lleve el agua para su propio molino, hacia su visión integrísima, única e indivisible. Los únicos que pueden solucionarnos los problemas y llevarnos al paraíso. Esto provoca conflictos, peleas internas e ingobernabilidad política. Es en nuestra actualidad nacional en donde apreciamos la fuerte imagen de estos sectarismos que marcan una potente polarización, en donde cada una de ellos intenta imponerse sobre los demás, en muchas ocasiones de forma violenta, en disputa por la supremacía, por quien lidera o impone las normas de la sociedad.
El segundo problema es la inestabilidad consecuencia de esa polarización. La falta de acuerdo genera inestabilidad e incertidumbre permanente, porque no hay estructuras, conversación, ni diálogos serios. Tampoco hay líderes formados ni formación política en los partidos. Sus integrantes más que soluciones traen inquietudes ya que algunos no saben dónde está su norte, transformando el oficio en lo que es hoy en día por su doble moral. Un grave defecto que no se ha podido corregir y que tal vez nadie quiere reformar, muy a pesar del parecer público.
La tercera dificultad es el oportunismo político, concentrado en aquellos individuos de carácter variable que se adaptan con mucha facilidad a los distintos escenarios para beneficiarse de la vida pública. Siempre ligados a la cultura política de cada nación para sacar el máximo provecho personal posible. Así no se hace política, al contrario solo la daña porque empezamos a establecer una política utilitaria que no resuelve los problemas, sino que los esconde para dar paso sólo a las disputas de poder.
La cuarta dificultad es el acomodamiento ideológico, muy ligado al tema del oportunismo. Esto de siempre buscar los intereses [H1] propios en vez del beneficio de los demás, de allegarse a los partidos, a grupos de personas o a movimientos para acomodarse ideológicamente y así conseguir el apoyo para sus fines, defraudando a la población y a la buena fe.
La quinta dificultad es la demagogia, generalmente disfrazada de democracia. Por aquí se empieza a confundir el valor intrínseco de la política, que es cuidar la democracia, por la demagogia, las propuestas y soluciones fáciles, las puestas en escena, los discursos rimbombantes, que nos llevan a la creación de expectativas, pero que no solucionan los problemas reales. Las soluciones son parte de un tema más político técnico, algo que los sectores políticos carecen por su actual escasa formación inicial. Como consecuencia la elite dominante nos sobrepasa, porque toma los lugares de poder en los partidos para representarse.
Finalmente,
el gran vicio es la incertidumbre total. Sí, el mal que engloba a todos los
demás en un estado de incertidumbre permanente donde la política no tiene
resoluciones y deja abierto desgraciadamente el camino al populismo que nos
representa en la actualidad. El problema es que ante el deterioro de la moral
política, el público cree a cualquier manifiesto convincente. Les cree a los
más mentirosos, después se desilusiona, vuelve a confiar y se vuelve a
desilusionar, viviendo en un círculo vicioso. Hay que tener claro que no es un
problema de los ciudadanos, es un problema de los políticos que deben ser más
creíbles, deben esforzarse para no engañar a los ciudadanos, deben ser menos
demagógicos y menos populistas.
Estos son los vicios que la política tiene. No se pide santidad en los representantes, pero sí que creen una sana confianza, comportarse de manera más honesta para que el sistema político cumpla su rol de representación y organizador de las tareas públicas a beneficio de todos. Tal como en este acuerdo, que sin ser perfecto, los interesados sacrificaron parte de sus expectativas para el bien común.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
viernes, 23 de diciembre de 2022
sábado, 17 de diciembre de 2022
viernes, 16 de diciembre de 2022
jueves, 15 de diciembre de 2022
Gabriel Boric y la nueva conmemoración del estallido social
Gabriel Boric y la nueva conmemoración del estallido social
El 18 de octubre no fue una revolución anticapitalista, y tampoco como lo han querido instalar ciertos sectores, que haya sido una ola de delincuencia. Es más, tal como manifestó el presidente Gabriel Boric en el tercer aniversario del estallido social, “fue una expresión de dolores y fractura de nuestra sociedad que la política de la cual somos parte, no ha sabido interpretar ni dar respuesta”. En mi más profundo sentir, el estallido fue la consecuencia de un malestar acumulado por largo tiempo que clamaba por mayor justicia, igualdad social y el fin de los abusos.
Señor presidente, al igual que usted compartimos el diagnóstico. El 18 de octubre no fue una revolución anticapitalista. Siguen requiriéndose un montón de derechos sociales, infinidad de reformas y cambios sociales que llevan pendientes más de 30 ó 40 años. En esta espera, la ciudadanía comprensiblemente salió a manifestar su descontento, muchos en forma pacífica, pero en contraste también había quienes lo demostraron de forma violenta.
Ahí nace la dificultad, ya que políticamente ese malestar debía ser encausado bajo directrices políticas. Esto nos demostró una triste realidad, los partidos políticos ya no estaban atendiendo a la representación ciudadana. Estos últimos, por lo tanto, se habían cansado de la demagogia y de la falta de respuesta de los distintos partidos políticos, de su falta de renovación y la pérdida de identidad ideológica, de someterse todavía a alianzas por conveniencia de cargos, y de otros elementos que desprestigian el oficio, como las ambiciones individualistas que acaban representando a quienes le den mayor interés.
Entonces, en política es recurrente que se esté leyendo o analizando cuando existen o hayan malas intenciones. Y con todo eso pasando, hubo una perceptible mala intención. Esa mezcla de factores fueron las que entablan el escenario actual.
Hay reivindicaciones sociales que se requieren y es lo que pedía gran parte de los chilenos que concibieron el estallido social. No obstante, también una parte aprovechó la oportunidad para buscar la anarquía, a mostrar su resentimiento, causar desorden público y de llegar a derrocar a Sebastián Piñera. El tema es que esas manifestaciones no pueden hacerse violentamente, no puede salir encapuchados a quemar y hacer delincuencia, ni mucho menos ser apoyadas por las mismas agrupaciones políticas que ahora acompañan al presidente en el gobierno. Y por mucho que no nos guste Piñera, se debe reconocer que se empleó para atacar su administración, incomodarlo y causarle un daño político para desestabilizarlo.
Si hay algo que reprochar al actual gobierno es que manipularon esa circunstancia para hacer oposición y obtener así el gobierno. Ampararon este mecanismo de manifestación y su forma de actuar política. Y por lo mismo, ahora en su gobierno tienen que confrontar las manifestaciones de los estudiantes, controlar las distintas protestas o cualquier otro tipo de manifestación que se produzca, de igual o mejor manera que en el gobierno pasado.
En verdad con qué moral se controla esto, señor presidente, si de alguna manera su agrupación política en su momento las auspició. Si se considera que son mecanismos de politización legítimas, estas lo son mientras sean marchas simples, comunes y corrientes, una marcha en la que se manifiesta pacíficamente, se grita y luego se van. Al pasar a extremos, ya no ha validez y se debe actuar acorde a ello.
Y en cuanto a su diagnóstico del estallido social, déjeme decirle que solo ve la parte conveniente, pero a su vez muy real, aún existen reivindicaciones sociales que no se han cumplido y que son necesarias. Sin embargo, no olvide reconocer que utilizó políticamente el malestar social para tratar de adueñase de estas, para su beneficio.
Esperamos
ansiosamente que la lección vivida, lo que dio origen al estallido y como se
vivió, sirva para que no se repita. Es el momento de actuar unidos, el
gobierno, la oposición y la ciudadanía en lo que queda del proceso
constitucional y asumir que la ciudadanía exige atender problemas con los que
conviven, y los políticos, incluso los nuevos, no los están tramitando.
Cientista
político
sábado, 10 de diciembre de 2022
viernes, 9 de diciembre de 2022
La impotencia del gobierno sobre el orden público
La impotencia del gobierno sobre el orden público
El gran desafío del
gobierno del presidente Boric, a causa del aumento de los disturbios y actos
delictivos a nivel nacional, es garantizar el orden público y mejorar su
relación con la fuerza policial. Sin duda, estas se han vuelto tareas
fundamentales para tener gobernabilidad, porque llevamos ya un año con desmanes,
reclamos por asaltos en la carretera, encerronas sin control en la ciudad, y la
sombra del narcotráfico amenazando tomar el orden público a la fuerza.
Sin embargo, hay que
recordar que el presidente se identifica ampliamente con los movimientos sociales,
quienes politizan su descontento con protestas, desmanes y luego critican el
accionar de las fuerzas policiales por el control de estas. Como presidente de
la Federación de Estudiantes de Chile (Fech), en compañía de Giorgio Jackson y
Camila Vallejo, tras una de las marchas por una educación pública, gratuita y
de calidad, acabaron siendo protagonistas de una contención policial en donde
fueron fuertemente reprimidos, golpeados, mojados y detenidos.
Irrecusablemente, el presidente, sus ministros y coalición de gobierno, ven a
la policía como represores.
Allí radica la mala
sensación entre la policía y esta administración, puesto que nuestro presidente
Gabriel Boric, aún siendo diputado exigía “refundar Carabineros ahora”,
planteando la necesidad de hacerles cambios profundos y radicales. Sin ir más
lejos, al ser electo, esta iniciativa era parte principal de su programa de
gobierno.
En la actualidad, esto
no acaba por ser una relación política sana, coherente e institucional, porque
ni unos ni otros se ven como interlocutores válidos. Se convierte en un
problema ético y una contradicción vital de ambas partes, puesto que
carabineros e investigaciones deben cumplir su cometido, que es cumplir el
estado de derecho y el control del legítimo uso de la fuerza, mientras son
mandatados por quienes reprimían hace unos años.
Esta es una situación
difícil que se repite de nuevo, aunque de otra manera, no tan trágica. Esa
desconfianza de instituciones es lo mismo que ocurrió en el año 1970 cuando
llega la Unidad Popular al gobierno, donde carabineros e investigaciones deben
asumir la tutela de quienes en el periodo anterior realizaban las protestas e
incentivaban las movilizaciones sociales, alterando el orden público.
El orden público es
totalmente esencial en nuestro día a día. Es el ideal en todo sistema de
gobierno y sociedad que se respete, convivir en paz y armonía con las leyes que
dictan las comunidades. Muy a pesar de este ideal, los grupos más jóvenes y
anarquistas existentes en nuestra idiosincrasia lo aplican bajo su ideal
político, así como comunidades de reivindicación mapuche y otros movimientos
que accionan, llevando a extremos que no son válidas en el concepto jurídico,
ni mucho menos en el político como lo distinguimos en la constituyente donde no
existió capacidad de grupos progresistas de generar un sistema jurídico y legal
coherente que respalde este tipo de movilizaciones.
Tampoco olvidar la
criminalidad, que escapa a cualquier discurso político o ideal reivindicatorio,
pues solo obedece al interés delictual. Esta sin más debe ser aplacada bajo las
normas del orden público, con la fuerza permitida por las leyes y representada
por las instituciones de orden.
Es por el bien de una
sana convivencia y orden cívico, que el conflicto entre la autoridad y las
fuerzas del orden público es tan aflictivo, porque ante los disturbios o
crímenes debe existir un órgano a la altura para frenarlo. Aquí una de las
partes o las dos partes deben entender que no se puede redundar en esta
historia, en el que ambos deben validarse y entender que todos somos parte del
Estado. Quienes ahora están en gobierno y que fueron oposición, deben hacer el
esfuerzo por dar credibilidad a las instituciones desprestigiadas. Y estas
fuerzas de orden deben crear medidas para no abusar de las personas y mantener
a raya la corrupción que las entorpece. Todas estas dificultades deben ser superadas
para mantener la estabilidad política e institucional y un estado de
derecho que se está viendo sobrepasado y deslegitimado.
Nelson Leiva Lerzundi
Cientista Político
viernes, 2 de diciembre de 2022
jueves, 1 de diciembre de 2022
Sergio Micco y los derechos Humanos
Sergio
Micco y los derechos Humanos
Sergio Micco Aguayo fue el ex director del Instituto Nacional de derechos Humanos (INDH) desde mediados del 2019 hasta julio del presente año, renunciando a la entidad a semanas de terminar su periodo, a causa de haber perdido la confianza de la mayoría del consejo. Se va tras una serie de fricciones al interior de la misma, en donde se le acusa de haber desatendido violaciones a los derechos humanos de forma sistemática, además de encubrir crímenes de lesa humanidad cometidos por agentes del estado durante su conducción del INDH durante la crisis del estallido social.
Precisamente su manejo en el estallido es motivo de cuestionamiento, haciéndolo blanco de críticas de algunos sectores políticos como el Partido Comunista (PC) y el Frente Amplio (FA), extendiéndose a día de hoy en la discordia entre la Democracia Cristiana (DC) y el PC.
En la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos presentaron una querella en contra del ex director del INDH por intentar relativizar con sus acciones los derechos violados en este periodo de tiempo. Sorprendentemente, Micco acabó siendo respaldado por parte de la Unión Demócrata Independiente (UDI) manifestando “que hombres como el señor Micco es lo que necesita hoy la República”, todo esto por resistir a las presiones políticas e ideológicas de diputados y ex constituyentes del PC y del FA para que el organismo declarara que existían violaciones sistemáticas en el país. Mientras la DC manifestaba que esta acusación era una exageración, fuera de lugar, que atenta contra la historia del partido.
El conflicto se origina en el estallido y como interpretamos los derechos humanos. Hay que aclarar que estos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, etnia, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. En resumen, todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Además son interrelacionados, interdependientes e indivisibles, los que por estos motivos dan responsabilidad social. Por consiguiente, una limitación al ejercicio de los derechos de la persona nace del respeto y reconocimiento de los derechos de cada uno de los otros miembros de la comunidad. Sobre todo, satisfacer las justas exigencias de la moral, el orden público y el bienestar general en una sociedad democrática.
Entonces, dentro de este contexto en el estallido social sí existieron violaciones a los derechos. Sobre todo en la destrucción de estaciones del metro, en incendios a iglesias, hoteles, restaurantes, buses y en un sin números de hechos por todos conocidos, en donde no se respetaron los derechos de los demás. Sin embargo, al parecer para algunos sectores este no es un abuso a los derechos de algunos ciudadanos.
No podemos justificar la violencia, mucho menos justificar unos actos y perseguir los demás. Para determinar violencia directa, sistemática, orquestada por el mismo Estado, hay que tener evidencia de planificación, de abuso masivo y ordenado por autoridades contra población civil, que a la fecha no está presente como tal, salvo como abusos de individuos.
Desgraciadamente y hay que decirlo con claridad, los derechos humanos no son propiedad de una ideología determinada, sino que pertenecen a todos los sectores, muy a pesar de que existan grupos de personas y gobiernos que abusen de esos conceptos, sean dictaduras de derecha o de izquierda.
Los derechos humanos son absolutos en el sentido que son consubstanciales a la naturaleza humana, pero son relativos o limitados en el sentido que su ejercicio por parte de la persona está restringido por el ejercicio de los derechos de las demás, o sea que yo tengo derechos determinados sobre mí, pero debo respetarles los derechos a los otros y no abusar de ellos. Por ejemplo, si yo tengo libertad de asociación, yo puedo juntarme con quien quiera, pero no puedo impedir que otras personas se asocien entre ellos. Si lo hago o trato de hacerlo, estoy coartando el derecho de asociación del otro.
En
definitiva, no es posible la existencia de una sociedad civilizada y de un
Estado de Derecho democrático si no hay un razonable y responsable equilibrio entre
derechos y deberes, es decir, una justa regulación y armonización entre la
libertad y el orden. Lo demás, parece ser una cruzada política para torpedear
al bando contrario.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
La política es simbólica
La política
es simbólica
La política es una representación simbólica porque hace uso de códigos, señales y conductas como lenguaje, o sea, utiliza símbolos para expresarse. No obstante, estos se refieren a la forma en como una sociedad, una población, un grupo o una nación perciben objetos, se reconocen a sí mismos o se divergen de otros grupos sociales.
Para descifrar esos símbolos, debe existir un consenso sobre el significado de los mismos, siempre considerando que sean más o menos racionales y que su interpretación sea transversal a todos, para tener los mismos códigos democráticos. Por lo que finalmente estos símbolos deben estar implícitos como parte de los valores entendidos entre quienes compiten, pero también en el contexto social de donde se desenvuelven.
Por el contrario, uno de los problemas que vivimos siempre en Chile es que no hay coherencia en los códigos. El nuevo modo de comunicación que se instala para la demanda, son las protestas violentas, y por mucha legitimidad que puedan tener sus petitorios, siguen siendo por el uso de la fuerza. El mero acto de trasgresión ante códigos y leyes, pervierten el fondo por la forma. Esos códigos de operar de algunos ciudadanos, de justificar incendios de casas, buses, metro, iglesias, negocios etc., solamente a causa de una furia acumulada, que puede ser justificada o no, sólo tienen significancia para quien los desata y no tienen porqué serlo para el resto de la sociedad.
Por otra parte, estas acciones no deberían simbolizar lo mismo, porque los cambios tienen que ser transformaciones tranquilas, coherentes, conferenciadas con lógica. Las otras alteraciones son producto de la ignorancia y de no entender los procesos que se están viviendo, aprovecharse de esos símbolos y sacarles un ribete político.
Estas alteraciones son una mala interpretación o una demostración mañosa a los símbolos, lo cual indiscutiblemente nos lleva a provocar más problemas, puesto que cuando no hay acuerdos, ni relaciones simbólicas, ocurren hechos como el estallido social, un 11 de septiembre de 1973 y otros hechos históricos que tienen una explicación en su matiz ideológico o vivencia personal. Lo que queremos creer e imponer sobre el resto. Mientras que el verdadero y único símbolo de estas situaciones son las rupturas de la convivencia democrática.
Sea cual sea el motivo o cual sea la forma, al final estos actos significan no validar la convivencia democrática. Se vivió y lo vamos a seguir viviendo si no somos capaces de entender que a pesar de la exasperación o la diferencia de todos estos determinados procesos, hay que escuchar a la ciudadanía y dar soluciones políticas. La tarea es validar los comportamientos políticos y evitar los comportamientos arrebatados. Si bien puedan tener una justificación social y política, no es defendible la forma.
En eso no se puede desencaminar ningún sector político, ni tampoco sector ciudadano, porque así se construye un país. Lo expresamos quienes venimos del mundo de la discapacidad, que no marcha y que tiene razones fundamentadas y de sobra para protestar, pero no lo hace porque entendemos primero que no podemos ganarle al Estado, pero sobre todo porque somos gente pacífica y al servicio del Estado, que queremos ser parte del mismo a través del pacto social que lo mantiene.
Desgraciadamente, el fortalecimiento de estos símbolos violentos son producto que la política no entiende a los sectores ciudadanos. No entienden los compromisos pacíficos, como el de la discapacidad, y por el contrario como la violencia consigue más noticias, más venta de diarios y adeptos, fundamenta cualquier acción política hasta la más artera que sea para utilizarlas a su favor, involucrándose la derecha, la izquierda e inclusive el centro.
Todos
los sectores han aceptado esta visión, que tras un periodo de acuerdos muy
marcados, se ha agotado la paciencia que acaba justificando la idea y los fines
para crear cambios, pero también directa o indirectamente ha reconocido los
medios para alcanzarlos. Y en esto el gobierno de turno, ha confirmado los
medios y los ha hecho suyos desde su formación.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político
sábado, 26 de noviembre de 2022
viernes, 25 de noviembre de 2022
jueves, 24 de noviembre de 2022
Cayetana Álvarez de Toledo y la política
Cayetana
Álvarez de Toledo y la política
Esta destacada periodista, historiadora y política española, diputada del Partido Popular (PP) español y que también sigue muy de cerca el proceso político chileno, recientemente nos visitó por segunda vez. En conversaciones esbozó que ninguna democracia está libre de un brote populista y que es importante detectarlas para prevenir que lleguen al poder. Ejemplifica a Chile como nación con historia de reconciliación, de reformismo y racionalidad, y aun así, de la noche a la mañana no hemos convertido en una suerte de sectarismos, frivolidad, ruptura y enfrentamiento.
Además, en “Tolerancia Cero” de CNN aprovechó de expresar abiertamente que estamos en una época de irracionalidad y de sentimentalismos que han invadido y contaminado la política, como consecuencia, nos ha llevado a una crisis de representación, de las instituciones y del parlamento. Profundizando que no hay algo más importante que la política.
Indiscutiblemente las palabras de Cayetana Álvarez son muy ciertas, ella junto a Isabel Díaz conocen mucho el panorama Europeo. Solo en España, los brotes populistas de izquierda y de derecha llegaron con Podemos de la mano de Pablo Iglesia, su líder populista y gurú de nuestro Frente Amplio, con el concepto de una nueva izquierda; mientras Vox implantó su populismo de extrema derecha. Las derechas y las izquierdas ya están tomando sus roles, aumentando el populismo, mientras con ello tensionan el arco político.
En España el PESOE (Partido Socialista obrero español) se unió al Podemos, para luego no hallar la manera de sacar al segundo del gobierno, pues ahí se fortaleció un monstruo que pisa muy fuerte y que les ha traído un sin número de problemas a los hispanos. Esto sigue en concordancia con la opinión de Álvarez de Toledo, porque no es tan sólo en Chile sino que en el mundo, la izquierda misma da una forma inaudita de frivolidad y sectarismo, agitando la violencia y arremetiendo contra las instituciones, arrinconándonos al borde del precipicio.
En Chile vemos con peligro estos nuevos protagonismos, pero desgraciadamente nos hemos inspirado en ideologías allende al país que las atraen. En la actualidad el ideario de izquierda de nuestro país es condescendiente con la violencia y desprecio a la propiedad privada, pero nuestra derecha también ha aportado en estas vicisitudes con violencia verbal y de rechazos opositores. A raíz de esto, podemos compartir algunas reflexiones con Cayetana Álvarez, porque la política cada vez más esté cayendo en las peores manos, desprestigiando a las instituciones, restándoles poder.
Entonces, lamentablemente este es el escenario. Los problemas más graves que vemos y vivimos desde hace bastante tiempo en la política chilena y el mundo hoy en día son la doble moral, la arrogancia la superioridad, el desprestigio, la involución política. Qué duda nos cabe de estas fallas si se nos muestra una cosa y se hace otra, se buscan los beneficios particulares, se usan a los partidos como trampolines políticos personales, cambian sus ideologías políticas a conveniencia. Políticos que se van de sus partidos a causa de que no les dan espacio o no les aceptan los berrinches, desprestigiando y transformando la política en lo que es hoy en día, olvidando la esencia de esta actividad que es el bien común. No importa de qué sector seas, si izquierda, centro, derecha, o extremos, todos indagan o deberían buscar el bien común, pero al parecer muchos se olvidan de aquello.
Por lo tanto, estas inmoralidades hay que verlas como lo que son, un gran defecto. Luego agradecer esta oportunidad para generar los cambios necesarios, sentarnos a conversar, ponernos de acuerdos, de lo contrario seguiremos yendo hacia el despeñadero, o tal vez, podamos caer más abajo aún. A pesar de todo yo promuevo a todos los políticos y la ciudadanía a activar los cambios, los cambios son posibles, atrévanse a ejecutarlo, aunque no para intereses particulares, para el cálculo, sino un cambio global para mejorar nuestra sociedad y es lo que hace falta en el mundo actual.
Nelson
Leiva Lerzundi
Cientista
Político